sábado, 30 de noviembre de 2013

Nace Burdel King, la primera cadena de sexo basura.


         Una de las características fundamentales de esta crisis, es que está obligando a reinventarse a todo el mundo, y muy especialmente a nuestros  pequeños y medianos empresarios. Esas nobles gentes que arriesgan su dinero por generar riqueza, y hacer país, suelen ser personajes desconocidos para el gran público. Por eso hoy nos acercamos a uno de ellos, y le rendimos un sentido homenaje.

         Nicanor Gasmos (Motilla del Palancar, 1960), es un emprendedor que lleva dedicándose al ocio nocturno desde la adolescencia: “Nací en una familia disfuncional o monoparental, o como leches las llamen ahora. Mi madre era puta y mi padre, alguno de los múltiples camioneros alcohólicos que frecuentaba el club de carretera donde ella trabajaba. Se puede decir que me salieron los dientes en este negocio. Empecé desde abajo, cambiando las sábanas de las habitaciones, y atendiendo el teléfono en recepción. Siendo todavía menor de edad, ascendí a aparcacoches. Con diecinueve años ya era mamporrero, y ayudaba por la voluntad a los clientes más inexpertos.

         Siguiendo la progresión natural, abrí mi primer local antes de cumplir los veinticinco, pero era muy joven y pagué la inexperiencia. Cometí la torpeza de cobrar a los políticos el primer día que visitaban el club y labré mi ruina. Cada dos por tres me hacían una inspección, y a continuación venía la correspondiente sanción administrativa. Siempre encontraban una excusa para buscarme las cosquillas. Cuando no era que la salida de emergencia estaba clausurada, era que las botellas del bar se rellenaban con garrafón, o que no había Wi-Fi en las habitaciones. Aquel garito era una máquina de perder dinero, un agujero más negro que el de Mukale, mi única prostituta subsahariana.

Tomada de wikipedia.com

         Mi madre me hizo ver que me había estancado, y me mandó a estudiar una temporada al extranjero. Quería que estuviera preparado para cuando en la Comunidad de Madrid construyeran Eurovegas. Ampliaría horizontes, conocería otras culturas, y lo podría poner en el curriculum, que siempre viste mucho. Ya se sabe que en España lo que más se valora es que te hayas formado durante un tiempo en otro país, con independencia de que el centro académico elegido, tenga el nivel de la Universidad Politécnica de Benidorm. Además, cuando volviera, los políticos actuales ya no estarían y podría empezar de cero, sin los errores de antaño.

         Puterío, lo que viene siendo puterío lo hay en todas partes, pero como bien decía mi madre, Estados Unidos sigue siendo el país puntero en el sector. Me planté en Las Vegas, con los ojos bien abiertos, excepto el de detrás, y la chequera repleta de dólares para invertir en mi postgrado. No tenía ni papa de inglés, pero lo bueno de este negocio es que el lenguaje es universal. No voy a decir que no aprendiera cosas, porque faltaría a la verdad. Pero mire usted, viajando por ahí se te quitan muchos complejos. Somos un gran país, y no tenemos nada que envidiar a nadie. Siempre se dice que en España se jode mucho, pero se folla poco, y es un bulo totalmente infundado.


Tomada de Facebook


         Volví a nuestra patria, convencido de mi éxito. Me instalé en mi pueblo, Motilla del Palancar. El círculo se cerraba. Regresaba a mis orígenes: el frescor del río, el color de sus campos, la amabilidad de sus gentes, y el inconfundible olor a boñiga vacuna que seguía inundando las calles, como siempre había sido. Dispuesto a demostrar que el tópico de que nadie es profeta en su tierra, es falso, compré la finca rústica del difunto tío Tiburcio, situada a la salida del pueblo, y construí con mis propias manos la primera sede de Burdel King. Aquel pequeño y modesto local sería el embrión de una gran cadena especializada en el sexo basura. No me equivoqué. Hoy tengo locales repartidos por las principales capitales del mundo, igual que Zara, pero ahí acaban las semejanzas, porque en mi caso, el negocio es el que es, y no tiene trampa ni cartón.

