domingo, 30 de junio de 2013

Mariló Montero hace un comentario casi inteligente.

       
         Mariló Montero ha vuelto a montar la mundial. Algo tiene esta mujer que cada vez que habla sube el pan. En esta ocasión, no reflexionó sobre si el receptor de un órgano trasplantado de un criminal, recibiría también la mentalidad asesina. Esta vez, no ridiculizó en directo a la simpar Anne Igartiburu, creando una de las situaciones más embarazosas que se recuerdan: “¿Estás oxidada, Anne?”. Tampoco rompió las reglas básicas de la diplomacia y el buen gusto, al interpelar a El sueño de Morfeo, nuestros representantes en Eurovisión 2013: "¿Quiénes son los favoritos? ¿En qué puesto creéis que vais a quedar, del 10 para arriba o del 10 para abajo?". Sin palabras.



Mariló fue mucho más allá. Mientras narraba el cortejo funerario de la gran Sara Montiel por las calles de Madrid, no se le ocurrió otra cosa que preguntar a la reportera: “¿Qué hay dentro del coche fúnebre de Sara Montiel?” Así, como lo leeis. Claro, que si la pregunta fue estulta, no lo fue menos la respuesta: “Los restos mortales de la actriz”.

Hace ya unos cuantos años, Mariló apareció en nuestras vidas siendo una jovenzuela jaquetona y apocada. Una presentadora de perfil bajo, que no sobresalía por nada en especial. Porque estaremos de acuerdo en que leer un telepronter sin trabucarse cinco veces por segundo, podría hacerlo hasta la enemiga íntima de Mariló, Anne Igartiburu. La pregunta es obligada: ¿Por qué entonces la bella Anne se equivoca más que María Escario en un mal día?

Mariló Montero desapareció de la parrilla televisiva nacional al poco de casarse con Carlos Herrera. Varón con hechuras de señorito andaluz  y aires de chulapón castizo. Periodista de casta y superestrella radiofónica. Pero todo lo que empieza acaba, y a ellos, como a tanta gente, se les rompió el amor de tanto usarlo. Ahora, separada y reinventada, Mariló es la dueña de “La mañana de la 1”, un magazine que está haciendo más por fomentar el hábito de la lectura entre los españoles, que todas las campañas del Ministerio de Cultura juntas.
 
 

Por esto y mucho más nos atrevemos a escribir esta carta abierta a Mariló Montero, Fénix de los Ingenios, niña prodigio y prodigio de mujer, superdotada intelectual y física:

Mariló, criatura, tú conoces aquello que cantaba tan bonito Manolo Escobar de: ♫Julio Romero de Torres, pintó a la mujer, morena♫ y eres consciente de que si don Julio te hubiera conocido, te hubiera querido pintar lo que viene siendo en pelotas. Porque te sabes buenorra, Mariló, lo sabes, pero no le das importancia. Es más, lo ocultas por todos los medios habidos y por haber. Nunca se te ha conocido en pantalla una minifalda, ni unos taconazos de aguja. Ni mucho menos una camiseta ajustada, y por supuesto, jamás un escote o una transparencia. Antes muerta. Que la valoren a una por lo que vale como profesional, y no por lo maciza que está.

Maquillaje lo justito, nada de someterse a una operación de chapa y pintura en cada programa. Para eso ya está Ana Rosa Quintana, esa ¿mujer? que como siga rejuveneciendo va a acabar presentando el Club Disney. Y el pelo recogido o en coleta, nada que ver con esas colegas que les trae por culo el Protocolo de Kioto y la capa de ozono, y se cardan con laca hasta el totete.
 
 

Eres el oscuro objeto de deseo de media España (la otra media todavía no te conoce), pero vives ajena a ello porque es algo que jamás se te hubiera pasado por la cabeza. Tu target es como el de los juegos Educa, de nueve a noventa y nueve años. No hay más que hacer una pasada por youtube, para encontrar un sinfín de vídeos, colgados por adolescentes colgados, por onanistas impenitentes carcomidos por el acné, para quien eres su diosa: “Mariló piernas”, “Mariló sexy”, “Mariló cuero”, “Mariló marcando”, “Mariló pecho”,  son sólo una pequeña muestra de tu filmografía youtubera más visitada.

