sábado, 28 de septiembre de 2013

Un bebé traduce Hamlet al arameo.


Quien más y quien menos tiene sobrinos o algún vecinito pequeño, y puede verificar que lo que vamos a contar es tan cierto como que Zapatero era un inepto, y Rajoy también. Para los papás de la criatura, el niño en cuestión es el más alto, el más guapo y el más listo. Y ya para los abuelos ni os cuento. Estos se empeñan en buscar todo tipo de parecidos con parientes cercanos. Lo bueno y heroico siempre es herencia de la propia rama familiar: "¿Te has fijado en que cuando Toñín mea, curva la chorra como lo hacía tío Luis?", y lo malo de la contraria: "Hija, hay que ver las orejas que tiene la niña, son iguales que las de tu suegro".
 
 

Hasta aquí más o menos lo normal. El problema es que algunas madres piensan que han concebido un clon de Albert Einstein. Tal es el caso de Josefina de Talle, taquillera de Metro en Albacete, treintañera cejijunta y con celulitis pancorporal incipiente. Josefina tardó diecisiete años y un semestre en sacarse la EGB "por méritos propios, sin enchufes y sin visitar el despacho del jefe de estudios en horario no lectivo, como hacían otras". Quería tener un hijo superdotado (intelectual), así que cual perra en celo, fue  rastreando entre todos los mozos casaderos del pueblo, buscando al menos belloto. La tarea fue infructuosa. Oyó que en la capital hacían una cosa muy rara que se llamaba fecundación en litro, y allá que se fue.
 
El banco de semen andaba bastante escaso de donantes nórdicos de metro noventa, rubios y de ojos verdes, que dedicaran su tiempo libre a ser banqueros o presidentes de multinacionales. Miró el catálogo y tuvo que conformarse con la promoción de la semana: un vulgar matasanos con aspiraciones de neurocirujano, que se quedó en médico rehabilitador, porque no le daba la nota. Bajito y contrahecho, Oscar Aculo era feo como un dolor de espalda. No salía guapo ni en la foto de perfil de perfil de Facebook. Se decía en su barrio que cuando era un bebé, sus padres lo sacaban a pasear de noche para que no lo viera la gente. En la Primera Comunión le regalaron un disfraz de Darth Vader, y ya no se lo quitó hasta el instituto. Pero el pobre chico no ligaba  ni con la cara tapada. Era el típico tío que cuando se iba de putas, más que pagar, indemnizaba. Se hizo donante de esperma por joder: "No en el sentido etimológico  del término, sino para llenar el planeta de seres humanos tan rematadamente horrorosos como yo". Oscar Araculo era lo único disponible, un saldo tarado de los que sacan a la venta las grandes superficies los últimos días de rebajas. Al menos tenía trabajo fijo, que en aquellos tiempos era decir mucho.
 
 
Por su parte, Josefina no tenía complejos. Había estudiado Bollería Industrial en la Universidad  de Jarvarcete, filial manchega  de la prestigiosa Harvard. Y era Máster del Universo por la Universidad de Marvel. Como de lo suyo no salía trabajo, al menos en este planeta, Josefina se ganaba temporalmente el pan en el Metro. Así llevaba veinticinco años. Fue entonces cuando su reloj biológico empezó a dar las señales horarias cada veinte minutos, y después ya cada cinco segundos, con machacona insistencia. Su Jardín de las Delicias estaba cada vez más marchito, y amenazaba con cerrarse en falso, ante la falta de visitas y la pertinaz sequía.
 
Así que Josefina se lió la manta a la cabeza y se plantó en Barcelona, que entonces todavía era España, y se vivía en paz y armonía. Unos hablaban en catalán, otros en español, y todos se entendían. San Josep Guardiola no era ni un proyecto de vida en la mente de sus humildes padres. Lluis Companys todavía no había sido convertido por sus hagiógrafos en el mártir que ahora conocemos, y el molt honorable president, o sea Jordi Pujol se alfabetizaba con dificultad en un elitista colegio privado. Barcelona era como ahora, la ciudad española más europea, cálida, elegante, cosmopolita, abierta al mar y por tanto al mundo.
 
 
Luego vino la mierda del fascionacionalismo, y aunque siguió siendo fantástica, sus malgobernantes hicieron de ella un lugar poco habitable. Las buenas gentes empezaron a enfrentarse por absurdos y ficticios problemas. La solución llegó cuando dos siglos más tarde, el noble pueblo catalán se independizó  de los políticos de Madrid y a continuación de los de Barcelona. En vez de transferir competencias, empezaron a transferir incompetentes: Expulsaron a los politicastros, individuos que no habían trabajado nunca, pero habían vivido (muy bien) de la cosa pública desde que salieron de la universidad (los que se habían dignado a pisarla). Cogieron a todos los politiquillos de medio pelo, los llevaron a la playa un día de bandera roja, les aplicaron la inmersión lingüística, y dejaron que la marea se los llevara, pereciendo ahogados.
 