         Motilla era un pueblo normal, con su cura, su alcalde, y su boticario, También había tonto oficial, y por supuesto, puta. El problema no era que la Benedicta se zumbara a toda la comarca, y que su marido fuera conocido popularmente como Paco el perchero, debido a los cuernos que gastaba. El asunto era que una sola hembra no daba abasto para tanto animal. La mujer no tenía un domingo libre, ni una noche para estar con la familia. No se podía ir de vacaciones porque no había dinero para ponerle una suplente. Y ya nos habían adelantado que tampoco cubrirían su jubilación. ¡Maldita crisis!


 
Tomada de Facebook


         Así empezó Burdel King, cubriendo una necesidad social en un pueblo perdido de la mano de Dios. Importamos la cultura del sexo basura y la adaptamos a la tradición hispánica. Para ser competitivos hay que abaratar costes, así que no se cambiarían las sábanas a no ser que algún Treponema pallidum mutante las colonizara, y le mordiera la minga a un cliente. Las chicas se lavarían sólo la semana de antes de la Virgen de Agosto, y con agua fría, que en verano hace mucha calor y así están más fresquitas. Las toallas se las tenía que traer de casa el señor putero, y los profilácticos eran de fabricación propia. Los tejía la tía Remigia con lana virgen de oveja, para que se viera que todavía quedaba algo sin desflorar en el pueblo. No protegían mucho de las venéreas, pero en invierno eran la mar de abrigaditos.

Yo no tengo nada en contra de las meretrices rusas ni de las orientales, porque la verdad es que a guarrillas no les pone nadie el pie, pero mi ídolo máximo es Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid. Como él, mi primera medida fue echar a todas las extranjeras y españolizar la plantilla. Todas las chicas serían nacionales, y a ser posible de nuestra tierra. El pueblo que folla unido, permanece unido. Teníamos una cantera inagotable, y había que darles la oportunidad de jugar en Primera División.

El servicio en sí, era lo esencial. Un buen caliqueño a la antigua usanza, con los calzoncillos puestos, y el refajo a media asta. Eso no tiene precio, y el cliente sabe reconocerlo. Mucha nueva cocina y mucha reducción al Pedro Ximénez, pero donde esté un cañonazo de potaje casero que se quite todo. Esa es la marca Burdel King, la que nos ha hecho mundialmente famosos y a mí millonario.


 
Tomada de latostadora.com


Mantenemos la imagen corporativa. Todos los locales de Burdel King están decorados de la misma manera, y tienen la misma distribución. En el hilo musical suena siempre a todo trapo el “Sex machine” de James Brown. Así se anima a que el personal conculque como mucho en dos minutos. Bajo el lema “El rey eres tú”, ofrecemos una amplia gama de servicios sexuales, a precios competitivos. Pueden consumirse por separado, o agrupados en paquetes: Griego King, para los más guarretes; Francés King, para los cosmopolitas; Cubana King, el preferido por los aventureros; 69 King, para los que estudiaron ciencias puras; y nuestro básico, el Misionero King que sigue siendo el más demandado, sobre todo en la España profunda. Con el menú infantil regalamos un “juguete” del merchandising de la última película porno estrenada en los cines. Este mes, por ejemplo, el filme que promocionamos es “Follar en tiempos revueltos”. Y por un euro con cincuenta de suplemento, una muñeca hinchable mecánica le puede practicar al cliente más hambrón, una churrupadilla cochinera.

         Exportamos la cultura española: Hemos generalizado el sexo rápido como forma de mantener relaciones íntimas. Eso sí, los gourmets no tienen cabida en nuestra filosofía empresarial. Aquí se viene a joder y rapidito. Para besuqueos y cucamonas ya está la competencia. Que se abstengan los pijos, porque nuestra población diana es el homo zafiens hispalensis.

“Burdel King sabe tus gustos”, y si no que se lo digan al señor alcalde, que lleva dos horas encerrado en la suite presidencial con la Jessica y la Karla. Voy a subir a ver qué pasa. El hombre está mayor. Un día le va a dar un viagrazo y se le va a parar la patata haciendo el acto en el servicio, digo … en acto de servicio. ¿En qué estaría yo pensando?”. VanityFreakNews.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Un adulto bajito es multado por conducir sin silla de seguridad.


         En el colegio me enseñaron que en una democracia los poderes legislativo, judicial y ejecutivo eran independientes. Según don Enrique, esto lo dijo un francés llamado Montesquieu.