En el otro extremo están los sesentones prejubilados, y los setentones jubilados de todo. Esos que cuando te ven en sus televisiones de  plasma compradas de oferta en el Carrefour, dicen con la boca pequeña aquello de “Pues está maja la Mariló, y lo simpática que es”, mientras sus miembros fláccidos pugnan por ponerse en pie, como sólo un caballero español sabe hacer para cumplimentar a una dama. Lástima que esas chistorras de pura cepa, curtidas en mil batallas de cuando se peleaba con honda, actualmente sean pasto de la Viagra®, con desiguales resultados.
 
 

Luego está el espectro medio, el de los profesionales de mediana edad, que se escapan furtivamente de la oficina a media mañana para ir al gimnasio, y cuando apareces en el monitor de televisión de la sala de fitness, con el sonido apagado, dicen para sus adentros: “Vaya pedazo de tolili el Carlos Herrera, dejar escapar una jaca como ésta”. Si por algún despiste alguien sube el sonido y te pueden escuchan filosofar sobre asuntos de enjundia intelectual, piensan: “Vaya pedazo de tolili el Carlos Herrera, arrimarse a una tía como ésta”.
 
 

Pero lo que no tiene nombre en este programa, admirada y respetada Mariló, es el momento baile. Debes tener compasión de tu colaborador, el doctor Luis Gutiérrez, que ya tiene hasta un grupo Facebook: “Los bailes del Dr. Gutiérrez en La mañana de la 1”. Resulta patético ver a tu galeno contoneándose espasmódicamente en torno a ti, intentando en vano arrimarte la cebolleta, como si de un ritual de apareamiento inconcluso se tratara. Obviaremos el enojoso asunto de que el doctorcito de marras te llega a la altura del melonar. Pasaremos por alto que en un cincuentón gordito y calvo, la combinación blazer-vaqueros tendría que estar vetada en televisión, por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Lo que nos preocupa de verdad es otra cosa, Mariló. El madurito matasanos tiene ya una edad y a buen seguro, las arterias llenas de colesterol. En cuanto empiezas a mover el juju, se pone berraco. Cualquier baile de estos se le va a parar la patata en directo. Y entonces, ¿Quién va a reanimar al médico, si médico y paciente son la misma persona? Vas a tener un disgusto, Mariló, y si no al tiempo. Déjate de bachatas y de sambas, y báilate una jota vestida con un saco, que es más de nuestra tierra, y tiene una carga erótica infinitamente menor.
 
 

 Mariló bonita, aunque no seas de esas que van por ahí presumiendo de currículum, tú has estudiado. Sólo los más allegados sabemos que tienes tu Primaria y tu ESO aprobadas con nota, y sin repetir curso. Tienes idiomas: español hablado y escrito con nivel medio-alto. Tú eres una persona inteligente, porque salta a la vista que lo eres. Por eso no puedes leer todo lo que te ponen por delante como si fueras un par de tetas con ojos. Tú que se ve que cultivas el intelecto, acuérdate de echarle abono y de regarlo de vez en cuando, que en eso es igual que el otro geranio. Y no te agobies por descuidar tu aspecto físico en pantalla, que la audiencia es madura y eso no te lo tiene en cuenta. A ti, te lo perdona todo.

 Dicho sea de paso, no te lo tomes a la tremenda, pero nunca he visto un programa tuyo y no tengo el más mínimo interés en verlo. Yo soy español, y los españoles de bien sólo vemos los documentales de animales de la 2, ya sabes, los leones del Serengueti, las ballenas de Terranova, y todo eso. Me han contado que ayer se te vio el plumero, no el físico sino el intelectual. Tu solita, mirando a cámara, proclamaste con voz firme: “Son las once de la mañana, una hora menos en nuestras queridas islas Canarias”. Ahí es nada. Una muestra de erudición televisiva como hacía años que no se veía en directo. Por todo esto y por mucho más, tus monteradas no son creíbles, Mariló de los Monteros. Estoy convencido de que son parte de una estrategia de marketing preconcebida. Y es que humanamente es imposible que seas tan decidida y absolutamente gilipollas.
 
Quedando a tu indisposición, recibe una cordial pitada. VanityFreakNews.
 