 
El Barça, que "mes que un club" deportivo, era un ariete mediático del independentismo pacífico, volvió a convertirse sólo en un equipo de fútbol de ensueño, cuya forma de jugar siguió siendo la envidia del resto de España, y del mundo. Y decimos bien, España, no Espanya como escriben los catalanes en catalán. Según  sostienen ellos, los nombres de ciudades y países deben escribirse en su lengua madre: Girona  en vez de Gerona, A Coruña por La Coruña, Donosti en vez de San Sebastián, y por supuesto Catalunya, excepto cuando reivindican por ahí fuera la independencia. Entonces, milagrosamente, Catalunya se convierte en: "Catalonia, next independent state in Europe". ¿En qué quedamos, señores nacionalistas? Un niño se puede llamar Ángel o Angelita, a gusto de los papás. Pero no puede ser Ángel los días pares, y Angelita los impares.
 
Así que Josefina llegó a la clínica de fertilización, y con su catalán de Albacete se presentó: "La Fina ja soc aquí pa que la fecundeis, sisplau". Dicho y hecho, nueve meses después nació un ceporro de siete kilos de peso, llamado Rufino, Rufino de Talle, porque Oscar ponía la semillita por medio mundo, pero no les daba nunca el apellido: "No vaya a ser que alguna de estas guarrillas solitarias me pida una pensión alimenticia, y tenga que acabar como Julio Iglesias, trabajando hasta los noventa años".
 
 
Salvo por su descomunal tamaño, el niño era absolutamente normal. Josefina no veía así a la criatura: "Mi niño es muy listo de siempre. Nada más nacer, en el nido del hospital, ya entendía a Shakira cantando en español, y a los pocos días traducía sin dificultad un texto del paquirrín al castellano. En la guardería pasaba las horas muertas resolviendo teoremas matemáticos. Mientras, los demás bebés dormitaban bajo los efectos de los sedantes que les administiraban las cuidadoras, para que no dieran el coñazo. A los tres meses y medio acudió al programa de Punset para ser entrevistado. Ese era mi niño, un prodigio. Las vecinas me decían: "Anda Fina, que éste por lo menos te va a sacar una Formación Profesional rama Peluquería. Se morían de la envidia, las muy brujas.
 
Rufino seguía a lo suyo. Iba tan adelantado para su tiempo, que a los tres meses empezó a desarrollar alopecia androgénica, y se quedó como una bola de billar. Se licenció en Derecho en quince días, y dejó el doctorado para más adelante, porque no quería hacer las cosas deprisa y corriendo. Antes de cumplir el primer año de vida, entró como socio en el bufete Johnny&Walker, el más prestigioso del Ensanche de Vallecas. El jefe estaba contentísimo con mi Rufi, no sabía dónde ponerlo (véase que esto es lo que dicen todas las madres de sus hijos. Uno se pregunta siempre ¿Cómo coño saben ellas lo que opina el jefe del cenutrio de su vástago, si no conocen al mandamás en cuestión, y ni siquiera han hablado con él en la puta vida?)
 
 
A la salida del trabajo del bebé, Josefina lo llevaba al parque, como todas las madres. Y allí se reproducía una y otra vez una escena clásica: La de la señora entrada en años y generalmente en carnes que se acerca al cochecito del niño y suelta aquello de: "Oyyyy, está precioso ehhhh. Está enorme, oyyyy. ¿Qué tiempo tiene?". ¿Cómo que qué tiempo tiene, pedazo de lechona? Pregunta primero la edad, y luego juzga si está grande o si por el contrario el chaval es un jodido enano.
 
Rufino nunca fue el más alto de su clase, aunque eso no impedía que usara ropa para ocho años cuando sólo tenía cuatro. Y es que todo aquel que tenga niños cerca, sabe que las marcas de moda infantil tallan al alza, con un objetivo prioritario: Que la prenda se quede pequeña nada más comprarla. Vas a una tienda cualquiera y coges, por ejemplo, un pantalón. Su tamaño es tan pequeño, que parece hecho para Playmobil, pero la etiqueta reza 5-6 años. Tu te fías de lo que estás leyendo, porque no puedes contemplar la posibilidad de que te están timando. Cuando llegas a casa te convences del engaño. Derrotado, acabas dándole el pantalón al canario del vecino, que mes a mes va acumulando ropa, y tiene más fondo de armario que la Preysler.
 
Como efecto colateral, se consigue enaltecer el orgullo materno. Las mamás aplican a sus hijos el célebre  aserto: "Ande o no ande, caballo grande". Lo importante es criar niños mastodónticos del tamaño de un saurio y  la fuerza de una mula de carga. Es frecuente ese prototipo de madre que se empeña en decirte cada vez que hablas con ella: "José Andrés se sale del percentil, ha crecido otros cuatro centímetros". Uno, que no es muy listo, pero sumar con calculadora sí sabe, piensa: Siempre que nos vemos, el niño ha crecido entre tres y cinco centímetros. Si hacemos caso a la aritmética, el  angelito tendría que medir no menos de dos metros veinte.
 