En España, todo lo que huela a gabacho nos repatea, a excepción de Zinedine Zidane (mucho mejor futbolista que el anterior, ¡Dónde va a parar!). Quizá por eso la realidad española sea tan distinta a los postulados de Montesquieu. Entre nosotros, la separación de poderes es sólo teórica. En la práctica, el ejecutivo le dice al legislativo cómo debe hacer las leyes, y luego nombra a los jueces para que se ajusten a esas mismas leyes.

Además, nuestra legislación avanza a golpe de accidentes y catástrofes. En la hemeroteca negra pueden encontrarse mil ejemplos de esta naturaleza: Calle Alberto Aguilera, centro de Madrid. Un edificio entero se derrumba espontáneamente. Causa: Un operario avispado había quitado una viga de carga. Solución: Empapelar a los responsables. Esto es lo que hubiera ocurrido en cualquier país. En España, no. Los hechos ocurrieron como sigue:
 
Tomada de madridteacher.com
 

Primero: A cargo del sufrido contribuyente, se terminó de demoler el edificio y se desescombró. Una vez que el solar estaba expedito, Zara (¡Qué casualidad!) edificó su enésimo macrocentro comercial en el centro de Madrid, a pocos metros del que ya tenía en la calle de la Princesa. ¿No es sospechoso que mientras España entera se hunde, incluido El Corte Inglés, esta empresa siga creciendo a pasos agigantados?, ¿Algún día las escuelas de negocios explicarán el verdadero modelo empresarial de Zara, o seguirán con la milonga del imperio económico forjado en una sola generación, vendiendo batitas de boatiné en una pequeña tienda de provincias?

 Segundo: El legislador creó la ITE (Inspección Técnica de Edificios), en beneficio del interés general. Desde entonces, los técnicos municipales van finca por finca, detectando supuestos déficit estructurales que potencialmente serían peligrosos para la integridad física de los inquilinos. Éstos, entre acojonados y circunspectos, escuchan términos como aluminosis, babesiosis o procesionaria. Resignados, se limitan a pagar una derrama de dos mil euros por cabeza, en concepto de: Un rótulo de señalización, cambio de dos bombillas, y enfoscado de treinta centímetros cuadrados de la fachada del primero derecha. Después, el Ayuntamiento emite un certificado de que la casa no se va a caer, a menos que haya un tifón, un tornado, un terremoto o un ataque nuclear, de los cuales en Madrid todos los años hay tres o cuatro. En esos casos, el consistorio declina la responsabilidad civil subsidiaria. Y uno dice: “Pues muchas gracias, pero hubiera sido suficiente con que mantuvieran alejado de la finca a aquel obrero gilipollas que quitaba vigas maestras”.
 
 
Tomada de la información.com
 

Y es que una de las actividades preferidas de los poderes públicos es buscar nuevas formas para sangrar al ya exangüe contribuyente. Hace ya bastantes años, entró en vigor una normativa por la cual se hizo obligatorio que los niños de estatura menor a 135 cm, viajaran en coche sobre dispositivos de seguridad homologados. Esta ley generó un negocio floreciente para las casas fabricantes de estos sistemas, así como un impulso brutal para la industria del automóvil. De la noche a la mañana, las calles se llenaron de monovolúmenes y de todoterrenos urbanos, los únicos capaces de albergar las famosas sillas de seguridad. “Todo sea por la seguridad de nuestros pequeños”, decían los sufridos progenitores.

Lo que no podían entender los papás de las criaturas, es que cuando viajaban en taxi, la ley no obligara a utilizar sillitas para los niños. ¿Es que acaso circular en taxi no entraña riesgo de accidente? ¿O es que cuando un enano sube a un taxi crece y engorda de repente, y ya no necesita dispositivo de seguridad? Quizá la razón es que en su día, el sindicato de taxistas se plantó, y dijo que no estaba dispuesto a llevar el maletero cargado de sillas por si subía al coche algún niño. Que se abrocharan el cinturón de seguridad, y punto pelota.
 
