La memoria colectiva de nuestra querida España estaría
incompleta sin el Festival de Eurovisión. Cualquiera de nosotros tiene
recuerdos vitales ligados a este fenómeno de masas: paradigma del cutrerío y
expresión máxima del kitsch más
rancio. No, no me gusta Eurovisión, y
sin embargo, siempre acabo viéndolo. Es una contradicción difícil de explicar.
Quizá sea porque soy un pedazo de friki, o porque como buen español, soy más de
Hola que de Nature, y más de Sálvame
que de los Documentales de la 2. O a lo mejor es porque conservo algo de
aquella actitud pueril que me hacía vivir
Eurovisión como una competición deportiva, celebrando cada voto recibido
como si fuera un gol de La Roja.
Mi infancia y mi adolescencia están ligadas a este
maldito festival. Cómo olvidar aquel año en que me levanté de la cama con 39
grados de fiebre para apoyar el poco prodigioso "Made in Spain" de la Década. Cómo no recordar las lágrimas de
emoción tras ver interpretar a la gran Nina "Nacida para amar", un
baladón que mereció ganar por goleada.
Foto tomada de www.carta-de-ajuste.blogspot.com
Y es que entonces, como ahora, Eurovisión está amañado.
Básicamente, los países amigos se votan entre sí, repartiéndose los puntos de
tal manera que siempre suele ganar uno de ellos. El maestro Jose Luis Uribarri,
eterna voz en off del festival, era capaz de acertar con precisión matemática
que país iba a votar a otro, y casi hasta el número exacto de puntos. Y no es porque
Uribarri fuera un genio (que lo era), sino porque todo el pescado estaba
vendido.
Las retransmisiones de este pionero de la televisión eran
impagables. Aportaba una catarata de datos biográficos de artistas a cual más
desconocido, por lo que nadie podía llevarle la contraria: "Llega el turno
de Polonia, representada por la exuberante Toquisque Lasoba, una gran estrella
en su país de origen, donde es muy popular por haber sido el único mamífero que
le ha dado calabazas a Fran Rivera, matador dentro y fuera de la plaza”.
El festival es una gran farsa, un show televisivo donde un año gana
Lituania, otro Letonia, al siguiente Estonia, y vuelta a empezar. Uno se
pregunta: ¿Por qué seguir concursando?, ¿Por qué seguir mandando todos los años
a un pringadillo/a para hacer el ridículo donde Cristo dio las tres voces?, ¿Merece la pena gastar un pastizal para que
nos humillen un año sí y otro también? Vaya quien vaya, y hagamos lo que
hagamos, siempre, volvemos con los mismos puntos: Los que nos dan nuestros
vecinos portugueses, los tradicionales uno o ninguno de Italia, y los de los
cabrones de los gabachos. Los franceses casi siempre nos votan: Casi en 1980,
casi en 1981, casi en 1982, y así hasta nuestros días.
Foto tomada de www.es.wikipedia.org
Por todo ello, yo celebré que enviáramos al
Chikilicuatre. Fue un zas en la boca de los organizadores, quedamos más o menos
como siempre, y encima nos echamos unas risas. ¿Qué más se puede pedir? Abogo
porque de una vez por todas dejemos de presentar temas de saldo compuestos por
autores víctimas de la LOGSE, cantados en español con estribillo en inglés.
Solicito formalmente que no enviemos al cadalso artístico a esos esforzados
intérpretes que sueñan con una gloria que nunca conseguirán ni aun ganando
Eurovisión. ¿Alguien se acuerda de un ganador del festival que luego haya
tenido una carrera artística duradera?
Mención aparte merece Rosa López, esa chica que canta con
dicción de Valladolid, y sin embargo, habla
evocando a la forma primigenia de lenguaje oral que debían tener los
pobladores de Atapuerca menos dotados intelectualmente. Como ganadora de la
primera edición de Operación Triunfo, a Rosa de España le pasaron la patata
caliente de representarnos en Eurovisión. La criatura tenía y tiene una voz
prodigiosa, pero el escenario le daba más pánico que a un gitano un contrato
indefinido. Operación Triunfo había batido todos los record de audiencia, y sus
participantes se convirtieron en estrellas mediáticas de la noche a la mañana.
La expectación era brutal, y en el ambiente
se respiraba que por fin íbamos a ganar Eurovisión. TVE se acojonó pensando que
la paletaza de Rosa podía dar la espantada, o quedarse en blanco en el
escenario. Quitó el cuerpo de baile habitual, ese que forman dos o tres
guarrillas mal operadas, o unos cuantos musculitos con más pluma que un pavo
real. Y lo sustituyó por Bisbal, Bustamante, Chenoa, Gisela y Geno, un póker de
ases para la pusilánime e ingenua Rosa.
Foto tomada de www.sufridoresencasa.com
España entera se
volcó. Los ayuntamientos pusieron pantallas gigantes en plazas y polideportivos
como si de la final de la Copa del Mundo se tratara. Las niñas nacidas esa
noche se llamaron Rosa, y los niños también. "Europe living a celebration" era la mierda habitual de canción
eurovisiva, pero fue muy bien defendida, y olía a victoria. No fue así. Ganó
otro residuo orgánico de tema (retamos al lector a recordar cual fue), y Spain acabó living a funeral.
Yo propongo no volver a concursar en el festival, o en su
defecto, que nos represente un friki cada año: Un tarado como Leonardo Dantés
con su célebre "Tiene nombres mil el miembro viril". Un desecho
social llamado Luixi Toledo, que va por la vida diciendo que es marciano y que
es el autor de los grandes éxitos de Michael Jackson. Un icono sexual como Jesús
Vázquez con su parahit "Y yo te besé". ¿Y por qué no Jesulín de
Ubrique?, ese crooner mojabragas que rompió las listas de éxitos con "Toa,
toa, toa". O el jeta profesional Kiko Rivera con su versión dance de "Una vieja y un viejo van
p'Albacete". Y así, edición tras edición del festival hasta que nos echen.
Foto tomada de www.surfakes.blogspot.com
Yo os voy a dejar por hoy. En menos de una hora empieza “Destino
Eurovisión”, o lo que es lo mismo, la previa del festival. Asistiremos al lamentable
espectáculo habitual: Una animada tertulia donde algunos de los más insignes
intelectuales patrios, acompañados del eurofan gay de turno, disertarán sobre
las enormes expectativas que ha generado nuestra representante. Dirán que es
una de las favoritas en las redes sociales, que el traje que lucirá es el secreto
mejor guardado, y que esta mañana han hablado con ella y les ha dicho que está
nerviosa, pero feliz de representar a España. Luego pondrán el video de siempre
con Salomé, Mocedades y Massiel, y conectarán con Las Torres de Cotillas, el pueblo murciano donde nació la estrella. Allí hablarán en directo con la tía Justina, portavoz de la familia. Doña Justina contará a la entregada audiencia que su sobrina era muy buena estudiante pero tenía el gusanillo del cante desde chiquitita. Al parecer, ya con cuatro años entonaba el "Cucurrucú, paloma brava" por calles y plazas.
Ruth Lorenzo: Aún estás a tiempo. Finge una hipertricosis
gingival lanuginosa aguda, y no salgas a ese escenario. Si actúas, te van a votar menos que al Partido Popular en las
europeas. Si no lo haces, abrirás los telediarios de mañana, y tendrás tu
minuto de gloria. Huye ahora que puedes, Ruth o serás carne de psicólogo el
resto de tus días.
Amigos, resignémonos. No volveremos a ganar nunca más Eurovisión,
ni mandando a Plácido Domingo. VanityFreakNews.
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