 

sábado, 22 de junio de 2013

Se entregan las primeras viviendas en el P.A.U. Gasol.

       
Cuando en cualquier lugar del mundo se escucha la palabra PAU, lo primero que viene a la mente es la figura del legendario jugador de baloncesto de la NBA, Pau Gasol. Pero como Spain is different, el origen de este término entre nosotros es muy distinto. Las siglas P.A.U. corresponden a Programa de Actuación Urbanística, o al menos eso es lo que dice la wikipedia.  Bonito eufemismo para su verdadero significado: Páramo Actualmente Urbanizado.
 
 

Realmente, un PAU es el máximo exponente del boom inmobiliario activado en  España en los noventa, y detonado sin piedad en la primera década del siglo XXI. La burbuja inmobiliaria nos ha explotado en las narices, liberando toda la mierda que tenía dentro, y salpicando  de excrementos a propios y a extraños. Cuando nos creíamos aquello de que “España va bien”, cabalgábamos felices a lomos de un caballo desbocado llamado Ladrillo. Después de ir toda la vida en burro, era un puntazo montar un corcel. Pero como en el cuento de Cenicienta, al llegar las doce de la noche, el purasangre jerezano volvió a ser el rucio viejo que había sido siempre. La metamorfosis inversa nos pilló en el palacio del príncipe, y nuestras partes pudendas quedaron al descubierto delante de todos los invitados.

El mercado decía que una vivienda de cuarenta millones costaba cien, pero el banco te la tasaba en ciento diez, y te prestaba ciento veinte por si querías cambiar de coche o hacer reforma antes de entrar a vivir. Bien entrado en la treintena, y con un sueldo de mil y pocos euros, firmabas una hipoteca a setenta años. La esperanza de vida en España ronda los ochenta para ellos y los ochenta y cinco para ellas. Entonces, ¿Quién coño iba a seguir pagando la hipoteca de los difuntos? Porque Zombieland no existe y aunque la duquesa de Alba tenga muchísimo dinero (que lo tiene) y sea inmortal (que lo es), tampoco es justo que asuma ella sola la deuda inmobiliaria de todos los españolitos dentro de cien años.
 
 

De los cientos de miles de parejas que quisieron vivir el sueño español, nos fijamos hoy en Samantha Pica y Marco Jonazos, peluquera esteticien con conocimientos básicos de Ofimática, y becario de reponedor en Carrefour, respectivamente. La ilusión de su vida era tener casa propia en Madrid. Como eran presidentes de  club de fans de Miguel Bosé, su primera opción fue Somosaguas A, pero no les llegaba el presupuesto para ser vecinos de su ídolo. Tampoco para Somosaguas B, ni para Prado de Somosaguas. Unos kilómetros más al este estaba Jardín de Somosaguas. Seguía siendo caro. Más lejos aún Buhardilla de Somosaguas, también inalcanzable. Y ya en la provincia de Huelva, encontraron Inodoro de Somosaguas. Era asequible de precio pero estaba un poco distante del centro de la capital, y no les gustó.

No querían vivir en una ciudad dormitorio ni en un barrio proletario, “Porque están llenos de inmigrantes” Rechazaban una casa céntrica pero antigua: “Te dejas un dineral en reformas y sigue siendo un piso viejo”. Las opciones se reducían dramáticamente, hasta que la palabra PAU entró en sus vidas. Se enamoraron de este novedoso concepto. Vivir donde hasta hace dos días pastaba la cabaña caprina entrañaba riesgos, pero afortunadamente la oveja es un animal pacífico, y no conoce el rencor.

Después de quince años como pareja de lecho, de ascensor, de asiento trasero del coche, o de donde se pudiera, decidieron arreglar los papeles. No creían en la Iglesia, y no la pisaban desde su Primera (y única) Comunión, pero como “Algo tiene que haber”, montaron un bodorrio por todo lo alto, con cura y todo, “Uno joven muy enrollado, de esos que hace misas cortitas y cuenta chistes verdes en la homilía”.
 
 

Se fueron de viaje de novios a la Riviera Maya, con una promoción todo incluido de Viajes Carrefour. “Un mes y medio, para descansar de todo el lío de la boda. Los amigos nos decían que aguantáramos un poco más, y así hubiéramos hecho el viaje con el IMSERSO, pero es que a Marqui y a mi nos apetecía un montón irnos ya, en vez de esperar un par de meses”.

