El
matrimonio, al menos en la experiencia de quien esto escribe, es un gran
invento, pero la boda y todo lo que conlleva, es un auténtico infierno. Muchas
personas aseguran que fue el día más feliz de sus vidas, porque reunir a todos
sus seres queridos a la vez es irrepetible. Afortunadamente, añado yo. Si
hubiera que preparar una boda cada cierto tiempo, la salud mental de los
contrayentes se resentiría de forma irreversible, y ya no digamos la salud
económica.
Las bodas son un negocio, pero no para
los casaderos. Un porcentaje importante de los invitados hace un regalo que no
cubre ni el cubierto, y algún cutre se escaquea incluso sin regalar nada, por
lo que al final, acabas poniendo dinero. No fue nuestro caso. Nos casamos hace
ahora nueve años, y de momento no hemos vuelto a trabajar. Seguimos viviendo
del beneficio neto de la boda. Repartimos el tiempo entre la casa de Sotogrande
y el palacete de Pedralbes. Jet privado, esquí en Aspen, y yate atracado en
Puerto Portals.
Tomada de www.enfemenino.com
Pero no todo el mundo tiene unos
invitados tan dadivosos como nosotros. Eso y que en nuestro caso no perdimos la
cabeza. Una boda hoy en día consiste en pagar por todo cinco veces más de su
precio real, y en invertir un remolque de ilusión que no suele verse
recompensado. ¿Para qué gastarse un dineral en agasajar a la gente si luego no
saben apreciarlo? Un menú pequeño del Burger King por pareja y van que chutan.
Nosotros hicimos las cosas bien.
Quedamos como el culo, y perdimos a gran parte de nuestros amigos, pero da
igual, porque conocemos muchas parejas que se volcaron organizando el evento y
también los han perdido. Además, podemos presumir de figurar en
el Libro Guinness de los records, por ser los primeros novios que bajan de cien
mil fotos el día de su boda. No fue fácil, porque tuvimos que ajustar mucho y quitar
algunos miles que habían quedado francamente bien. Por ejemplo, cuando la perra
de mi suegra, no ella, sino su mascota, se puso a llorar tras el “Sí quiero”. O
cuando a mi tío Goyo le sacaron un ojo al tirar arroz a la salida de la
iglesia. En el pueblo de mi mujer son muy suyos. Emplean arroz de grano gordo y
le añaden metralla, consistente en pequeños y no tan pequeños cantos del río,
con lo cual a veces ocurren estos accidentes sin importancia.
Tomada www.bodas.com.mx
Tuvimos que descartar algunos cientos
de las de después de la boda, esas que protagonizan los novios en lugares
supuestamente emblemáticos y hermosos del lugar donde se ha celebrado el
enlace. Esas fotos suelen ser de traca: Pequeña escalera de acceso a los
jardines del antiguo palacio de la localidad. Al fondo se adivina un estanque
otrora habitado por peces de colores nadando bajo los nenúfares, y hoy lleno de
latas de cerveza vacías y preservativos usados.
La novia, sentada en uno de los peldaños, con la cola del
traje primorosamente pisoteada desde antes de entrar a la iglesia, y extendida
escalera abajo a modo de alfombra blanca, mira hacia el horizonte con aire
pretendidamente distraído, imbuida en el carrusel de sentimientos que está
experimentando, y apretando la vejiga porque lleva haciéndose pis desde que
salió de casa. Mano izquierda en el regazo, cabeza en leve escorzo, y brazo
derecho proyectado hacia adelante, portando un ramo floral del tamaño de un
escudo antimisiles, ofreciéndoselo al flamante marido.
Tomada de www.imagui.com
Éste, personaje secundario y
decididamente prescindible en el evento, una vez acabada esta sesión de fotos, aguanta
el tipo como puede. Hace un calor de cojones. La camisa, el chaleco y la levita
del chaqué alquilado no ayudan a sobrellevarlo. Está de pie, de medio lado, con
la pierna izquierda apoyada en el último escalón y la derecha en el rellano de
la escalera. Alarga un brazo hacia el ramo de su amada, mientras encaja la sonrisa,
y mira arrobadamente a la ya esposa, pensando hacia sus adentros: ¿Pero qué
coño estamos haciendo aquí?
En el encuadre de la foto sale una pintada en la pared del
fondo, donde se puede leer “Iker Casillas titular”. El abuelo jubilata de turno
(todos los sitios públicos de Madrid tienen el suyo propio) les tranquiliza
diciéndoles que ya la quitarán luego con photoshop.
En ese momento, el fotógrafo dice las palabras mágicas: “Fotooo, naturaleees”.
¿Naturales? ¿A usted le parece que semejante escena es natural, pedazo de tontolculo?
Aunque todo es susceptible de empeorar. Nuestro fotógrafo
nos llevó a la madrileña Plaza de la República Argentina, en la confluencia de
las calles Serrano y Joaquín Costa. Lo más característico de la plaza es la
popular Fuente de los delfines, que como su nombre indica, representa a una
familia de koalas. No, en serio: La fuente está formada por tres delfines en
actitud de salto sobre el agua. Aquel buen hombre pretendía que como el
monumento no tenía agua aquel día, saltáramos y nos subiéramos novia y novio a
lomos de los delfines, para fotografiarnos “surcando el mar en el trayecto
hacia el país de la felicidad, ajenos al brutal oleaje de la vida”.
¿Surrealista, no? Pues eso.
Lo mejor de las fotos y del video
nupciales, es clavárselos de forma inmisericorde a la gente cada vez que viene
a casa. Se hacen los remolones, pero en el fondo lo están deseando. Nosotros dedicamos
un fin de semana cada mes a recordar nuestro casamiento. Hacemos una quedada
con nuestros amigos, y vienen todos. Bueno, viene Patri que es el único que nos
queda.
Patricio llega a casa el viernes por la tarde después del
trabajo. Se pone el pijama, se tumba en su sitio del sofá y a disfrutar. Empezamos
con el video. Como es nuestro mejor amigo, nada de un resumen de esos que enseñas
a las visitas de compromiso. Le ponemos la versión del director. Doce horas,
más extras y menú interactivo.
Tomada de www.maikelnai.elcomercio.es
Luego un pequeño piscolabis para reponer fuerzas, y
empalmamos con las fotos. Novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y
nueve. La gente, que es muy envidiosa, dice que nuestras fotos son el video de
la boda fotograma a fotograma. ¡No es lo mismo, dónde va a parar! En el video
corrido se pierden muchos detalles que en las fotos pueden apreciarse con mucha
claridad.
Como Patri es muy cabezón, y se empeña en no dormir, a eso
de las dos de la tarde del domingo, suele entrar en éxtasis, embargado por la
emoción. En el fondo es un sentimental, el muy tonto. Ya ves tú sino podía
parar una horita, para echarse una siestecita del carnero, y luego seguir
viendo fotos, y hacer otra pasadita al video. Pero no, él erre que erre, que
quiere seguir.
Ya a última hora de la tarde, le invitamos indisimuladamente a que se vaya, pero a menudo se queda tan
arreactivo que algún día hemos tenido que llevarlo a Urgencias, pensando que le
había dado algo malo. Si se muere tampoco va a pasar nada, porque total, es un
matado de la vida que sólo nos tiene a nosotros. Con la excusa de enseñarle las
fotos, hacemos el favor de invitarle una vez al mes. Es una muestra de caridad
hacia un desvalido, un deshecho humano que vive fuera de los estándares
sociales. Aunque ahora que lo pienso: Si no viniera Patri, ¿Con quién
compartiríamos nuestros megapíxeles de felicidad? VanityFreakNews.