domingo, 30 de junio de 2013

Mariló Montero hace un comentario casi inteligente.

       
         Mariló Montero ha vuelto a montar la mundial. Algo tiene esta mujer que cada vez que habla sube el pan. En esta ocasión, no reflexionó sobre si el receptor de un órgano trasplantado de un criminal, recibiría también la mentalidad asesina. Esta vez, no ridiculizó en directo a la simpar Anne Igartiburu, creando una de las situaciones más embarazosas que se recuerdan: “¿Estás oxidada, Anne?”. Tampoco rompió las reglas básicas de la diplomacia y el buen gusto, al interpelar a El sueño de Morfeo, nuestros representantes en Eurovisión 2013: "¿Quiénes son los favoritos? ¿En qué puesto creéis que vais a quedar, del 10 para arriba o del 10 para abajo?". Sin palabras.



Mariló fue mucho más allá. Mientras narraba el cortejo funerario de la gran Sara Montiel por las calles de Madrid, no se le ocurrió otra cosa que preguntar a la reportera: “¿Qué hay dentro del coche fúnebre de Sara Montiel?” Así, como lo leeis. Claro, que si la pregunta fue estulta, no lo fue menos la respuesta: “Los restos mortales de la actriz”.

Hace ya unos cuantos años, Mariló apareció en nuestras vidas siendo una jovenzuela jaquetona y apocada. Una presentadora de perfil bajo, que no sobresalía por nada en especial. Porque estaremos de acuerdo en que leer un telepronter sin trabucarse cinco veces por segundo, podría hacerlo hasta la enemiga íntima de Mariló, Anne Igartiburu. La pregunta es obligada: ¿Por qué entonces la bella Anne se equivoca más que María Escario en un mal día?

Mariló Montero desapareció de la parrilla televisiva nacional al poco de casarse con Carlos Herrera. Varón con hechuras de señorito andaluz  y aires de chulapón castizo. Periodista de casta y superestrella radiofónica. Pero todo lo que empieza acaba, y a ellos, como a tanta gente, se les rompió el amor de tanto usarlo. Ahora, separada y reinventada, Mariló es la dueña de “La mañana de la 1”, un magazine que está haciendo más por fomentar el hábito de la lectura entre los españoles, que todas las campañas del Ministerio de Cultura juntas.
 
 

Por esto y mucho más nos atrevemos a escribir esta carta abierta a Mariló Montero, Fénix de los Ingenios, niña prodigio y prodigio de mujer, superdotada intelectual y física:

Mariló, criatura, tú conoces aquello que cantaba tan bonito Manolo Escobar de: ♫Julio Romero de Torres, pintó a la mujer, morena♫ y eres consciente de que si don Julio te hubiera conocido, te hubiera querido pintar lo que viene siendo en pelotas. Porque te sabes buenorra, Mariló, lo sabes, pero no le das importancia. Es más, lo ocultas por todos los medios habidos y por haber. Nunca se te ha conocido en pantalla una minifalda, ni unos taconazos de aguja. Ni mucho menos una camiseta ajustada, y por supuesto, jamás un escote o una transparencia. Antes muerta. Que la valoren a una por lo que vale como profesional, y no por lo maciza que está.

Maquillaje lo justito, nada de someterse a una operación de chapa y pintura en cada programa. Para eso ya está Ana Rosa Quintana, esa ¿mujer? que como siga rejuveneciendo va a acabar presentando el Club Disney. Y el pelo recogido o en coleta, nada que ver con esas colegas que les trae por culo el Protocolo de Kioto y la capa de ozono, y se cardan con laca hasta el totete.
 
 

Eres el oscuro objeto de deseo de media España (la otra media todavía no te conoce), pero vives ajena a ello porque es algo que jamás se te hubiera pasado por la cabeza. Tu target es como el de los juegos Educa, de nueve a noventa y nueve años. No hay más que hacer una pasada por youtube, para encontrar un sinfín de vídeos, colgados por adolescentes colgados, por onanistas impenitentes carcomidos por el acné, para quien eres su diosa: “Mariló piernas”, “Mariló sexy”, “Mariló cuero”, “Mariló marcando”, “Mariló pecho”,  son sólo una pequeña muestra de tu filmografía youtubera más visitada.