 
Tomada de automania.com
 

Así se había hecho toda la vida en esta bendita tierra llamada España. ¿Cómo olvidar aquellos viajes al pueblo, donde un pequeño Seat 27 transportaba a una familia de seis personas, perro y abuela incluidos, todos apiñados en el asiento de atrás? Y no pasaba nada. Ni sistema de anclaje Isofix, ni airbag cenital, ni genital, ni leches. Si había un frenazo brusco o incluso una colisión, ni te inmutabas. Como no había solución de continuidad con tus hermanos, ni por los lados, ni por arriba ni por abajo, era imposible moverse. Así se forjaba un sentimiento familiar y un vínculo afectivo creciente, que en nuestros tiempos se ha perdido. La familia que se escoñaba unida, permanecía unida.

Pero lo peor de todo es el agravio comparativo. La ley marca esos 135 centímetros de estatura como el límite para tener la obligación de utilizar dispositivo de seguridad. Todos nosotros nos hemos cruzado en algún semáforo con El Fary, Jose María García, o Maria Antonia Iglesias. Ni ellos ni ninguno de los insignes españoles bajitos, viajan en sillita infantil, cuando son precisamente quienes tendrían que predicar con el ejemplo, dada su condición de famosos y por tanto, de modelos sociales.   
 
     

Por ello hoy nos hacemos eco de la iniciativa surgida en la hermosa villa de Estébanez de la Calzada, en el Bajo Aragón. Esta tierra es famosa por la diminuta estatura de sus habitantes varones. Su alcalde Joseba Jito, nos cuenta la historia: “Lo primero de todo es que quede muy claro que los mozos de Estébanez somos muy hombres, y que si somos así de bajitos es porque el peso de los huevos no nos ha dejado crecer. Aquí del alcalde al último, todos calzamos buen número, mire usted.

Nuestro vecino más ilustre es Federico Jiménez Losantos. Nacido en Estébanez y recriado en Orihuela del Tremedal. Hablo de ese periodista que a las seis de la mañana ya está gritando en la radio y encabronando al personal. Uno escucha su arenga diaria, y sale a la calle buscando a alguien con quien darse de leches. No sé qué le ha pasado, porque el Fede niño era dócil como un corderito. Deben ser los aires de la capital, que con tanta polución, se te acaba estresando el cerebro.

Pero ahora Federico ya no es el estebanecense más popular. El Secundino se nos ha hecho famoso. Secun es el tercer hijo de la Petri, la de los Alubias, la que se casó con Paco el pelao, tras enviudar del Aquilino.

El cine español, siempre apostando por la originalidad, decidió rodar un remake de “El Hobbit”, entre película y película sobre la Guerra Civil. Los cineplastas de Madrid vinieron al pueblo a hacer el casting. No cabía un alma en la cantina. Pero en cuanto apareció el Secun, con su metro veinte descalzo, su cincuenta de pie, su media melena heavy, y ese olor a choto revenido, se dieron cuenta de que habían encontrado al protagonista de “El Javi”.  
 
Tomada de filmaffinity.com
 

La película no fue a verla ni el director, sabedor como era de que había alumbrado un truño mayúsculo. Daba igual, porque como estaba subvencionada por el Ministerio de Cultura, los productores recuperaron el dinero invertido, y el filme ganó diez Goyas. Hasta ahí todo bien, pero el tema es que el Secundino se convirtió en una estrella, y empezó a vivir como tal. Un día salió en una revista del corazón conduciendo su flamante deportivo. En la foto se veía claramente que para llegar al volante, iba de pie en el asiento. Además, un paparazzi miserable lo pilló haciendo puenting  para llegar al acelerador. Al bueno de Secun le cayó una multa del copón.

El problema es que este escándalo dañaba la marca Estébanez de la Calzada, lo que podría tener efectos muy negativos en la exportación de caballos pony, primera y única fuente de divisas de nuestro pueblo. Como la mejor defensa siempre es un buen ataque, anulamos el título de hijo predilecto de Secundino, y llamamos a los de la tele para que saliera en el telediario el momento en que los mozos lo tiraban en pelotas al pilón. Hubo que rodarlo dos veces, porque el Macario es muy burro, y estampó al Secundino contra el muro de piedra del pilón. Por la herida de la cabeza sangraba como un cochino. Tuvimos que curarlo, vendarlo, y vuelta a empezar, porque nos dijeron que no podía salir tanta sangre en televisión. Ya ves tú: ¿Y eso desde cuándo?

Después hicimos un bando municipal por el cual todos los estebanecenses varones estarían obligados a instalar sillas infantiles en sus coches. Y aquí nos ve, sin un puto euro en el bolsillo después de comprar los asientos de marras, pero viajando seguros, muy seguros, y vendiendo caballos pony a tutiplén”. VanityFreakNews.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Una maruja, un supermercado y un paraíso terrenal.