Y luego está el rendimiento escolar. Cuanto más tarugo es un chaval, más creídos están los padres de que es poseedor de un potencial infinito no explotado por parte de los inútiles de sus profesores: "Mi José Andrés me ha suspendido hasta la Educación Física, pero el psicólogo me ha dicho que es listo como el que más, lo que pasa es que no quiere. Lo que da la profesora es tan básico para él, que se aburre, y no tiene motivación. Le voy a cambiar de colegio en el próximo semestre. El Brains no me convence. Mi niño va a ir al Testicles. Me han dicho que allí aprueban por cojones". Uno piensa: Si son tan listos y se aburren tanto porque ya se lo saben, ¿Por qué diablos suspenden todo en vez de sacar matrículas de honor?
 
Aunque lo verdaderamente importante es la gran hazaña de Rufino de Talle, un mantecas que con cinco meses cumplidos ya se comía a pares los bocadillos de calamares a la Lomana, que con tanto amor le preparaba su madre siguiendo la receta de la estrella televisiva, y supuesta millonaria, Carmen Lomana. De todos es conocido que los cefalópodos son una especie animal caracterizada por su gran inteligencia, y como de lo que se come se cría, pues ahí estaba Rufino, con rasgos faciales de calamar cada vez más acentuados, ocho brazos y un cociente intelectual de escándalo. El chaval era avispado, sin duda.
 
 
Alcanzó cada hito del desarrollo psicomotor de forma precoz. Cuando los demás niños gateaban, él ya se sentaba, cuando Toñín el del quinto decía mamá y papá, él repetía una y otra vez mamá y probeta, mamá y probeta. Era listo, muy listo, pero de ahí a lo que contaba Josefina había varias galaxias de distancia. Cuesta mucho creer que aquel mostrenco fuera capaz de traducir Hamlet al arameo entre biberón y biberón. Quizá estemos de acuerdo en que tamaña empresa no la hubieran llevado a buen puerto, ni un gigante intelectual como el inolvidable Zapatero, ni su réplica barbuda Rajoy. El problema es que una madre no es objetiva cuando habla de sus hijos, y Josefina de Talle era una madre muy madre. VanityFreakNews.
 

sábado, 21 de septiembre de 2013

Dos amigos Facebook se saludan por la calle.


         La red social por excelencia tiene dos máximas fundamentales: “Vales menos que un amigo Facebook” y “Nadie es tan feo como en su DNI, ni tan guapo como en su foto de perfil”.
 
 

Siendo la primera opinable, en la segunda debiéramos estar todos de acuerdo. Podemos ser muy listos, más o menos avispados, pero tordos, lo que se entiende por tordos, hay pocos. A nadie le agrada poner como tarjeta de presentación del Facebook una foto en la que sale como realmente es. Eso lo pueden hacer, Bradley Cooper, Scarlett Johanson, y tres más. Los demás buscamos una en la que no parezcamos Carles Puyol cruzado con la madre de la Pantoja, y la maqueamos con ese gran invento contemporáneo, llamado San Photoshop. Una vez obtenido el resultado deseado, colgamos con orgullo la foto de marras. A todos nuestros amigos Facebook les aparece el aviso de: “Juan Jacobo ha cambiado su foto de perfil”. Quien más y quien menos, piensa que sigues siendo feo de cojones, pero por cortesía, le da tímidamente al “Me gusta”. Hoy por ti mañana por mi.
 
 

Los más intelectuales van más allá e incluso se atreven a escribir un comentario, casi siempre con faltas ortográficas: “Pivhon”, “Güapa”, “Wapis”. Textos profundos, directos, sentidos, sucintos. Son tan cortos que es prácticamente imposible cometer un gazapo, pero se consigue. Y es que, aunque en la “Información” del Facebook todo el mundo dice hablar y escribir varios idiomas de puta madre, de español, como de dinero, vamos muy justitos.

Por no hablar de la hipocresía del mensaje, sobre todo cuando hablamos del género femenino. Cada vez que la Adriana Jessica de turno se cambia el look, generalmente con desigual fortuna, corre a subir el testimonio gráfico, para regocijo de sus amigas Facebook: “Estás divina”, “Cuánto glamour”, “Guapísima, como siempre”, “Como una famosa”, “No me gusta, me encanta”. Eso es lo que sus manos han tecleado, pero esto es lo que sus cerebros piensan, respectivamente: “Estás porcina”, “¿Cuánto cobras tú?”, “Zorrísima, como siempre”, “Como una famosa, igual de mal operada”, “No me gusta, me espanta”. Toda mujer debiera saber que si se corta el pelo o cambia el color del tinte, y su amiga del alma le dice que está monísima, significa que indefectiblemente, la ha cagado.
 
 

Los amigos Facebook, como hombres que son, funcionan como los ordenadores. Son digitales, pero no en la acepción informática del término, sino que les gustaría plantar sus dedazos y la mano entera en la anatomía que se ve y en la que se intuye, al contemplar la nueva foto de Adriana Jessica. Los varones Facebook son como computadoras porque su cerebro es binario: Cero-Uno, Sí-No, Ensayo-Error, Lo que funciona no se toca-Lo que no funcionaba tampoco, porque no tiene arreglo, Si ya estabas buena, ¿Para qué quieres cambiar?-Si ya eras un craco, hagas lo que hagas seguirás igual. Son hombres, ¿Qué le van a hacer? Bastante tienen con lo suyo. Eso sí, raro será que un macho español mienta sobre el nuevo aspecto de Adriana Jessica. Guardará un prudente silencio escrito, o como mucho cerrará los ojos, se tapará la nariz y le dará al “Me gusta”.

