En
el colegio me enseñaron que en una democracia los poderes legislativo, judicial
y ejecutivo eran independientes. Según don Enrique, esto lo dijo un francés
llamado Montesquieu.
En España, todo lo que huela a gabacho nos repatea, a
excepción de Zinedine Zidane (mucho mejor futbolista que el anterior, ¡Dónde va
a parar!). Quizá por eso la realidad española sea tan distinta a los postulados
de Montesquieu. Entre nosotros, la separación de poderes es sólo teórica. En la
práctica, el ejecutivo le dice al legislativo cómo debe hacer las leyes, y
luego nombra a los jueces para que se ajusten a esas mismas leyes.
Además, nuestra legislación avanza a golpe de accidentes y catástrofes.
En la hemeroteca negra pueden encontrarse mil ejemplos de esta naturaleza: Calle
Alberto Aguilera, centro de Madrid. Un edificio entero se derrumba
espontáneamente. Causa: Un operario avispado había quitado una viga de carga. Solución:
Empapelar a los responsables. Esto es lo que hubiera ocurrido en cualquier país.
En España, no. Los hechos ocurrieron como sigue:
Tomada de madridteacher.com
Primero: A cargo del sufrido contribuyente, se terminó de
demoler el edificio y se desescombró. Una vez que el solar estaba expedito, Zara
(¡Qué casualidad!) edificó su enésimo macrocentro comercial en el centro de Madrid,
a pocos metros del que ya tenía en la calle de la Princesa. ¿No es sospechoso
que mientras España entera se hunde, incluido El Corte Inglés, esta empresa siga
creciendo a pasos agigantados?, ¿Algún día las escuelas de negocios explicarán el
verdadero modelo empresarial de Zara, o seguirán con la milonga del imperio
económico forjado en una sola generación, vendiendo batitas de boatiné en una
pequeña tienda de provincias?
Segundo: El
legislador creó la ITE (Inspección Técnica de Edificios), en beneficio del
interés general. Desde entonces, los técnicos municipales van finca por finca,
detectando supuestos déficit estructurales que potencialmente serían peligrosos
para la integridad física de los inquilinos. Éstos, entre acojonados y
circunspectos, escuchan términos como aluminosis, babesiosis o procesionaria.
Resignados, se limitan a pagar una derrama de dos mil euros por cabeza, en concepto
de: Un rótulo de señalización, cambio de dos bombillas, y enfoscado de treinta
centímetros cuadrados de la fachada del primero derecha. Después, el Ayuntamiento
emite un certificado de que la casa no se va a caer, a menos que haya un tifón,
un tornado, un terremoto o un ataque nuclear, de los cuales en Madrid todos los
años hay tres o cuatro. En esos casos, el consistorio declina la responsabilidad
civil subsidiaria. Y uno dice: “Pues muchas gracias, pero hubiera sido
suficiente con que mantuvieran alejado de la finca a aquel obrero gilipollas que
quitaba vigas maestras”.
Tomada de la información.com
Y es que una de las actividades preferidas de los poderes
públicos es buscar nuevas formas para sangrar al ya exangüe contribuyente. Hace
ya bastantes años, entró en vigor una normativa por la cual se hizo obligatorio
que los niños de estatura menor a 135 cm, viajaran en coche sobre dispositivos
de seguridad homologados. Esta ley generó un negocio floreciente para las casas
fabricantes de estos sistemas, así como un impulso brutal para la industria del
automóvil. De la noche a la mañana, las calles se llenaron de monovolúmenes y
de todoterrenos urbanos, los únicos capaces de albergar las famosas sillas de
seguridad. “Todo sea por la seguridad de nuestros pequeños”, decían los
sufridos progenitores.
Lo que no podían entender los papás de las criaturas, es que
cuando viajaban en taxi, la ley no obligara a utilizar sillitas para los niños.
¿Es que acaso circular en taxi no entraña riesgo de accidente? ¿O es que cuando
un enano sube a un taxi crece y engorda de repente, y ya no necesita
dispositivo de seguridad? Quizá la razón es que en su día, el sindicato de
taxistas se plantó, y dijo que no estaba dispuesto a llevar el maletero cargado
de sillas por si subía al coche algún niño. Que se abrocharan el cinturón de
seguridad, y punto pelota.
Tomada de automania.com
Así se había hecho toda la vida en esta bendita tierra
llamada España. ¿Cómo olvidar aquellos viajes al pueblo, donde un pequeño Seat
27 transportaba a una familia de seis personas, perro y abuela incluidos, todos
apiñados en el asiento de atrás? Y no pasaba nada. Ni sistema de anclaje Isofix,
ni airbag cenital, ni genital, ni leches. Si había un frenazo brusco o incluso
una colisión, ni te inmutabas. Como no había solución de continuidad con tus
hermanos, ni por los lados, ni por arriba ni por abajo, era imposible moverse.
