En contra de lo que pensamos erróneamente cuarenta y siete
millones de españoles, las grandes multinacionales no son entes demoníacos. No
se trata de organizaciones esclavistas que explotan seres humanos en el Tercer
Mundo. Es mentira que les paguen salarios miserables por productos que luego
venden como artículos de lujo en los países ricos. No es verdad que desconozcan
conceptos como seguridad laboral, organización sindical, o protección social. Y
es rotundamente falso que tengan en sus plantillas a tiernos infantes, que en
muchos casos no sobrepasan los diez años de edad.
Al contrario. Estas empresas luchan contra la precariedad
laboral, y fomentan la conciliación familiar, amén de participar en proyectos
de cooperación con países subdesarrollados, y organizar infinidad de actos
benéficos. Siguiendo esta línea de actuación, Scottex, líder mundial en el
sector de la higiene íntima, ha firmado un convenio con el Ministerio del Interior,
y ha puesto en marcha la campaña: “Papeles para todos”, cuya población diana es
la masa de inmigrantes ilegales que pululan por los pueblos y ciudades de
España, con el único afán de ganarse la vida.
El líder de esta iniciativa humanitaria es Pocholo Lagunero,
portavoz adjunto del subsecretario primero de Relaciones Institucionales con
las minorías étnicas, de la Comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. El señor
Lagunero atendió amablemente a Vanity Freak News, y después de una entrevista
convencional, nos confesó off the record
lo que verdaderamente pensaba.
Como no podía ser de otra manera, y siguiendo fielmente una
tradición ancestral, en Vanity Freak News nos pasamos el secreto profesional
por el forro de nuestros caprichos. A continuación, ofrecemos a nuestra legión
de lectores esta primicia informativa, que revela como es un político (es
indiferente el partido al que pertenezca) cuando habla a calzón quitao:
“Que nadie ponga en duda el afán de los responsables
políticos por integrar a los extranjeros que vienen a vivir a España. No
podemos regularizar la situación de todos, pero en algunos casos de emergencia
social, les hemos concedido hasta la nacionalidad española. Ahí está Mario
Vargas Llosa, ese humilde chico peruano que escribe libros de vez en cuando, no
sin cierto éxito. O más recientemente, Serge Ibaka, ese mocetón congoleño que
juega en la NBA, y que tras jurar la Constitución, defiende los colores de la
selección nacional, rezumando tanta españolidad como un Döner Kebab.
Recientemente le hemos hecho una oferta a Bono. No me
refiero al político manchego, sino al líder de los U2. Queremos que se haga
español, y mandarlo a Eurovisión todos los años, a ver si así dejamos de hacer
el ridículo, de una puta vez. Se le han ofrecido diez millones de euros netos,
depositados en un paraíso fiscal, una finca en Marbella, otra en Ibiza, una
camiseta del Real Madrid, firmada por los dos o tres jugadores que saben
escribir, y un CD de coplas cantadas en español. Estoy convencido de que este último
punto va a ser determinante para que de su brazo a torcer”.
Pocholo Lagunero se muestra lenguaraz, y continúa desgranando
su ideario político: “Hace unas semanas me impresionó la noticia de que
Venezuela iba a importar cincuenta millones de rollos de papel higiénico para
abastecer las posaderas de la población. Me vino a la mente la oronda figura de
su presidente Nicolás Maduro, y pensé que al menos un millón de rollos se los
llevarían en exclusiva, las mastodónticas nalgas presidenciales.
Inmediatamente, en una muestra inequívoca de mi habitual
rapidez mental, extrapolé la situación de los agujeros negros venezolanos con
el de los ojetes pertenecientes a los extranjeros residentes en España. Mire
usted, yo no soy xenófobo, ni tan siquiera racista, pero uno de los problemas
de los inmigrantes, sobre todo cuando son ilegales, es la falta de rigor en el
aseo personal. Vienen de países desfavorecidos, muchos han crecido en un medio
rural, y no están familiarizados con los usos cotidianos de la civilización
europea. El consumo de papel higiénico es todavía marginal, y la inmensa
mayoría se limpia digitalmente. Que nadie se llame a engaño. No es que hagan
uso de la Informática cuando van al cuarto de baño, sino que utilizan lo que
viene siendo la mano.
Este era un tema capital. Nos pusimos manos a la obra, nunca
mejor dicho. Hablamos con la gente de Scottex, y enseguida llegamos a un acuerdo.
Tenían una partida tarada de dos millones de rollos, que iba a ser incinerada.
No había podido pasar los controles sanitarios, debido a que por un defecto de
fabricación, el papel tenía la misma textura que la lija de doble cero. Los inspectores
de Sanidad testaron dermatológicamente los rollos en Romualdo, el elefante
africano más grande del Zoo de Madrid, con el resultado de que el bueno del paquidermo
acabó con el culo más pelado que un mandril, y lleno de estrías.
Evidentemente, el papel defectuoso no podría ser utilizado
para el consumo animal, pero con los inmigrantes no habría problema. Al fin y
al cabo, son gente que está en un país que no es el suyo. Deben aguantar lo que
les caiga, y además estar agradecidos.
Canalizamos la ayuda a través de la ONG “Limpiaculos sin
fronteras”. Mantenemos una larga relación profesional y de amistad con su
presidenta, Maika Galera. Nada más poner en marcha la campaña “Papeles para
todos”, la sede central de la ONG en Toledo se llenó de solicitantes”, asevera
con un poso de orgullo, Pocholo Lagunero.
Vanity Freak News pudo comprobar como la cola daba la vuelta
a la manzana, atravesaba el casco histórico, cruzaba el puente viejo sobre el
Tajo, llegaba a la carretera de Madrid, y desde ahí continuaba como un reguero
de hormigas, finalizando a escasos diez kilómetros de la capital de España.
La interminable hilera humana era una Torre de Babel, donde
un crisol de razas y nacionalidades, se dirigía a paso de tortuga hacia la
tierra prometida. Todos anhelaban los “papeles”, un documento que les
permitiría no ser repatriados, y les daría la oportunidad de seguir luchando
por alcanzar el sueño español. La mayor parte todavía no entendían ni hablaban con
fluidez en la lengua de Yola Berrocal, por lo que al salir de la ONG, su cara
denotaba estupefacción. En una mano portaban un rollo de papel higiénico, y en
la otra un tríptico, donde se explicaban las maniobras básicas de higiene
personal tras la defecación.
Uno de estos inmigrantes salió de la fila y se abalanzó
sobre nuestro micrófono: “Mi nombre es Youssef Mokalu, mi padre era nigeriano, y mi madre
marroquí. Estoy casado con una judía, y mis dos hijos son españoles. Mi familia
y yo vinimos a España en busca de una vida digna. No soy un delincuente, ni
vengo a quitarle el trabajo a nadie. No voy a solicitar al Estado español que me
dé un subsidio.
Soy joven y fuerte. Lo único que pido es que alguien me dé
la oportunidad de trabajar en lo que sea, para poder alimentar a mis hijos. Mi
nombre es Youssef Mokalu, ciudadano de ese mundo global donde los poderosos
dicen que ya no existen razas ni fronteras”. VanityFreakNews.
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