Mientras tenemos el dominio de la situación respecto a las fotos que queremos publicar, no hay problema. Por ejemplo, llega el cumpleaños de tu único amigo pijo, ese con el que compartiste un semestre en la facultad. El programa de estudios de su elitista universidad privada, incluía estancias en el extranjero e incluso en el Sistema Solar. Así que si a alguno de estos niños ricos le daba yuyu viajar al espacio, era enviado seis meses a la Complutense: “Porque en la Universidad Interestelar de Madrid, sabemos que el contacto temporal y autolimitado con seres de otros planetas es enriquecedor para la formación de nuestros alumnos”.
 
 

Pues eso, te presentas en la fiesta de cumpleaños de tu amigo Yago María Francisco de Borja Nicolás, con el que ya sólo te comunicas una vez al año y por el Facebook. Dices que has venido en taxi, pero la verdad es que has dejado el coche un kilómetro antes, para que ninguno de los amigos Facebook de tu amigo Facebook vea la mierda de carro que tienes, y lo mal que te va la vida. Antes de entrar en el casoplón activas el GPS, para saber luego por donde coño se sale de aquel intrincado laberinto.

No llevas nada, porque asumes  que a Yago se le va a hacer un regalo de grupo, y ya preguntarás a algún desconocido: “¿Cuánto hay que poner? Ahora te lo doy. Antes he visto un cajero ServiRed al lado del vestidor del dormitorio principal”. Lo que no sabes es que los demás han pensado lo mismo que tú. Así que los uno por los otros, Yago no va a poder abrir esa noche ningún paquete (al menos inanimado).

Te haces trecemil quinientas cuarenta y nueve fotos con todos los famosos que hay en la fiesta: “He petao la memoria. Voy a colgarlas todas en el Facebook. Mis amigos van a flipar”. Luego, en tu miserable casa frente a tu vetusto PC, te dispones a subir las fotos, y te das cuenta de que lo que parecían famosos, realmente son pringados como tú. Se trata de los cinco mil amigos que Facebook le permite tener a Yago María Francisco de Borja Nicolás, porque de los otros, de los de carne y hueso, no tiene ninguno.

Cabizbajo, vagas como un autómata del “Estado” al “Inicio”, y del “Inicio” al “Estado”. Te paras en tu “Información” y te das cuenta de que tú también mientes, igual que los demás. Tienes la nariz más larga que Pinocho con sinusitis: “Empleo: Empresario”. Si ser empresario es tener un bar, lo fuiste durante dos meses, hasta que lo tuviste que traspasar, porque allí no entraba ni el repartidor de Mahou. “Situación sentimental: En una relación complicada”. Pues hombre, como no sea que la muñeca hinchable se te ha puesto respondona y se niega a mantener sexo oral, complicada, complicada, lo que se dice complicada, tu relación no lo es.
 
 

Y encima el Facebook te pregunta que “¿Qué estás pensando?”. Si hombre, a él se lo vas a decir, para que se enteren todos tus amigos del Face. ¡Ay, los amigos Facebook! Esa gente que llevas sin ver desde el colegio (por algo sería), y que cuarenta años después, encuentras rastreando entre los contactos de tus contactos, con el objetivo no confesado de arañar algún miembro más a tu lista de “Amigos”. Cuando encuentras a alguien que viste una vez de pasada en la cola del INEM, rápidamente pulsas “Agregar a mis amigos”, y a continuación, antes de obtener respuesta, publicas en su “Muro”: “Qué alegría saber de ti después de tanto tiempo. Estás igual.” ¿Cómo que igual, si tenía tres años de edad la única vez que os visteis, y se prejubila el mes que viene?

A tu amigo potencial también le importas una mierda, pero te acepta en cuanto enciende el móvil: “Tú tampoco has cambiado nada. Tenemos que organizar una quedada, ya”.  Qué típicas son esas reuniones de viejas glorias. ¡Con un par, claro que sí! Han pasado tantos siglos que la peña tiene que llevar gorras rojas para reconocerse. La conversación gira en torno a los antiguos profesores: “¿Os acordáis del Tachuela, el de Dibujo? Yo tampoco”. Los excompañeros ausentes es otro tema recurrente: “Paloma no ha podido venir. Tenía cenita en la Casa Blanca, y me ha dicho por privi que ya si eso, luego se pasaba. ¿Tú también te la petaste en EGB? ¡Cómo tiraba la muy guarra!”, “Qué pringao el Lolo, en cuanto bebía dos copas se pillaba un ciego. En cambio nosotros no cogíamos nunca ni el puntillo”.
 
 

No pueden faltar las referencias a lo bien que nos va todo: “He venido en el Seat Ibiza de mi hijo, porque tenía el Mercedes 500 en el taller”, “Viví un tiempo en el Barrio de Salamanca, pero me agobiaba la ciudad y me fui a Coslada. He ganado en calidad de vida”, “Después de vender El Corte Inglés, me tomé un año sabático, y luego fundé Zara”. Otro clásico entre los clásicos son las ex: “Estoy mucho mejor sólo, dónde va a parar. Vivo como cuando tenía veinte años”.