Así se forjaba un sentimiento familiar y un vínculo afectivo creciente, que en
nuestros tiempos se ha perdido. La familia que se escoñaba unida, permanecía
unida.
Pero lo peor de todo es el agravio comparativo. La ley marca
esos 135 centímetros de estatura como el límite para tener la obligación de
utilizar dispositivo de seguridad. Todos nosotros nos hemos cruzado en algún
semáforo con El Fary, Jose María García, o Maria Antonia Iglesias. Ni ellos ni
ninguno de los insignes españoles bajitos, viajan en sillita infantil, cuando
son precisamente quienes tendrían que predicar con el ejemplo, dada su
condición de famosos y por tanto, de modelos sociales.
Por ello hoy nos hacemos eco de la iniciativa surgida en la
hermosa villa de Estébanez de la Calzada, en el Bajo Aragón. Esta tierra es
famosa por la diminuta estatura de sus habitantes varones. Su alcalde Joseba
Jito, nos cuenta la historia: “Lo primero de todo es que quede muy claro que
los mozos de Estébanez somos muy hombres, y que si somos así de bajitos es
porque el peso de los huevos no nos ha dejado crecer. Aquí del alcalde al
último, todos calzamos buen número, mire usted.
Nuestro vecino más ilustre es Federico Jiménez Losantos. Nacido
en Estébanez y recriado en Orihuela del Tremedal. Hablo de ese periodista que a
las seis de la mañana ya está gritando en la radio y encabronando al personal.
Uno escucha su arenga diaria, y sale a la calle buscando a alguien con quien
darse de leches. No sé qué le ha pasado, porque el Fede niño era dócil como un
corderito. Deben ser los aires de la capital, que con tanta polución, se te
acaba estresando el cerebro.
Pero ahora Federico ya no es el estebanecense más popular. El
Secundino se nos ha hecho famoso. Secun es el tercer hijo de la Petri, la de
los Alubias, la que se casó con Paco
el pelao, tras enviudar del Aquilino.
El cine español, siempre apostando por la originalidad,
decidió rodar un remake de “El Hobbit”, entre película y película sobre la
Guerra Civil. Los cineplastas de Madrid vinieron al pueblo a hacer el casting.
No cabía un alma en la cantina. Pero en cuanto apareció el Secun, con su metro
veinte descalzo, su cincuenta de pie, su media melena heavy, y ese olor a choto
revenido, se dieron cuenta de que habían encontrado al protagonista de “El Javi”.
Tomada de filmaffinity.com
La película no fue a verla ni el director, sabedor como era
de que había alumbrado un truño mayúsculo. Daba igual, porque como estaba
subvencionada por el Ministerio de Cultura, los productores recuperaron el
dinero invertido, y el filme ganó diez Goyas. Hasta ahí todo bien, pero el tema
es que el Secundino se convirtió en una estrella, y empezó a vivir como tal. Un
día salió en una revista del corazón conduciendo su flamante deportivo. En la
foto se veía claramente que para llegar al volante, iba de pie en el asiento. Además,
un paparazzi miserable lo pilló haciendo puenting
para llegar al acelerador. Al bueno
de Secun le cayó una multa del copón.
El problema es que este escándalo dañaba la marca Estébanez
de la Calzada, lo que podría tener efectos muy negativos en la exportación de
caballos pony, primera y única fuente de divisas de nuestro pueblo. Como la
mejor defensa siempre es un buen ataque, anulamos el título de hijo predilecto
de Secundino, y llamamos a los de la tele para que saliera en el telediario el
momento en que los mozos lo tiraban en pelotas al pilón. Hubo que rodarlo dos
veces, porque el Macario es muy burro, y estampó al Secundino contra el muro de
piedra del pilón. Por la herida de la cabeza sangraba como un cochino. Tuvimos
que curarlo, vendarlo, y vuelta a empezar, porque nos dijeron que no podía
salir tanta sangre en televisión. Ya ves tú: ¿Y eso desde cuándo?
Después hicimos un bando municipal por el cual todos los
estebanecenses varones estarían obligados a instalar sillas infantiles en sus
coches. Y aquí nos ve, sin un puto euro en el bolsillo después de comprar los
asientos de marras, pero viajando seguros, muy seguros, y vendiendo caballos
pony a tutiplén”. VanityFreakNews.
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