La estancia en México fue un desastre. El hotel no tenía menú para diabéticos hipertensos, y Samantha perdió el equipaje de mano donde llevaba su Vaginesil® y la Viagra® de Marco. Y para colmo de males, nevó dos semanas seguidas, en un lugar donde habitualmente, ni siquiera llueve. Así que de vuelta a España, el flamante matrimonio decidió instalarse en casa de doña Paca, la madre de Samantha: “Unos diítas, mientras nos entregan las llaves de la casa”.

Pasaron cinco años y por fin llegó el momento: El nido de amor de los tortolitos estaba listo para ser habitado. Después de tres meses de mudanza, la pareja se trasladó “Con lo puesto y de forma provisional, que las cosas hay que hacerlas bien”. Según salieron por la puerta, doña Paca llamó a un cerrajero veinticuatrohoras, y mandó cambiar la cerradura de su casa, con la intención de hacerse fuerte en ella. Pero Samantha era muy mujer, y tardó diez minutos en llamar a su madre: “Máma, esta casa no me llena tal cual está concebida. Tenemos que hacer unas pequeñas reformas, y cambiar parcialmente la distribución de las habitaciones. Máma, cómo se nota que los arquitectos diseñan casas que luego no van a habitar”.
 
 

Doña Paca, que también era mujer, entendía perfectamente a su hija, pero hasta ella se daba cuenta de lo exagerado de la situación: “¿Y qué opina tu marido, hija?”, se atrevió a preguntar. “Pues ¿Qué va a opinar? Ya sabes cómo son los hombres. No dice nada, no se implica en la casa ni en nuestra relación. Yo soy la que tiene que decidir por los dos y hacerlo todo, y él se limita a asentir. Mal empezamos”, respondió Samantha. “No te preocupes, máma. Esta vez vamos a estar poco tiempo contigo, sólo unas semanitas mientras hacemos la obra”.

Doña Paca acabó esa tarde en Urgencias, víctima de un ataque de ansiedad. Un año y cien mil euros después, la reforma estaba terminada. Tiraron la habitación pequeña y la de invitados para hacer una suite. Pusieron el baño grande donde estaba la cocina, y la cocina donde estaban antes el salón y la mitad norte del vestidor principal. El baño pequeño se lo dieron al recibidor. Unieron la habitación del ordenador, las de los niños y cinco de los seis armarios empotrados, para hacer un salón panorámico con vistas al descampado que lindaba con la urbanización por el sur. Marco fue un día a visitar la obra y quedó temporalmente sepultado entre un muro de contención y la nueva pared del pasillo, que estaban levantando los albañiles a toda velocidad. Al final, con tanto cambio se les olvidó poner inodoros: “Menos mal que nos llevamos fenomenal con los vecinos de al lado, y nos dejan pasar a su casa cuando tenemos necesidad”.

Samantha estaba orgullosa de su casa. Lo que más le gustaba era la chimenea falsa que mandó construir en el salón. Allí, frente al fuego y sobre su abrigo de piel sintética tendido en el suelo, Marco la tomaría salvajemente, como en las películas americanas de serie B. Se despediría para siempre de la frigidez que la atenazaba desde la despedida de soltera (con boy chapero incluido), y volvería a ser la hembra multiorgásmica que siempre había sido desde la EGB.
 
 

Todo era perfecto, pero faltaba la guinda del pastel. Había que presentarse en sociedad, que todo el PAU supiera quienes eran Samantha Pica y Marco Jonazos. Samantha se hizo follower del perfil oficial de Pau Gasol en Twitter, y con dos ovarios, invitó al astro de la canasta a la fiesta de inauguración de la casa. Pau había dado nombre al P.A.U., y ahora sería el padrino de la puesta de largo de los señores de Pica-Jonazos.

El gran Gasol le dijo que buenooo, que el cuatro de Julio tenía un acto promocional en Madrid, y que tal, que lo veía un poco difícil, que a lo mejor en otro viaje… Samantha entendió claramente que aquello era un sí, e incluso que el bueno de Pau estaba golosón con ella.