Efectivamente: Al igual que entonces, no tienes un euro, porque aunque trabajas hasta los domingos, tienes que pasar a tus cinco exmujeres la pensión alimenticia de los tres churumbeles que tuviste con cada una de ellas. Y al igual que entonces, te matas a pajas, porque estás tan castigado físicamente, que ninguna mujer se acercaría a ti, aunque te bañaras en colonia de feromonas. La quedada Facebook acaba indefectiblemente con otra serie de tópicos: “Tenemos que repetirlo por lo menos una vez al año”, “Oye, mandadme las fotos”, “Estamos en contacto, eh”.

Reunión no vuelve a haber, las fotos no terminas de recibirlas nunca, pero el contacto se mantiene a través de “Mensajes” puntualmente, es decir, cada vez que alguien necesita algo: “¿Cómo te va campeón? Mira perdona que te moleste, pero es que tengo un pleito con el vecino del quinto, sí, aquel pichacorta del que te hablé. Total, que estaba buscando un abogado, y me he acordado de ti. Y he dicho: Para que se lo lleve otro, mejor que sea alguien conocido ¿No? Espero respuesta. Los niños bien ¿No? ¿Cuántos tienes ya, uno o cinco? Ponme a los pies de Carmen, ¿O era Pablo? Bueno, es igual. Abrazote.”

Más cabreado que una mona, sales de “Mensajes”, y vas a “Editar perfil”: “Empleo”: Quitas abogado y pones Socorrista y mantenimiento de piscinas termales, actualmente en excedencia. “Ciudad actual”: Borras Madrid, y pones Leningrado. No, demasiado cerca. Mejor Ushuaia, Antártida.
 
 

Vuelves a “Estado”, y Facebook lo intenta de nuevo: “¿Qué estás pensando”.  Estás hasta las mismísimas pelotas, y esta vez entras con todo: “¿Y a ti qué coño te importa, pesao, pedazo brasas, palizas, mamarracho. Todo el día preguntando lo mismo. Pues ahora te lo voy a decir, mira tú por dónde. Pienso que Facebook es un gran show, una hoguera de las vanidades, una realidad paralela donde cada uno es quien le hubiera gustado ser. Me voy a hacer del Twitter, que como te deja sólo ciento cuarenta caracteres, tienes menos margen para mentir. Eso es lo que estoy pensando, y ahora vas y lo cascas”. VanityFreakNews.

sábado, 14 de septiembre de 2013

EuroVegas será sede olímpica.


Doscientos años después de que a Alberto Ruiz-Gallardón se le metiera en el entrecejo (si es que en ese espacio virtual cabe algo), que Madrid fuera sede olímpica, su sueño se ha hecho realidad. Él ya no vive para lucrarse, pero ya lo harán sus herederos políticos, dispuestos a honrar su memoria como merece.
 
 

Pobre Alberto, no en el sentido pecuniario del término, sino en el de su estado de ánimo allá donde esté. En vida fue ninguneado de forma sistemática por el Comité Olímpico Internacional. Parece increíble que un país tan corrupto como la España de la época, no fuera capaz de comprar unos Juegos para su capital. Esto significa que en materia de corrupción, también llevábamos muchos años de retraso respecto a los países de nuestro entorno.

En el resto del mundo, los fondos públicos se expoliaban de una manera mucho más profesional. Existía una tradición centenaria por la que cuando un joven entraba en política, ya era portador de patrones de comportamiento preaprendidos. Los llevaba en el ADN, y gracias a ellos robaba de forma espontánea, con total naturalidad.
 
 

Pero España seguía siendo el país de la chapuza, y sobre todo de los pioneros, de las individualidades gloriosas que sientan cátedra y crean escuela. Una legislatura cualquiera surgía un Juan Guerra, y a primera vista era como si predicara en el desierto. Pero de eso nada, el hermanísimo del todopoderoso vicepresidente socialista Alfonso Guerra dejó tras de sí una corte de discípulos. No podríamos entender a un Luis Bárcenas si no hubiera existido un Juan Guerra, como tampoco existirían  nuestras actuales estrellas del deporte, sin los pioneros Ángel Nieto, Manolo Santana o Seve Ballesteros. De hecho, el propio Alfonso Guerra se permitió dar lecciones en materia de corrupción en su autobiografía publicada a principios del siglo XXI. Razones no le faltaban, porque conocía ese tema de primera mano, y lo dominaba como nadie.
 
 

Hace muchos años, el proyecto EuroVegas supuso un paso adelante, en la tarea de recuperar el tiempo perdido en corrupción al por mayor. Llegó a España un anciano americano llamado Sheldon Adelson. Decían los cronistas contemporáneos que era un empresario que había hecho carrera en Las Vegas, y luego se había reconvertido en magnate de la industria informática. Eufemismos aparte, la cruda realidad consistía en que era un tío que había ganado mucho dinero con las putas y el juego. Pero como ese dinero era negro (perdón, subsahariano), había que lavarlo a través de un negocio legal, en su caso una feria tecnológica llamada Comdex.