         Como cada mañana, Concha Bada se levantó hastiada de vivir. En una entreplanta interior de cincuenta metros cuadrados del madrileño barrio de La Elipa, moraban hacinados: Una mujer, su marido alcohólico, cuatro hijos varones en paro, un perro estrábico, y una hipoteca a setenta años.

Al salir de la ducha, Concha se miró en el espejo, sin poder reconocer en aquella anciana de cuarenta y cinco años, a la hermosa mujer que antaño fué: El ombligo se adivinaba semioculto por los pechos. Las generosas pistoleras tenían capacidad para albergar dos armas de calibre reglamentario. El cabello, ralo y de color alfalfa, coronaba una cabeza cuyo único ornamento eran los dientes. Éstos, que un día parecieron perlas por su blancura, hoy lo asemejaban por su pavorosa escasez. Encendió un Ducados sin filtro, y se puso la blusa, la falda y los zapatos, las únicas prendas que tenía. Abrió el frigorífico, vacío como Madrid en Agosto. No miró la cartera, porque ya sabía lo que no había. Todos dormían, incluido el perro, un ejemplar verde kriptonita, que parecía más reptil que cánido, a fuerza de ser cruzados sus ancestros entre sí.

         Dejó su lastre vital en aquella casa, y se tiró a la calle, en busca del super del barrio. Era el único lugar donde se sentía persona, mientras se evadía de la realidad temporalmente. Al llegar a la calle Daroca, divisó una zona de obras en la acera de los pares. Era la enésima zanja en lo que llevábamos de año: Primero, la compañía del gas, después los de la fibra óptica, y más tarde los de la dietética. Luego la empresa de la luz ecológica, y ahora un socavón producido por la rotura de una tubería. Como en toda obra española que se precie de serlo, un operario trabajaba a ritmo cansino, mientras sus compañeros le daban apoyo moral con la mirada. A poca distancia, un número indeterminado de jubilados varones, observaban la escena en riguroso silencio, solo roto por algún piropo salvaje, vertido al paso de una hembra de buen ver y mejor catar. Concha Bada era consciente de su inexistente atractivo físico. No pretendía recibir un requiebro procaz, ni tan siquiera una mirada libidinosa. Se hubiera conformado con que no le lanzaran trozos de pan duro, como si fuera un animal de corral.

Cruzó el paso a nivel de la M30. El abismo repleto de coches que se extendía ante sus ojos, la tentó como lo hacía todos los días. Un pequeño salto, y todo acabaría. No fue capaz. A veces la cobardía es la única causa que impide un suicidio. Arribó a la calle Brescia, y por fin llegó a su pequeño paraíso, el supermercado.

         Le extrañó no ver al ciudadano subsahariano de la puerta. Vendía por la voluntad la publicación solidaria La Farola. Estaba tan integrado en la tienda, que hasta iba a las cenas de empresa. Posiblemente lo habían trasladado a otro local, o bien estaba de vacaciones, y debido a la crisis no le habían puesto suplente. Concha siempre compraba algo para él, un bollo y un refresco, o una tortilla precocinada sin cebolla y un cartón de mosto.

         Se abrió la puerta automática y apareció Melitón. Melitón Gosálvez era el jefe de tienda. Buena persona en el buen sentido de la palabra. Sus marcados rasgos indígenas delataban su procedencia.  Era un ejemplo del llamado sueño español. Llegó a España siendo todavía adolescente, y se hizo asimismo a base de esfuerzo y tesón. Sonrió a Concha con su amabilidad habitual, y le anunció entusiasmado que había sido premiada. Al ser la clienta número seiscientos sesenta y seis, le había correspondido un cheque regalo de mil euros, y la posibilidad de cerrar la tienda durante una mañana, para que comprara ella sola.

         Concha no se lo podía creer. Era reina por un día. Se sentía como Richard Gere en “Pretty Woman” cuando entra en la boutique con Julia Roberts y espeta aquello de: “Vamos a gastarnos una cantidad indecente de dinero, así que tendrá que hacernos mucho más la pelota”.  Le pidió a Melitón que fuera su personal chopped, y emprendieron  juntos el camino hacia la gloria, empezando por la bollería industrial: “Quiero una caja de cada, y cinco de Donuts con chocolatazo blanco, porque desde que los venden en envase individual, cada vez son más pequeños y no me hacen apaño”.