Fue al banco para pedir una ampliación de la hipoteca, que evidentemente le concedieron sin pedir más explicaciones, y organizó La Fiesta. Fletó autobuses para que los vecinos del otro extremo del PAU pudieran acudir. Hizo montar un castillo hinchable y una piscina de bolas para los niños, y organizó un campeonato de ganchillo para las abuelas. Contrató el catering con El Corte Inglés, camareros uniformados incluidos. Para la música en vivo, se decantó por El sueño de Morfeo, que desde su pelotazo en Eurovisión, tenían menos galas que libros la biblioteca de Belén Esteban. Ahora sí que sería todo perfecto.
 
 

El cuatro de Julio, Pau Gasol aterrizó en el aeródromo privado de Torrejón, al noreste de Madrid. Subió a la parte trasera de un coche negro de alta gama, y tomo rumbo hacia la capital de España. La carretera habitual estaba cortada por un accidente, así que el chófer se tuvo que desviar “unos kilómetros”. Se había instalado una pancarta gigante a la entrada del PAU, con la leyenda: “Pau, bienvenido a tu P.A.U.”. La muchedumbre ocupaba los dos lados de la carretera de acceso, aguantando estoicamente a pleno sol. Samantha engalanada con sus mejores galas, lucía con gracia sin igual, el chándal de los domingos y los zapatos de su boda.

Mientras, Marco permanecía apostado en la azotea del edificio más alto, intentando atisbar en el horizonte la llegada de Gasol. De pronto, un Audi A8 negro emergió de la nada, acercándose al PAU a gran velocidad. Marco dió el rebuzno de alarma. La tensión se palpaba en el ambiente. El coche pasó como un rayo bajo la pancarta de bienvenida, y un segundo después estaba tan lejos que ya no se podía leer su matrícula trasera. La situación parecía calcada de la secuencia final de “Bienvenido Mr Marshall”, y es que hay veces que la realidad supera, o al menos iguala, a la ficción. VanityFreakNews.
 
 

 Nota del autor: Que no se me mosquee ningún lector (ya me gustaría a mí vivir en un P.A.U.). Los personajes y situaciones incluidos en este relato son ficticios, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Además, el ocupante del Audi A8 no era Pau Gasol, sino un pijo que iba a comprar coca a un poblado marginal cercano al P.A.U.

 

sábado, 15 de junio de 2013

Rotundo éxito de la campaña de Scottex: “Papeles para todos”.

 
En contra de lo que pensamos erróneamente cuarenta y siete millones de españoles, las grandes multinacionales no son entes demoníacos. No se trata de organizaciones esclavistas que explotan seres humanos en el Tercer Mundo. Es mentira que les paguen salarios miserables por productos que luego venden como artículos de lujo en los países ricos. No es verdad que desconozcan conceptos como seguridad laboral, organización sindical, o protección social. Y es rotundamente falso que tengan en sus plantillas a tiernos infantes, que en muchos casos no sobrepasan los diez años de edad.
Al contrario. Estas empresas luchan contra la precariedad laboral, y fomentan la conciliación familiar, amén de participar en proyectos de cooperación con países subdesarrollados, y organizar infinidad de actos benéficos. Siguiendo esta línea de actuación, Scottex, líder mundial en el sector de la higiene íntima, ha firmado un convenio con el Ministerio del Interior, y ha puesto en marcha la campaña: “Papeles para todos”, cuya población diana es la masa de inmigrantes ilegales que pululan por los pueblos y ciudades de España, con el único afán de ganarse la vida.
 
 
El líder de esta iniciativa humanitaria es Pocholo Lagunero, portavoz adjunto del subsecretario primero de Relaciones Institucionales con las minorías étnicas, de la Comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. El señor Lagunero atendió amablemente a Vanity Freak News, y después de una entrevista convencional, nos confesó off the record lo que verdaderamente pensaba.
Como no podía ser de otra manera, y siguiendo fielmente una tradición ancestral, en Vanity Freak News nos pasamos el secreto profesional por el forro de nuestros caprichos. A continuación, ofrecemos a nuestra legión de lectores esta primicia informativa, que revela como es un político (es indiferente el partido al que pertenezca) cuando habla a calzón quitao:
 
 
“Que nadie ponga en duda el afán de los responsables políticos por integrar a los extranjeros que vienen a vivir a España. No podemos regularizar la situación de todos, pero en algunos casos de emergencia social, les hemos concedido hasta la nacionalidad española. Ahí está Mario Vargas Llosa, ese humilde chico peruano que escribe libros de vez en cuando, no sin cierto éxito. O más recientemente, Serge Ibaka, ese mocetón congoleño que juega en la NBA, y que tras jurar la Constitución, defiende los colores de la selección nacional, rezumando tanta españolidad como un Döner Kebab.
 