Si hemos de ser sinceros, mister Adelson mucha pinta de millonario no tenía. Físicamente, parecía el hermano gemelo del gran actor cómico Quique Camoiras. No era el típico ejecutivo al que esperas encontrarte en un consejo de administración, sino más bien el setentón centroeuropeo calvorota y barrigudo, con el que te tropiezas en cualquier restaurante de playa.  Y respecto a lo de la Informática, creo que este abuelete no le quitó nunca el sueño ni a Bill Gates ni a Steve Jobs. Apostaría a que seguía fiel a su Spectrum de 16 K sin disquetera y a que utilizaba una tele pequeña vieja como monitor.
 
 

Pero el momento Adelson por excelencia, donde quedó retratado para la historia, fue cuando anunció públicamente que había hablado con los bancos españoles y ya tenía apalabrado el préstamo para construir EuroVegas. ¿Comoooorrrr? O sea, que el presunto multimillonario estaba más tieso que Álvaro Muñoz Escassi en la mansión Playboy. El magnate necesitaba un crédito. ¡No te jode! ¡Yankee go home! Para ese viaje no necesitábamos alforjas. Los españoles también sabemos pedir dinero a los bancos, aunque se nos da mejor rescatarlos cuando quiebran. Si un banquero nos hubiera aflojado la pasta, Eurovegas podría llevar funcionando varios lustros, en el momento del desembarco de Sheldon Adelson en Madrid-Barajas.

Y entramos en otro tema fundamental, el de los supuestos beneficios que supone para una sociedad la implantación de un macrocasino en su territorio. En aquel entonces, los defensores del proyecto manifestaron que EuroVegas supondría una reactivación de la economía, y la creación de muchos puestos de trabajo. Naturalmente, pero se tenía que haber analizado qué tipo de economía y qué clase de profesiones. Porque hasta donde alcanzamos a ver, el I+D+I de la prostitución, el juego y las drogas hace dos siglos estaba en pañales, y hoy sigue igual.
 
 

Menos mal que estaba Miriam, para poner el toque intelectual y científico a la historia. Resulta que el Camoiras yanqui, hastiado de ir con putitas,  se había casado en segundas nupcias con una tal Miriam Ochsorn, a la sazón, médico internista experta en adicciones. Miri era una arpía talludita que desde que se casó con este señor aún más viejo que ella, se había convertido en su mano derecha en los negocios.

De todos es sabido que cualquier doctora de mediana edad suele tener una vocación frustrada para el mundo empresarial, y una querencia innata para construir casinos por todo el planeta. Pues bien, Miri Adelson, creía que los madrileños eramos tontitos, y estaba en lo cierto. Enfundada en su disfraz de filántropa, nos vendió una película sentimentaloide que no había por donde hincarle el diente. Al parecer, uno de los hijos del primer matrimonio de su marido no tenía muchas luces. El muy cretino, en vez de vivir a cuerpo de rey gracias a traficar con droga, se dedicó a consumirla y acabó palmando. Papá Sheldon y madrastra Miri, sumidos en el dolor, tomaron conciencia social y dieron un giro a sus vidas. No decidieron vender sus casinos para poner en ellos tiendas de Playmobil y centros de día para ancianos. Fueron más allá, y en cada lugar donde construían un templo del juego, el sexo y el alcohol, donaban una pequeña parte de lo que iban a ganar con los futuros adictos, para crear centros de rehabilitación para esos mismos adictos.

A la clase política dirigente (conservadora) le parecía estupendo que nos fuéramos a convertir en el gran burdel del sur de Europa, quizá porque sabían que sus hijos e hijas, titulados universitarios remasterizados, no acabarían trabajando en este negocio, al menos como meretrices, y camellos de medio pelo.
 
 

Como cabía esperar, los políticos de la oposición (progresistas) estuvieron en contra del proyecto, enarbolando la bandera de la ética y la moral. Pero en su fuero interno también estaban de acuerdo. Unos y otros eran conscientes de que el dinero en forma de comisiones entraría a raudales. Aquella España era un país carcomido por un piélago de corrupción, una plaga que horadaba sus estructuras políticas, económicas y sociales, hasta lo más profundo de sus cimientos.

 En los meses previos a la realización del proyecto, la Comunidad de Madrid anunció que EuroVegas recibiría un trato fiscal especial, y que la Ley del Tabaco tendría un área de exclusión, por la cual se podría fumar en los locales de Adelson. Preocupante pero clarificador. El poder político reconocía que iba a mirar para otro lado cada vez que el poder financiero se lo demandara. Así fue, y así nos fue. Por EuroDisney pujó media Europa incluida España, y se lo llevó Francia. EuroVegas no lo quería nadie, y se lo quedó Madrid, henchida de orgullo porque supuestamente se lo había arrebatado a Cataluña, como si se tratara de la pugna entre el Madrid y el Barça por fichar a una estrella futbolística como Neymar.

Hoy, desaparecidos Sheldon y Miri, EuroVegas continúa siendo un negocio que genera pingües beneficios para sus propietarios, y Madrid es el destino preferido por un determinado tipo de turismo. Sheldon Adelson IV, bisnieto del patriarca que creó un imperio de la nada, es la cabeza visible del grupo empresarial. Cumpliendo un viejo deseo del abuelo, y tras sobornar cumplidamente a los miembros del Comité Olímpico Internacional, Madrid, y más concretamente EuroVegas, será sede olímpica.
 