         “Tu no eres menos que la Beckham”, repetía Concha en voz baja a modo de mantra. Si a esa pija escuálida  le cerraban el Dolce&Gabbana de Milán, para que comprara en exclusiva, por qué no le iban a reservar a ella el super de su barrio, que también pertenecía a una empresa extranjera muy importante. Vió el pescado fresco, y empezó a gemir como Meg Ryan en la escena del restaurante de “Cuando Harry encontró a Sally”. Cogió gambones: “Para los niños, que les gustan con ajetes”, eligió una merluza entera del tamaño de un arcabuz de infantería, y un buey de mar: “Éste es como el que dice mi vecina que compra en Navidad. Ya será menos. Si están tan tiesos que no pagan ni la comunidad”. Anduvo dos metros: “¿Cómo salen los salmonetes, bonita? Ponme cuarto y mitad, que les estoy viendo el ojo, y hoy están fresquitos”. Se iba creciendo por momentos. Pasó de largo por los congelaos, mirándolos de soslayo, como pensando: “Indefectiblemente, mañana volveremos a encontrarnos, pero hoy no nos conocemos”.

         Concha Bada era feliz, no en vano estaba viviendo un sueño. Pero para que fuera completo faltaba alguien: Doña Isabel Pantoja. Dicho y hecho. ♫ Marineroooo de luceeeees ♫ empezó a atronar por la megafonía e inundó la enorme sala de punta a punta. Ahora sí,  todo era perfecto.

Llegó al imperio de las grasas saturadas, su hábitat natural. Se encaró con los ibéricos. Después de las pertinentes y protocolarias salutaciones, intercambió con ellos algunos lugares comunes: ¿Venís mucho por aquí? ¿Estudiáis o estáis en paro? En cualquier caso, la suerte estaba echada para estos indefensos productos porcinos. Llenó el carro con tanta determinación, que parecía que lo hubiera hecho en otras ocasiones.

         Al llegar a las carnes, no lo dudó: “Only solomillo”, con independencia del animal de procedencia, tuviera dos o cuatro patas. Se acordó de cuando siendo aún mocita, iba al pueblo: ¡Menudas parrilladas familiares an cá la tía Pollarda! Pensó en preparar una y luego subir la foto al Facebook, para que se pudrieran de envidia sus cuñadas, esas perracas que tomaban prestadas fotos del Telva-cocina, y luego las colgaban como si los platos fueran suyos.

         Se acercó a la zona de alimentación para mascotas, y cargó varias bolsas de comida para perros, esta vez no de marca blanca. “Qué contento se va a poner Toby”, exclamó ufano Melitón. “¿Toby? Para él he cogido tres kilos de filetes de añojo recién cortados. Estas bolsas son para mi esposo. Lo sofrío y lo salteo con patatas, y él cree que es estofado de ternera blanca”. Llamar animal a su marido hubiera sido ofender a los animales. Concha recordaba perfectamente cuando la había fornicado por última vez, pero era incapaz de evocar una ocasión en que le hubiera hecho el amor”. Fue a los vinos y eligió la botella más cara. “Como está acostumbrado al peleón con gaseosa, en cuanto tome vino de calidad, se le para la patata al primer trago”.

         “Melitón, quiero Coca-Cola: Diez cajas de botellines de cristal, que es la auténtica. La de botella de plástico no sabe igual, y digáis lo que digáis, esa promoción veraniega del envase de dos litros más doscientos mililitros gratis, es un timo. Eso no es Coca-Cola, es agua coloreada”. El probo empleado asintió con la cabeza sin emitir palabra alguna.

         Concha desfilaba hacia las cajas, preparándose para ejecutar con voz alta y clara esa frase que siempre había ansiado pronunciar delante de la cajera: “Buenos días, señorita, es un pedido. Lo quiero en casa rapidito, que si no se rompe la cadena del frío, y se me echa todo a perder”. De pronto, sintió un golpeteo suave y repetido en las mejillas. Tendida en la acera frente a la puerta del supermercado, abrió los ojos y vió a su querido Melitón: “Doña Concha, vuelva en sí. Se pegó muy meco contra el suelo, pero no se lastimó. Qué bueno que nos visite de nuevo hoy en la mañana. Se la ve linda, damita. Entre al market, que la va a pasar chingona con las ofertas que tenemos hoy para ustedes”.