 
Recientemente le hemos hecho una oferta a Bono. No me refiero al político manchego, sino al líder de los U2. Queremos que se haga español, y mandarlo a Eurovisión todos los años, a ver si así dejamos de hacer el ridículo, de una puta vez. Se le han ofrecido diez millones de euros netos, depositados en un paraíso fiscal, una finca en Marbella, otra en Ibiza, una camiseta del Real Madrid, firmada por los dos o tres jugadores que saben escribir, y un CD de coplas cantadas en español. Estoy convencido de que este último punto va a ser determinante para que de su brazo a torcer”.
 
 
Pocholo Lagunero se muestra lenguaraz, y continúa desgranando su ideario político: “Hace unas semanas me impresionó la noticia de que Venezuela iba a importar cincuenta millones de rollos de papel higiénico para abastecer las posaderas de la población. Me vino a la mente la oronda figura de su presidente Nicolás Maduro, y pensé que al menos un millón de rollos se los llevarían en exclusiva, las mastodónticas nalgas presidenciales.
Inmediatamente, en una muestra inequívoca de mi habitual rapidez mental, extrapolé la situación de los agujeros negros venezolanos con el de los ojetes pertenecientes a los extranjeros residentes en España. Mire usted, yo no soy xenófobo, ni tan siquiera racista, pero uno de los problemas de los inmigrantes, sobre todo cuando son ilegales, es la falta de rigor en el aseo personal. Vienen de países desfavorecidos, muchos han crecido en un medio rural, y no están familiarizados con los usos cotidianos de la civilización europea. El consumo de papel higiénico es todavía marginal, y la inmensa mayoría se limpia digitalmente. Que nadie se llame a engaño. No es que hagan uso de la Informática cuando van al cuarto de baño, sino que utilizan lo que viene siendo la mano.
 
 
Este era un tema capital. Nos pusimos manos a la obra, nunca mejor dicho. Hablamos con la gente de Scottex, y enseguida llegamos a un acuerdo. Tenían una partida tarada de dos millones de rollos, que iba a ser incinerada. No había podido pasar los controles sanitarios, debido a que por un defecto de fabricación, el papel tenía la misma textura que la lija de doble cero. Los inspectores de Sanidad testaron dermatológicamente los rollos en Romualdo, el elefante africano más grande del Zoo de Madrid, con el resultado de que el bueno del paquidermo acabó con el culo más pelado que un mandril, y lleno de estrías.
 
 
Evidentemente, el papel defectuoso no podría ser utilizado para el consumo animal, pero con los inmigrantes no habría problema. Al fin y al cabo, son gente que está en un país que no es el suyo. Deben aguantar lo que les caiga, y además estar agradecidos.
Canalizamos la ayuda a través de la ONG “Limpiaculos sin fronteras”. Mantenemos una larga relación profesional y de amistad con su presidenta, Maika Galera. Nada más poner en marcha la campaña “Papeles para todos”, la sede central de la ONG en Toledo se llenó de solicitantes”, asevera con un poso de orgullo, Pocholo Lagunero.
Vanity Freak News pudo comprobar como la cola daba la vuelta a la manzana, atravesaba el casco histórico, cruzaba el puente viejo sobre el Tajo, llegaba a la carretera de Madrid, y desde ahí continuaba como un reguero de hormigas, finalizando a escasos diez kilómetros de la capital de España.
La interminable hilera humana era una Torre de Babel, donde un crisol de razas y nacionalidades, se dirigía a paso de tortuga hacia la tierra prometida. Todos anhelaban los “papeles”, un documento que les permitiría no ser repatriados, y les daría la oportunidad de seguir luchando por alcanzar el sueño español. La mayor parte todavía no entendían ni hablaban con fluidez en la lengua de Yola Berrocal, por lo que al salir de la ONG, su cara denotaba estupefacción. En una mano portaban un rollo de papel higiénico, y en la otra un tríptico, donde se explicaban las maniobras básicas de higiene personal tras la defecación.
 