 

“Faltan ocho años para la celebración de los Juegos, y queda mucho por hacer”, ha manifestado Adelson IV, “Los poderes públicos madrileños han manifestado su absoluta predisposición para invo-lucrarse en el proyecto. Consideran que la Olimpíada supondrá un estímulo para salir de la crisis, aquella que comenzó en España en 2008, y que aún hoy padecemos. Subirán los impuestos, y recortarán las partidas presupuestarias en Educación y Sanidad, para disponer de fondos conque dotar a EuroVegas de las infraestructuras que se precisen. La Comunidad de Madrid se ha comprometido a construir los pocos kilómetros que faltaban para que MetroMadrid llegue a Huelva, subsede de los deportes naúticos.

Se establecerán líneas de colaboración con la iniciativa privada. Así, el Cartel de Medellín edificará el pabellón multiusos, donde se celebrarán las carreras de camellos bípedos, el torneo de tiro nasal, y la competición de ajuste de cuentas con pistola corta. La zona central se transformará en una pista para los partidos de talonmano y de pelotazo inmobiliario. El magnate ruso, Roman Snifovich, correrá con los gastos del nuevo estadio olímpico, construido sobre las ruinas de La Peineta. La ceremonia de inauguración contará como plato fuerte con la actuación de un grupo de acróbatas vaginales madrileñas de ascendencia tailandesa. Y los Juegos se clausurarán a lo grande, con un gang bang masivo, precedido de la llegada al estadio olímpico de los participantes en la maratón sexual. Citius, altius, fortius. La EuroVegas olímpica os espera”. VanityFreakNews.
 
 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Una bruja se retira para ejercer de suegra a tiempo completo.


         Reme Tomentodo, decana del Real Colegio de Brujas de Madrid, ha decidido colgar la escoba, y quitarse el grano peludo de la cara: “Después de cuatrocientos años cotizando a la Seguridad Social, ha llegado el momento de dejar paso a las nuevas degeneraciones”. De hecho, a pesar de su avanzada edad, había seguido ejerciendo gracias a una dispensa especial de la Comunidad de Madrid. En su siglo, Reme fue compañera de pupitre de Esperanza Aguirre. Quizá ahí se encuentre la razón de este trato de favor, por parte del poder político regional.
 
 

         Se da la circunstancia de que el pasado 2 de Mayo, Reme recibió de manos de la presidenta madrileña, la Gran Cruz de San Isidro: “Por su dilatada trayectoria de servicio a los madrileños de bien, y por su incansable labor amargando la vida a los opositores políticos al Partido Popular, y a los indeseables que todavía no nos votan”.

         Reme ha declinado hacer declaraciones para Vanity Freak News, pero Fortunata Montada, fallecida en 1808 y amiga de la infancia de la hechicera, ha aceptado amablemente nuestra invitación, con la condición de permanecer en el anonimato, y de que le hiciéramos photoshop en el reportaje gráfico que acompaña a la entrevista. Ésta se realizó mediante el popular método de la güija, en un caserón abandonado.

         “Tras tantos años de profesión, Reme está cansada. Últimamente no es la misma. Una noche de luna llena, nos confesó a los más allegados que tal y como se estaban poniendo las cosas, lo mejor era jubilarse.
 
 

Por culpa de los recortes, le han reducido un metro la longitud de la escoba, y ya no vuela con la misma seguridad que antes. Además, si como todo parece indicar, el sistema público de pensiones acababa quebrando, le agobia la posibilidad de tener que recurrir a la caridad sus últimos siglos de vida.

         Reme quiere tener tiempo para su marido y poder llevar a sus nietos al colegio. En definitiva, ser una abuela normal. Pero eso no significa que se retire totalmente de la vida pública, sino más bien pasar a un discreto segundo plano. Esta mala pécora, como a ella le gusta ser denominada, seguirá actualizando personalmente los contenidos de la web jodiendoyernosynueras.com. Se trata de un punto de encuentro en el ciberespacio, amable y distendido, donde las suegras de toda clase y condición,  comparten experiencias vitales de lo que se supone es su leitmotiv: minar subrepticiamente la salud mental y física del hijo/a político/a en cuestión.

         El foro de la web es uno de los más activos de internet. Allí se dan cita vudú, santería, magia negra, mal de ojo, técnicas de envenenamiento, y artes marciales milenarias. Todo vale con tal de acabar con el yerno, ese ser abyecto y depravado, que arranca del seno familiar a las damiselas inocentes, con el único fin de someterlas sexualmente, y buscar la ruina emocional de sus desoladas madres. Todo sea por liquidar a la nuera, esa hembra lasciva y libidinosa que un día cogió por los huevos al calzonazos del niño y se lo llevó de casa para siempre.

         La página tiene enlaces a los sitios web de los principales grupos de sicarios que operan habitualmente en España, desde los despiadados Kaminsky, exmilitares veteranos de la guerra de Chechenia, hasta los Cortázar, antiguos miembros del Cartel de Cali, especialistas en matar a sus víctimas a la antigua usanza, mediante el procedimiento de la corbata colombiana.
 