En el otro extremo están los sesentones prejubilados, y los setentones jubilados de todo. Esos que cuando te ven en sus televisiones de  plasma compradas de oferta en el Carrefour, dicen con la boca pequeña aquello de “Pues está maja la Mariló, y lo simpática que es”, mientras sus miembros fláccidos pugnan por ponerse en pie, como sólo un caballero español sabe hacer para cumplimentar a una dama. Lástima que esas chistorras de pura cepa, curtidas en mil batallas de cuando se peleaba con honda, actualmente sean pasto de la Viagra®, con desiguales resultados.
 
 

Luego está el espectro medio, el de los profesionales de mediana edad, que se escapan furtivamente de la oficina a media mañana para ir al gimnasio, y cuando apareces en el monitor de televisión de la sala de fitness, con el sonido apagado, dicen para sus adentros: “Vaya pedazo de tolili el Carlos Herrera, dejar escapar una jaca como ésta”. Si por algún despiste alguien sube el sonido y te pueden escuchan filosofar sobre asuntos de enjundia intelectual, piensan: “Vaya pedazo de tolili el Carlos Herrera, arrimarse a una tía como ésta”.
 
 

Pero lo que no tiene nombre en este programa, admirada y respetada Mariló, es el momento baile. Debes tener compasión de tu colaborador, el doctor Luis Gutiérrez, que ya tiene hasta un grupo Facebook: “Los bailes del Dr. Gutiérrez en La mañana de la 1”. Resulta patético ver a tu galeno contoneándose espasmódicamente en torno a ti, intentando en vano arrimarte la cebolleta, como si de un ritual de apareamiento inconcluso se tratara. Obviaremos el enojoso asunto de que el doctorcito de marras te llega a la altura del melonar. Pasaremos por alto que en un cincuentón gordito y calvo, la combinación blazer-vaqueros tendría que estar vetada en televisión, por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Lo que nos preocupa de verdad es otra cosa, Mariló. El madurito matasanos tiene ya una edad y a buen seguro, las arterias llenas de colesterol. En cuanto empiezas a mover el juju, se pone berraco. Cualquier baile de estos se le va a parar la patata en directo. Y entonces, ¿Quién va a reanimar al médico, si médico y paciente son la misma persona? Vas a tener un disgusto, Mariló, y si no al tiempo. Déjate de bachatas y de sambas, y báilate una jota vestida con un saco, que es más de nuestra tierra, y tiene una carga erótica infinitamente menor.
 
 

 Mariló bonita, aunque no seas de esas que van por ahí presumiendo de currículum, tú has estudiado. Sólo los más allegados sabemos que tienes tu Primaria y tu ESO aprobadas con nota, y sin repetir curso. Tienes idiomas: español hablado y escrito con nivel medio-alto. Tú eres una persona inteligente, porque salta a la vista que lo eres. Por eso no puedes leer todo lo que te ponen por delante como si fueras un par de tetas con ojos. Tú que se ve que cultivas el intelecto, acuérdate de echarle abono y de regarlo de vez en cuando, que en eso es igual que el otro geranio. Y no te agobies por descuidar tu aspecto físico en pantalla, que la audiencia es madura y eso no te lo tiene en cuenta. A ti, te lo perdona todo.

 Dicho sea de paso, no te lo tomes a la tremenda, pero nunca he visto un programa tuyo y no tengo el más mínimo interés en verlo. Yo soy español, y los españoles de bien sólo vemos los documentales de animales de la 2, ya sabes, los leones del Serengueti, las ballenas de Terranova, y todo eso. Me han contado que ayer se te vio el plumero, no el físico sino el intelectual. Tu solita, mirando a cámara, proclamaste con voz firme: “Son las once de la mañana, una hora menos en nuestras queridas islas Canarias”. Ahí es nada. Una muestra de erudición televisiva como hacía años que no se veía en directo. Por todo esto y por mucho más, tus monteradas no son creíbles, Mariló de los Monteros. Estoy convencido de que son parte de una estrategia de marketing preconcebida. Y es que humanamente es imposible que seas tan decidida y absolutamente gilipollas.
 
Quedando a tu indisposición, recibe una cordial pitada. VanityFreakNews.
 
 

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