 
Uno de estos inmigrantes salió de la fila y se abalanzó sobre nuestro micrófono: “Mi nombre es Youssef  Mokalu, mi padre era nigeriano, y mi madre marroquí. Estoy casado con una judía, y mis dos hijos son españoles. Mi familia y yo vinimos a España en busca de una vida digna. No soy un delincuente, ni vengo a quitarle el trabajo a nadie. No voy a solicitar al Estado español que me dé un subsidio.
Soy joven y fuerte. Lo único que pido es que alguien me dé la oportunidad de trabajar en lo que sea, para poder alimentar a mis hijos. Mi nombre es Youssef Mokalu, ciudadano de ese mundo global donde los poderosos dicen que ya no existen razas ni fronteras”. VanityFreakNews.
 
         



 

sábado, 8 de junio de 2013

El bañador fardahuevos será tendencia este verano.



Tom Tolaba es sinónimo de tendencia. No tenemos noticia de cómo prosperó hasta convertirse en el gurú de la moda mundial, pero Tom dicta cada temporada lo que es in y lo que es out. Él decide arbitrariamente quién debe ser la it girl del momento, y qué niña tonta debe destronar a la niña tonta previa.
 
 

Un comentario intrascendente de Tom en el front row de un desfile, puede suponer la ruina de un diseñador, o la coronación de otro. Es admirado y temido a partes iguales. El simple anuncio de su presencia en un show room, indica que algo gordo se está gestando (y no nos referimos a que la madre de Falete vuelva a estar embarazada). Resulta sorprendente que un señor de edad avanzada, medio calvo, miope, regordete, y que apenas sobrepasa el metro sesenta con alzas, sea el referente estético de millones de personas en todo el mundo. Así lleva ocurriendo desde hace una década, y no tiene visos de cambiar.
 
 

Tom Tolaba ha reconocido que las grandes ideas le sobrevienen cuando está sudando en el giñasio. Efectivamente,  no cuando levanta pesas como un autómata, sino cuando está apretando de lo lindo en el cuarto de baño. Y es que al parecer, va estreñido desde chiquitito. Su método de trabajo no es la inspiración divina, sino la inspiración forzada con la glotis cerrada, maniobra ancestral para favorecer el reflejo fisiológico de la defecación. Para tan ardua y productiva labor, Tom siempre va provisto de la prensa rosa de la semana. Primero la lee, y luego se limpia con ella el tercer ojo.

 Así fue como una fría tarde de Diciembre, media hora después de dar buena cuenta de un cocido madrileño de tres vuelcos, Tom se dirigió con puntualidad británica a su habitual reunión postprandial con la taza del water. Entre deflagración y deflagración, y mientras externalizaba el cocido, el tonto de Tom Tolaba decidió que el verano siguiente, todo varón que quisiera ser trendy, tendría que lucir un bañador fardahuevos en sus escapadas a la playa o a la piscina. ¡Qué grandísimo hijo de puta!
 
 

Como no podía ser de otra  manera, el culpable de este atentado estético, fue un futbolista, y además uno de los más grandes, don Andrés Iniesta. El héroe de Sudáfrica, el jugador que nos dio la gloria de ganar un mundial, se convirtió sin saberlo en fuente de todas nuestras desdichas. Porque un fardahuevos, además de ser extremadamente hortera, es incomodísimo. Cualquiera que haya llevado la masculinidad constreñida por una de estas prendas infames, sabe de lo que estamos hablando.

El bueno de Iniesta  se había ido con su churri a pasar unos días a una playa paradisíaca, para descansar de la durísima vida de futbolista. Al parecer, en Barcelona no sólo se dejaron las maletas, sino también el buen gusto. Desde Úrsula Andress emergiendo del mar en "007 contra el Dr. No", ataviada  con un sucinto (para la época) bikini blanco, no habíamos vivido otra salida/entrada del agua con tanto glamour.
 