 

         Reme Tomentodo quiere consagrar el resto de su existencia terrenal, a ajustar cuentas con Alonso Juzgado, un cazadotes que le arrebató a su Laurita enamorándola con malas artes. Un fantoche con tres carreras, cuatro master, y cinco idiomas, además de flamante consejero delegado de una multinacional.

La niña tenía que haberse quedado en casa cuidando a Remedios, o en el peor de los casos, casarse con Matías Todas. Este apuesto mancebo era el que ella había elegido para su Laura. Era un chico de buenísima familia, sin oficio ni beneficio. Por circunstancias de la vida y porque sus abogados la cagaron, había cumplido varias condenas por delitos contra la salud pública, homicidio frustrado (porque el muerto ya estaba muerto), proxenetismo y robo con intimidación. Qué diferentes hubieran sido las cosas si la niña hubiera aceptado a Matías”, se sincera Fortunata Montada.

No le falta razón. Hubieran sido distintas sobre todo para el bueno de Alonso Juzgado, quien pagó caro su pecado. La arpía de su suegra focalizó en él todo su talento para el mal.

Reme Tomentodo era una bruja chapada a la antigua, directa y expeditiva. No hay nada como una conversación sincera para solucionar un problema. Por eso, lo que le pedía el cuerpo cuando se encontraba con su yerno era darle una buena patada allá donde residía su hombría. Pero no podía ser así. Reme era muy popular. Cualquier práctica fuera de la ortodoxia supondría un escándalo, y eso era algo que el colectivo que ella presidía no se podía permitir en la coyuntura socioecómica actual.
 
 

Desempolvó los viejos libros de cuando estudiaba y no paró de leer y releer hasta que encontró el embrujo adecuado. Necesitaba el resguardo del compromiso de permanencia de su yerno con Movistar, un pelo axilar y otro escrotal de Alonso, ambos escrupulosamente limpios, y una foto reciente de cuerpo entero como Dios, o sea como Angela Merkel, lo trajo al mundo. Subió el caldero grande del trastero, y una noche de luna llena, lo llenó con aguas fecales recogidas del río. Lo puso a cocer a fuego lento, mientras iba añadiendo huesos de rata disléxica, ojos de rana estrábica, y cuerno de rinoceronte engañado por su hembra. Cuando la poción rompió a hervir, le añadió una hamburguesa de Ikea, y esperó cinco minutos. Tomó los dos pelos de Alonso, recios como escarpias, y los entrelazó formando un pequeño pincel. A continuación, mojó la punta en el líquido maléfico, y mientras cantaba a capella canciones de los Hombres G, dibujó en la foto una cruz invertida, y escribió el maléfico número 666 en cada una de las cuatro esquinas.

Era un método infalible. En tres o cuatro días, el embrujado empezaba a sentir los efectos deletéreos de la magia. Pero con razón decía Remedios que su yerno era de la calaña del diablo. El tío ni se inmutó. Al contrario, había mejorado, como Bustamante desde que se casó con Paula Echeverría.
 
 

Reme aparcó el orgullo, y como buena mujer, se decantó por el pragmatismo Ni nigromancia, ni ocultismo, ni leches. Para acabar con el individuo que le robó a su hija, ejercería de suegra. Así lisa y llanamente. En cuanto presentía que Alonso había vuelto del trabajo, se presentaba en su casa por sorpresa alegando razones a cual más peregrina. Ya de paso, se  autoinvitaba a cenar todas las noches. La conversación siempre giraba en torno a los exnovios de Laura, todos presidentes del gobierno de sus respectivos países. También salía a colación sistemáticamente el hermano de Laura, Premio Nobel todos los años varias veces. Los fines de semana, Reme llamaba por teléfono entre diez y quince veces al día, sin ningún motivo especial, simplemente por joder.

Se autolesionaba sutilmente con un cutter para que su yerno la tuviera que llevar a Urgencias un día sí y otro también. Pero sobre todo, no paraba de hablar: Con la boca llena, con la televisión encendida, con la cabeza metida dentro del microondas, con el bozal puesto, bla, bla, bla. Aunque para ser sinceros, nunca decía nada.
 
 

Alonso no pudo resistir. Poco a poco, empezó a perder batallas, y al final, la guerra. Su deterioro físico era evidente. En pocos meses pasó de ser un clon manchego de Bertín Osborne, a una mala copia del gran Fary, si es que Dios nuestro señor, hubiera permitido al pequeño gran cantante vivir hasta los noventa años. Psicológicamente, ya no le hacían efecto ni las tortillas de trankimazines que le preparaba su madre. Acabó sus días, subido a cuatro patas sobre el bidé del cuarto de baños de invitados, mientras aullaba a la luna. Falleció sin causa orgánica aparente. Su hastío vital no le hizo caer en la cuenta de que para seguir viviendo, era necesario respirar de vez en cuando.

Reme Tomentodo lloró su pérdida exactamente tres segundos y dos décimas. A continuación, al grito de: “Lauritaaa, hijaaa, la vida sigueee”, preparó un aquelarre como Satanás manda, para festejar que se había librado del mindundi de su yerno”. VanityFreakNews.