domingo, 15 de enero de 2012

La Bueno, el feo y la mala

Las Navidades de 2011 han sido las más tristes que recuerdo, no sólo por la luctuosa situación de nuestra economía, sino por el devenir existencial de las televisiones españolas. “Nochebuena con Raphael” era una tradición primigenia, transmitida de padres a hijos, por vía oral y después audiovisual. El incombustible artista de Linares, Jaén, Andalucía, España, no acudió a la cita. La noche más entrañable del año quedó huérfana, sin el hombre que amenizó la entronización de Nerón, y cantó en la inauguración del Partenón. Los directivos del ente público nos privaron de una nueva edición, de ese show iconoclasta y transgresor, que ha sido vendido a otros países del nivel cultural de Swazilandia, Malta, y Bangladesh. Profesional de pies a cabeza, todos le hemos visto actuar y hasta cantar, afónico, disfónico, convaleciente, y en los últimos tiempos incluso, menopaúsico. Cuentan los más viejos del lugar que Di Stefano fué un extraordinario jugador de fútbol, pero resultaría patético ver al astro jugar actualmente. Raphael no se ha dado nunca por aludido, y como si de un personaje de Cocoon se tratara, una y otra vez nos ha deleitado con el mismo puto repertorio, cantado cada Navidad un tono por debajo respecto a la anterior. La entrañable gala tenía menos audiencia que el consultorio de tarot evolutivo de Esperanza Gracia, así que los prohombres de TVE sustituyeron a la momia de piñata inmaculada y peluca enlacada, por un artista contemporáneo, el gran Sergio Dalma. Los mandamases de Tele 5, por su parte, decidieron contraprogramar con la viuda de España, la otrora bella y siempre velluda Maribel, más conocida como la Pantoja. El programa de Sergio Dalma funcionó de maravilla, pese a ser una fórmula calcada de la del divo geriátrico: un puñado de canciones clásicas interpretadas a dúo, con Alaska (fija en cualquier acontecimiento televisivo, ya sea deportivo, científico, e incluso musical), y un ramillete de primeras figuras.

El de Isabel Pantoja fue un espectáculo sólo apto para sus incondicionales, que por otra parte son legión. Rancio, repetitivo, y aburrido, nadie podría darse por sorprendido, si dentro de nueve meses, España registra un baby boom, porque la noche invitaba a entregarse a los placeres de la carne incluso al vegetariano más radical. Los mismos trajes de siempre, e idéntica plana realización, para un bodrio que se constituyó en insulso anticipo, de lo que acontecería después en Nochevieja.

Empeñada en revolucionar el medio, y en rizar el rizo, Tele 5 lleva años intentando dar la campanada en las Campanadas. Belén Esteban había dejado el listón tan bajo, que en 2011 era muy fácil superarlo, pero la cadena decidió apostar sobre seguro, con un tridente de lujo: Jorge Javier Vázquez (de ahora en adelante, Jogejavié), su presentador estrella; Isabel Pantoja; y su apolíneo desdendiente, el hotentote de Heliópolis, Kiko Rivera. Faltó Jessica.

 
                                                 

Efectivamente, en una España azotada por la crisis, donde los jóvenes tienen un horizonte laboral más negro que el futuro procesal del talonmanista Urdangarín, proliferan los personajes del colorín, cuyo único mérito para alcanzar la fama, ha sido compartir cama y fluidos con un famoso durante un tiempo indeterminado. A esta subespecie pertenece la buena de Jessica Bueno, hasta hace pocas fechas, chica oficial de Ki Kong Rivera. Kiko es a la belleza, lo que Nieves Herrero al periodismo, pero ahí está: estandarte indiscutible del pichabravismo ibérico, costumbre ancestral que tiene en este pedazo de carne con ojos a un líder natural. ¿Se hubiera fijado "la Jessi" en Kiko, si este hubiera sido reponedor en Carrefour? Presiento que no. Ella venía de una corta relación con otro inseminador nato, el tenista Feliciano López, conocido por su destreza con la raqueta fuera de las pistas, más que por su profesión. Cuentan que la joven conoció a Kiko en una filmoteca, durante un ciclo de cine mudo japonés. Entra palomita y palomita, la introspección intelectual compartida dió paso a los sentimientos. Poco le importó a esta potranca sacarle dos cabezas a su galán. El verbo dulce del apuesto mancebo encandiló a la damisela, y la relación fue creciendo con banda sonora de Estopa, y estética poligonera. El tiempo que ha compartido esta jaca con el eslabón perdido, es una inversión segura. De perfecta desconocida a personaje, en dos meses y otros tantos revolcones cochineros. Y ahora, a monetizar su historia en revistas y subproductos televisivos. Aun en el improbable caso de que Jessi obtenga el Premio Nobel en el futuro, siempre será la exnovia del hijo de la Pantoja.