 

El bañador del genio de Fuentealbilla era extremadamente pequeño, incluso más que el de la Andress. Pero con ser esto malo, no era lo peor. Lo verdaderamente sangrante era el estampado imposible de la prenda en cuestión. Indefinible, horroroso, gicho. Algún alma pura apuntó que el dibujo era un repelente para los tiburones. Desconocemos este particular, pero lo que sí es cierto es que la foto era el antídoto contra la lujuria. ¡Dios bendito! Diez años en una isla desierta con Iniesta así desvestido y ni un mal pensamiento libidinoso. Melena al viento, barba a medio crecer, piel blanco aspirina, y tableta de chocolate abdominal, suponemos que deglutida, aunque sin rastro externo visible del cacao.
 
 

El gran pelotero español, fue inmortalizado de esta guisa por un paparazzi, que posteriormente vendió el reportaje gráfico a la revista “¡Qué me dices!”, uno de cuyos ejemplares, aterrizó por desgracia en el cuarto de baño de Tom Tolaba. Como buen gurú, Tom desprecia al hombre en general y odia a la mujer en particular. Sólo así se pueden explicar el binomio blazer-vaqueros, los bañadores hasta el tobillo, el flequillo a lo “Cuéntame”, y las gafas de pasta para ellos; así como las faldas tubo, las faldas maxibraga, los zapatos chupamelapunta, los tacones de plataforma, y el estampado de guepardo para ellas.

Por no hablar del peso. ¿De verdad alguna mujer piensa que a los hombres normales nos atraen los ideales de belleza que salen en la televisión? El macho ibérico, al igual que el neozelandés, es un fanático de la carne: Poco hecha, pasada o al punto, pero carne al fin y al cabo. Esto les ocurre hasta a los varones vegetarianos.
 
 

El pescado es preferible que se quede en el mar que es su hábitat natural, por mucho que el Tom Tolaba de turno se empeñe en que todas las mujeres sean como Kate Moss. No es que “ellos las prefieren gordas, gordas y apretás”, como cantaba la Orquesta  Mondragón de Javier Gurruchaga en los ochenta. Pero al género masculino le gusta tener donde agarrarse (por si pierde el equilibrio), y si puede elegir, se decanta por las carreteras sinuosas plagadas de curvas, en vez de esas autopistas rectas interminables donde te duermes conduciendo de puro aburrimiento.
 
 

En este tema, el consenso es amplio. El españolito medio, ya sea product manager o albañil, siempre rebuzna ante una buena grupa. Jamona, jaquetona y caballona son palabras desafortunadas y peyorativas, pero constituyen el ideal de belleza real del imaginario masculino, y no la mierda que nos quieren vender, desde los oráculos de la moda.

Muchas veces hemos oído en boca de una mujer eso de: “Llegada a cierta edad, tienes que elegir entre tener cara o tener culo”. Allá cada cual, pero cuánto daño está haciendo el tofu en las relaciones de pareja. La vida es alegría y una de las mayores alegrías es un buen cañonazo de potaje. Y es que no hay cosa más triste que pasear un día cualquiera por la Milla de Oro de Madrid. Vista una mujer, ya has visto a todas: Cuarenta y cinco kilos escurridos, melena rubia teñida con cejas negras naturales, todas las cirugías estéticas que el lector pueda imaginar, taconazos, jeans gastados y ajustados como una segunda piel, blusa entallada preferiblemente blanca y desabrochada para enseñar todo sin que se vea nada, joyas pocas y discretas, cara de todomehueleamierda, y por encima de todo, una expresión facial de malfollada que no puede con ella.

Naturalmente, “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, y ningún hombre tiene derecho a opinar sobre cómo tiene que vestir o cuánto tiene que pesar una mujer, aunque sea la suya. Si la fémina en cuestión se siente deseada y superatractiva, pareciendo un ultracongelado de La Sirena, adelante.

Pero a quien pueda interesar: El cien por cien de los hombres que conozco, entre cara y culo, elegirían siempre lo segundo. Palabra de macho español. VanityFreakNews.

P.D.: Si mi otra mitad quiere que sea trendy, yo me compro un fardahuevos como el de Iniesta  y arreglado. Aunque conociéndola como la conozco, creo que no tendré que pasar por ese luctuoso trance, y podré seguir llevando mis bermudas habituales. Bufffff.