         Concha salió de su ensoñación postraumática. Lejos de sentirse mal por no haber sido real lo ocurrido, se levantó con una enorme sonrisa y parafraseando a Tom Cruise en “Risky Business”, dijo para sí: “¡Pero qué narices!”. Al entrar, Melitón la tomó del brazo, y más cariñoso que nunca proclamó: “Doña Concha, es usted la clienta número seiscientos sesenta y seis, y en nombre de la empresa me complace comunicarle que ha sido premiada…”

Este es nuestro humilde homenaje a todas las conchasbadas del mundo, en la esperanza de que ellas también encuentren algún día su paraíso terrenal.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Joseph Blatter imita en público a Chiquito de la Calzada.


Quien más y quien menos sospechará que las siguientes líneas son fruto de sed de venganza de un madridista irredento, ante la payasada perpetrada la semana pasada por el señor Joseph Blatter, a la sazón, presidente de la FIFA.

Por si alguien todavía no conoce la historia, resumiremos brevemente: Resulta que el máximo dirigente del fútbol mundial acudió a la Universidad de Oxford, no para iniciar una carrera universitaria en el cupo de mayores de veinticinco años, sino para mantener una charla con un grupo de estudiantes.
 
 
Foto tomada de Deia
                                       
Este consumidor habitual de Viagra® desde hace décadas, decidió hacerse el guay, posiblemente contagiado por la tierna edad de su auditorio. No sabemos si cuando visita una granja se pone a mugir como las vacas, o si cuando viaja a un país pobre, va pidiendo limosna por las esquinas, pero al parecer, tiene la costumbre de mimetizarse con el ambiente.  

En un tono coloquial y desenfadado, el señor (es un decir) Blatter se decantó públicamente por Messi, respecto a quien debe ser el próximo ganador del Balón de Oro. Un buen monarca es aquel que mantiene la neutralidad y se abstiene de emitir juicios de valor a favor o en contra de nadie. El problema es que a buen seguro, el actual rey del fútbol piensa que Salomón fue un futbolista judío.
 
Foto tomada de Vozpopuli
 

Sepp Blatter tiene todo el derecho del mundo a considerar a Messi mejor pelotero que Cristiano Ronaldo, y a manifestar sus preferencias siempre y cuando no excedan del ámbito privado. Incluso muchos madridistas acérrimos estamos de acuerdo con él en el fondo, pero nunca en estas formas.

En Oxford ofreció un espectáculo lamentable, más propio de una mala copia de Chiquito de la Calzada que de un prohombre del fútbol. En un compendio de tics, muecas, y ademanes afectados, Blatter explicó a un auditorio entregado a la vez que estupefacto, por qué Messi es un santón, y Cristiano un ciborg.

No sabíamos que Blatter vive en Barcelona y es vecino de Messi desde hace años. Sólo así sería posible que conociera tan bien al astro argentino, no como futbolista sino como persona: “Es el yerno que toda madre querría tener, un buen chico, amable”. Mucho nos tememos que la relación Blatter-Messi se limita a coincidir en dos actos públicos al año y poco más, así que menos lobos, caperucito. Vale que Messi no tiene aspecto de ir matando viejas o secuestrando huerfanitas por las esquinas, pero de ahí a elevarlo a los altares en vida, hay tanta distancia como desde la Rosario natal del futbolista a su Barcelona actual.

Que les pregunten a Ibrahimovic o a Villa por el buen chico Messi, ese cacique que hace y deshace en el vestuario, que firma un nuevo contrato con onerosa subida de sueldo cada seis meses, que manda más en el club que su presidente, y que desatiende sus obligaciones con el erario público español, negociando después multas a razón de cinco millones de euros. Efectivamente, es el yerno que toda madre quisiera tener… lejos de sus hijas. Quien esto escribe tampoco conoce a Messi, y no tiene el más mínimo interés en el único argentino que carece del don de la elocuencia. Estos son hechos objetivos y lo de Blatter son apreciaciones subjetivas de inspiración etílica.
 
