sábado, 14 de septiembre de 2013

EuroVegas será sede olímpica.


Doscientos años después de que a Alberto Ruiz-Gallardón se le metiera en el entrecejo (si es que en ese espacio virtual cabe algo), que Madrid fuera sede olímpica, su sueño se ha hecho realidad. Él ya no vive para lucrarse, pero ya lo harán sus herederos políticos, dispuestos a honrar su memoria como merece.
 
 

Pobre Alberto, no en el sentido pecuniario del término, sino en el de su estado de ánimo allá donde esté. En vida fue ninguneado de forma sistemática por el Comité Olímpico Internacional. Parece increíble que un país tan corrupto como la España de la época, no fuera capaz de comprar unos Juegos para su capital. Esto significa que en materia de corrupción, también llevábamos muchos años de retraso respecto a los países de nuestro entorno.

En el resto del mundo, los fondos públicos se expoliaban de una manera mucho más profesional. Existía una tradición centenaria por la que cuando un joven entraba en política, ya era portador de patrones de comportamiento preaprendidos. Los llevaba en el ADN, y gracias a ellos robaba de forma espontánea, con total naturalidad.
 
 

Pero España seguía siendo el país de la chapuza, y sobre todo de los pioneros, de las individualidades gloriosas que sientan cátedra y crean escuela. Una legislatura cualquiera surgía un Juan Guerra, y a primera vista era como si predicara en el desierto. Pero de eso nada, el hermanísimo del todopoderoso vicepresidente socialista Alfonso Guerra dejó tras de sí una corte de discípulos. No podríamos entender a un Luis Bárcenas si no hubiera existido un Juan Guerra, como tampoco existirían  nuestras actuales estrellas del deporte, sin los pioneros Ángel Nieto, Manolo Santana o Seve Ballesteros. De hecho, el propio Alfonso Guerra se permitió dar lecciones en materia de corrupción en su autobiografía publicada a principios del siglo XXI. Razones no le faltaban, porque conocía ese tema de primera mano, y lo dominaba como nadie.
 
 

Hace muchos años, el proyecto EuroVegas supuso un paso adelante, en la tarea de recuperar el tiempo perdido en corrupción al por mayor. Llegó a España un anciano americano llamado Sheldon Adelson. Decían los cronistas contemporáneos que era un empresario que había hecho carrera en Las Vegas, y luego se había reconvertido en magnate de la industria informática. Eufemismos aparte, la cruda realidad consistía en que era un tío que había ganado mucho dinero con las putas y el juego. Pero como ese dinero era negro (perdón, subsahariano), había que lavarlo a través de un negocio legal, en su caso una feria tecnológica llamada Comdex.

Si hemos de ser sinceros, mister Adelson mucha pinta de millonario no tenía. Físicamente, parecía el hermano gemelo del gran actor cómico Quique Camoiras. No era el típico ejecutivo al que esperas encontrarte en un consejo de administración, sino más bien el setentón centroeuropeo calvorota y barrigudo, con el que te tropiezas en cualquier restaurante de playa.  Y respecto a lo de la Informática, creo que este abuelete no le quitó nunca el sueño ni a Bill Gates ni a Steve Jobs. Apostaría a que seguía fiel a su Spectrum de 16 K sin disquetera y a que utilizaba una tele pequeña vieja como monitor.
 
 

Pero el momento Adelson por excelencia, donde quedó retratado para la historia, fue cuando anunció públicamente que había hablado con los bancos españoles y ya tenía apalabrado el préstamo para construir EuroVegas. ¿Comoooorrrr? O sea, que el presunto multimillonario estaba más tieso que Álvaro Muñoz Escassi en la mansión Playboy. El magnate necesitaba un crédito. ¡No te jode! ¡Yankee go home! Para ese viaje no necesitábamos alforjas. Los españoles también sabemos pedir dinero a los bancos, aunque se nos da mejor rescatarlos cuando quiebran. Si un banquero nos hubiera aflojado la pasta, Eurovegas podría llevar funcionando varios lustros, en el momento del desembarco de Sheldon Adelson en Madrid-Barajas.

Y entramos en otro tema fundamental, el de los supuestos beneficios que supone para una sociedad la implantación de un macrocasino en su territorio. En aquel entonces, los defensores del proyecto manifestaron que EuroVegas supondría una reactivación de la economía, y la creación de muchos puestos de trabajo. Naturalmente, pero se tenía que haber analizado qué tipo de economía y qué clase de profesiones. Porque hasta donde alcanzamos a ver, el I+D+I de la prostitución, el juego y las drogas hace dos siglos estaba en pañales, y hoy sigue igual.
 
 

Menos mal que estaba Miriam, para poner el toque intelectual y científico a la historia. Resulta que el Camoiras yanqui, hastiado de ir con putitas,  se había casado en segundas nupcias con una tal Miriam Ochsorn, a la sazón, médico internista experta en adicciones. Miri era una arpía talludita que desde que se casó con este señor aún más viejo que ella, se había convertido en su mano derecha en los negocios.