Kiko nunca lo ha tenido fácil. Huérfano de padre de forma prematura, su vida quedó marcada para siempre cuando siendo todavía un niño, apareció en brazos de su madre durante una de sus actuaciones. Quién no recuerda aquel: “Hijo mío, tu eres de …”, y como el pequeño homínido contestaba con un hilo de voz: “Cannneeeee”. Se convirtió en el hazmerreír nacional, e inmediatamente fue rebautizado como Paquirrín. El manto materno lo escondía de la opinión pública, y los años fueron pasando hasta que el bueno de Francisco llegó a la siempre difícil edad de la adolescencia. En casa tenía espejos, y cada vez que se miraba, debía pensar: “¿Cómo es posible que teniendo como hermanastros a dos los hombres más guapos de España, yo sea tan jodidamente feo? ¿Cómo puedo ser barbilampiño, siendo mi madre una rastafari facial?" Se convirtió en un rebelde sin causa, y al modo de los pobres niños ricos, empezó a vivir de noche, con todo lo que ello conlleva. Novias, novietas, ligues, folla-amigas, una lista interminable que llegó a competir en número, pero no en calidad, con la de sus hermanos. Tocó fondo. Su suerte parecía echada, pero Santiago Segura, siempre oportunista, le dió el papel coprotagonista en la cuarta entrega de la saga Torrente.  Después, un productor televisivo le sacó definitivamente del pozo, al darle asilo en “Supervivientes” (nunca un nombre de programa fue tan acertado, como en el caso de nuestro ceporrus ibericus más conocido). Así, descubrimos al verdadero Kiko: pillo, pícaro, ocurrente, y sobre todo, cualquier cosa menos tonto.

Mientras tanto, Isabel está encantada de la vida. Después de años de parecer la madrastra de Blancanieves, presa de un encabronamiento visceral contra los periodistas, ahora se muestra feliz, y hasta simpática. Verla convertida en amiga del alma de su enemigo histórico Jogejavié es bastante llamativo. A mediados de año, tendrá que sentarse en el banquillo, y responder ante la justicia. Pero hasta entonces, disfruta el momento: carrera profesional relanzada, y la ansiada estabilidad de su queridísimo hijo. Ella piensa que Jessica ha tenido mucho que ver en la bonancible situación de Kiko, por lo que mira con agrado a la ajamonada joven. Acostumbrada como está, a que las acompañantes de su vástago tengan menos glamour que el salami, y más horas de vuelo que un avión comercial rumano, se conforma con verlo feliz.

Así las cosas, llegó el “momento Kiko” durante las Campanadas. El ídolo erótico del nuevo siglo aparece con un cadenón de oro entrelazado en su antebrazo derecho. Supuestamente, se trata de una joya que perteneció al mítico Paquirri, aunque por el tamaño, bien podría ser de las que se utilizan en Faunia para sujetar a las bestias. En el plató de la Puerta del Sol nadie se atreve a romper el silencio. Roto por la emoción, se sincera: “Jogejavié, esta caena me va a dar la fuerssa pa’hacer algo que tenía ca’haber hecho”. Más de uno pensamos, con las uvas a medio tragar, que Kiko por fin iba a inmolarse por la humanidad, arrojándose desde el balcón del edificio, para convertirse en pasto de la muchedumbre, que unos metros más abajo aullaba por la llegada del nuevo año. Craso error. Él toma de nuevo la palabra, y anuncia que va a intentar volver con Jessi. Recordamos para los no iniciados, que en una misma semana, la pareja anunció vía exclusiva que se casaban, para un día después ella anunciar que de lo dicho nada, que todo había terminado, y que además se sentía utilizada. Perdona bonita, pero sabías a lo que venías.

En resumen, todo apesta a montaje, uno más de los que abundan en el "chou birnes" (como diría la Campos). Allá cada uno con su conciencia, pero la cosa está muy malita, y allí donde no llega el talento, al menos que alcance la chequera. Todo con tal de que la Bueno, el feo y la mala, no contabilicen en el INEM, y en España sólo haya 4.999.997 parados. Que así sea.