Foto tomada de Rpp
 

Y yendo al fondo de la cuestión, ¿Qué necesidad había de burlarse de Cristiano para canonizar a Leo? Ronaldo es un extraordinario jugador que ha tenido la mala suerte de coincidir en el tiempo con el que posiblemente será considerado el mejor jugador de la historia. CR7 es un chuloputas dentro y fuera del campo, altivo, narciso, prepotente, pagado de sí mismo, y encantado de haberse conocido. Un posturitas que empieza a posar en pleno partido en cuanto ve que le enfoca la cámara. Un vigoréxico de barrio, un poligonero multimillonario que gasta más en estilismo que su novia, esa que dicen que es supermodelo, pero que antes de tener una relación con él, no había salido ni en el catálogo de las rebajas de Carrefour.

Y sí, como dice el payaso Blatter, Cristiano es un comandante dentro del terreno de juego. Pero no un híbrido entre Chiquito de la Calzada y Chaplin haciendo de Hitler en “El gran dictador”, como intentaba simular ese bobo que está al frente de la FIFA. Cristiano (como Messi) es el jugador franquicia de su equipo. El que más cobra (como Messi), el que más goles mete en su club y el que gana los partidos cuando sus compañeros tienen un mal día (como Messi). Y muy alejado de la imagen que nos quisieron vender cuando llegó a España, no es un amante de la noche que va cerrando bares y desbragando doncellas. Es un superprofesional que antepone su carrera a los cantos de sirena. También en esto es como Messi.

Un respeto señor Blatter, porque está hablando de dos talentos irrepetibles. Y sobre todo, téngase respeto a usted mismo. Las imágenes del otro día demuestran que llegó a Oxford perfumado de casa. El enrojecimiento facial que lucía durante la entrevista denota que el líquido transparente que contenía la jarra de la mesita auxiliar no era precisamente  agua.

Usted es el máximo dirigente del fútbol mundial y no puede ir cocido a un acto público, como si fuera un vulgar invitado del Sálvame Deluxe. Si no sabe mearlo, es mejor que no beba, y si lo mea, no lo haga hacia arriba, porque las leyes de la Física nos dicen que inexorablemente le caerá encima. Con su actuación del otro día se ha puesto en contra a mucha gente, y tenga mucho ojito, porque a poco que se vaya a Sevilla, le pueden quitar la silla.
 
Foto tomada de UOL Esporte
                       
Posiblemente el problema es ese, que este caballerete, bajito y regordete, no tiene categoría ni para ser presidente de su comunidad de vecinos, y el cargo le viene muy grande. Tampoco le ha ido mal en la vida, teniendo en cuenta que durante muchos años fue el chico para todo del todopoderoso Joao Havelange, aquel brasileño con aspecto de oficial del Tercer Reich, del que heredó el puesto en pago por los servicios prestados.

Viajar en business y hospedarse en hoteles de cinco estrellas gran lujo, lo sabe hacer hasta el señor Blatter; comportarse con responsabilidad y dignamente, es privilegio de unos pocos. Ya ha pasado una semana y todavía no hemos leído ni escuchado al presidente de la Federación Española de Fútbol pronunciarse acerca de un asunto, que afecta a los dos mejores jugadores de nuestra liga. Habrá que esperar a leer su libro de memorias: “Sus bais a enterar: El triunfo de un analfabeto funcional”, por si allí se manifiesta.
 
                                                                     Foto tomada de 20.minutos

Ángel María Villar, conocido cariñosamente en el mundo del fútbol por “Pillar”, debido a su afán por conjugar ese verbo en primera persona del singular, ni ha hablado ni hablará. El eterno presidente del fútbol patrio, un exfutbolista que se licenció en Derecho (¡Madre mía, como está la universidad española!), y después de tantos años de ejercicio sigue diciendo “fúrgol”, es un hombre taimado, ambicioso y paciente. Es ese tipo de personaje que al de arriba le pone el culo y al de abajo le da por culo. Y en esas está, en heredar el cargo.

Consejo de amigo Facebook, don Ángel María: Desconozco si usted es abstemio o le gusta empinar el codo, pero vaya aprendiendo a beber ginebra, como hace con maestría el presidente Blatter. Ah, y en youtube hay unos videos buenísimos de Chiquito de la Calzada. Sería bueno que ensaye la imitación por si algún día le invitan a Oxford. VanityFreakNews.