De todos es sabido que cualquier doctora de mediana edad suele tener una vocación frustrada para el mundo empresarial, y una querencia innata para construir casinos por todo el planeta. Pues bien, Miri Adelson, creía que los madrileños eramos tontitos, y estaba en lo cierto. Enfundada en su disfraz de filántropa, nos vendió una película sentimentaloide que no había por donde hincarle el diente. Al parecer, uno de los hijos del primer matrimonio de su marido no tenía muchas luces. El muy cretino, en vez de vivir a cuerpo de rey gracias a traficar con droga, se dedicó a consumirla y acabó palmando. Papá Sheldon y madrastra Miri, sumidos en el dolor, tomaron conciencia social y dieron un giro a sus vidas. No decidieron vender sus casinos para poner en ellos tiendas de Playmobil y centros de día para ancianos. Fueron más allá, y en cada lugar donde construían un templo del juego, el sexo y el alcohol, donaban una pequeña parte de lo que iban a ganar con los futuros adictos, para crear centros de rehabilitación para esos mismos adictos.

A la clase política dirigente (conservadora) le parecía estupendo que nos fuéramos a convertir en el gran burdel del sur de Europa, quizá porque sabían que sus hijos e hijas, titulados universitarios remasterizados, no acabarían trabajando en este negocio, al menos como meretrices, y camellos de medio pelo.
 
 

Como cabía esperar, los políticos de la oposición (progresistas) estuvieron en contra del proyecto, enarbolando la bandera de la ética y la moral. Pero en su fuero interno también estaban de acuerdo. Unos y otros eran conscientes de que el dinero en forma de comisiones entraría a raudales. Aquella España era un país carcomido por un piélago de corrupción, una plaga que horadaba sus estructuras políticas, económicas y sociales, hasta lo más profundo de sus cimientos.

 En los meses previos a la realización del proyecto, la Comunidad de Madrid anunció que EuroVegas recibiría un trato fiscal especial, y que la Ley del Tabaco tendría un área de exclusión, por la cual se podría fumar en los locales de Adelson. Preocupante pero clarificador. El poder político reconocía que iba a mirar para otro lado cada vez que el poder financiero se lo demandara. Así fue, y así nos fue. Por EuroDisney pujó media Europa incluida España, y se lo llevó Francia. EuroVegas no lo quería nadie, y se lo quedó Madrid, henchida de orgullo porque supuestamente se lo había arrebatado a Cataluña, como si se tratara de la pugna entre el Madrid y el Barça por fichar a una estrella futbolística como Neymar.

Hoy, desaparecidos Sheldon y Miri, EuroVegas continúa siendo un negocio que genera pingües beneficios para sus propietarios, y Madrid es el destino preferido por un determinado tipo de turismo. Sheldon Adelson IV, bisnieto del patriarca que creó un imperio de la nada, es la cabeza visible del grupo empresarial. Cumpliendo un viejo deseo del abuelo, y tras sobornar cumplidamente a los miembros del Comité Olímpico Internacional, Madrid, y más concretamente EuroVegas, será sede olímpica.
 
 

“Faltan ocho años para la celebración de los Juegos, y queda mucho por hacer”, ha manifestado Adelson IV, “Los poderes públicos madrileños han manifestado su absoluta predisposición para invo-lucrarse en el proyecto. Consideran que la Olimpíada supondrá un estímulo para salir de la crisis, aquella que comenzó en España en 2008, y que aún hoy padecemos. Subirán los impuestos, y recortarán las partidas presupuestarias en Educación y Sanidad, para disponer de fondos conque dotar a EuroVegas de las infraestructuras que se precisen. La Comunidad de Madrid se ha comprometido a construir los pocos kilómetros que faltaban para que MetroMadrid llegue a Huelva, subsede de los deportes naúticos.

Se establecerán líneas de colaboración con la iniciativa privada. Así, el Cartel de Medellín edificará el pabellón multiusos, donde se celebrarán las carreras de camellos bípedos, el torneo de tiro nasal, y la competición de ajuste de cuentas con pistola corta. La zona central se transformará en una pista para los partidos de talonmano y de pelotazo inmobiliario. El magnate ruso, Roman Snifovich, correrá con los gastos del nuevo estadio olímpico, construido sobre las ruinas de La Peineta. La ceremonia de inauguración contará como plato fuerte con la actuación de un grupo de acróbatas vaginales madrileñas de ascendencia tailandesa. Y los Juegos se clausurarán a lo grande, con un gang bang masivo, precedido de la llegada al estadio olímpico de los participantes en la maratón sexual. Citius, altius, fortius. La EuroVegas olímpica os espera”. VanityFreakNews.
 
 

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