viernes, 31 de mayo de 2013

Encontrado el único “Madrileño por el mundo” que no vive de puta madre.


“Madrileños por el mundo” es el programa estrella de TeleMadrid. Un formato audiovisual apto para todos los púbicos, que  ha dado origen a un remake a nivel nacional, el también exitoso “Españoles en el mundo” de Televisión Española. Tiene buena factura, es muy entretenido, y su producción es asequible, hecho muy importante en los tiempos de penuria económica que padecemos.
 
 

Francamente, me gusta este programa. Permite viajar a lugares lejanos sin moverse del sofá, que es el sueño de todo vago redomado como yo. El problema es que lo reponen tantas veces que ya nos sabemos hasta el nombre de pila y los dos apellidos de los protagonistas. Lleva tanto tiempo en antena, que alguno de los “Madrileños por el mundo” ya ha muerto de viejo, y eso que era un pipiolo preadolescente cuando grabó su capítulo.

El otro pero que se le puede poner a este producto es que no es un reality documental, sino más bien una saga de ficción científica. No llega al nivel de la celebérrima “Médico de Familia”, obra cumbre del género en España, pero poco a poco se va acercando. Cómo olvidar a aquel santón médico de familia, viudo y con tres hijos como tres botijos, resignado a cepillarse a su nuera cañón sólo tántricamente. Cómo no acordarse de aquella familia irreal donde los niños respetaban la autoridad de sus mayores, los adolescentes no consumían psicotrópicos, y los señores compartían mesa y mantel con el servicio doméstico. En esta serie no había efectos especiales, pero era pura ciencia ficción.
 
 

Volvamos al tema de este post, porque como de costumbre, nos estamos yendo por las ramas. Si tomáramos al pie de la letra el mensaje que transmite “Madrileños por el mundo”, podríamos elevar varias hipótesis a la categoría de leyes universales. Primero: Majadahonda es una ciudad fantasma, porque todos sus habitantes están madrileñeando por esos mundos de Dios. Pozuelo y Las Rozas llevan el mismo camino que Majadahonda, y también acabarán semidesiertas, a poco que se esmeren.

Segundo: No todos los profesores de las universidades extranjeras son españoles, pero todos los españoles que viven en el extranjero son profesores en la universidad, aunque sean analfabetos funcionales. Hasta en la minúscula isla de Tapaté, en pleno Pacífico Sur, hay Escuela Superior de Ingenieros Aeronáuticos, y el decano, por supuesto, es madrileño.
 
Tercero: Aunque seas un craco universal, si te vas a vivir a cualquier país del mundo, te ligarás a un pibón de yate, que incluso se casará contigo y te acompañará eternamente, porque en “Madrileños” no existen los gatillazos, ni las nativas feas, ni las rupturas sentimentales.

Cuarto: Por ahí fuera no hay racismo. Todo el mundo te trata bien, y basta que sepan que eres español, para que la vecinita de al lado, te traiga pastel casero los domingos, y se ofrezca a tener sexo contigo si te ve decaído. En el trabajo, en la calle y en las tiendas, los lugareños siempre te sonreirán, aunque después de veinte años no se te entienda un carajo en el idioma del país en cuestión.
 
 

Quinto: En todos los países (menos en España), el alquiler está por los suelos. De hecho, un “Madrileño por el mundo” no paga, sino que su casero le pone un sueldo si tiene la gentileza de ocupar una mansión de su propiedad. Si el madrileño de turno se cansa del casoplón y lo quiere cambiar por otro, el Estado le indemniza, y tiene la obligación de encontrarle un acomodo de similares características, en menos de veinticuatro horas.

Sexto: Si vives fuera de España, sólo echas de menos El Corte Inglés, el jamón serrano, salir de cañas por La Latina,  y la tortilla de patata con cebolla de tu señora madre.

Séptimo: En el extranjero nunca llueve y siempre es verano, hasta en invierno. Las calles están limpias, y los mendigos no existen, porque las prestaciones sociales llegan a todas las capas de la población.

Octavo: Todas las playas del planeta son paradisíacas y siempre están vacías. El concepto “Niño dando por culo llenándote de arena mientras pisa tu toalla” no existe, y el del “Cuñado gicho escuchando el Carrusel Deportivo a tope en el smartphone” es un atavismo hispánico no extrapolable a otras culturas.
 
 

Noveno: Los madrileños emigrados siempre tienen varios coches, todos de alta gama. Si son de Majadahonda y viven en USA, en el garaje de la vivienda unifamiliar, no pueden faltar un Ferrari y un Lamborghini.

Décimo: Por ahí fuera la vida es de luz y de color, pero los madrileños son tan sacrificados, que pasados unos años en el paraíso, reconocen que su mayor deseo es volver a Madrid, a la vida de miseria y privaciones que dejaron tiempo atrás.

Por estas cosas y algunas más, el otro día se me cayó una lágrima cuando apareció en el programa Elpidio Pena, “Madrileño por el mundo” en Panamá. Natural de Carabanchel, y recriado en Prosperidad. Cuarenta años muy mal llevados. Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Carlos III: “Había acabado la carrera y no tenía trabajo, así que me pasaba las horas muertas haciendo zapping. Solía ver vuestro programa, y flipaba porque mientras España se iba a la mierda, veía que en el resto del mundo ataban los perros con longanizas. No tenía novia ni ataduras familiares, así que me lancé a la aventura. Elegí Panamá porque era un país emergente, porque no tendría la dificultad del idioma, y qué coño, porque oí que todas las panameñas estaban buenas, y que en cuanto veían a un macho español, se ponían calientes como perras.
 
 

Me di un plazo de un año para estar dirigiendo una multinacional, pero pasados seis meses desde mi llegada, seguía sin encontrar ningún trabajo. Los ahorros traídos de España se acabaron, y no tuve más remedio que agarrarme a empleos poco cualificados, de forma temporal, por supuesto.

Pues bien. Llevo cinco años en Panamá: Sigo sin novia. No tengo coche. Vivo en una habitación alquilada que me cuesta la mitad de lo que gano. Sólo me puedo permitir comer una vez al día. No he podido volver a España para ver a la familia, porque no tengo dinero para el pasaje. Estudié para dirigir empresas, y me gano la vida construyéndolas ladrillo a ladrillo. Ah, no tengo televisión por lo que ya no puedo ver su programa.

Usted me pregunta que qué echo de menos de mi ciudad. Pues todo señorita, todo. Cuánto más lejos estás de tu tierra y de tu gente, más las añoras. Pero no, no regresaré nunca a Madrid. Aquí no es que me vaya precisamente de puta madre, pero dejé España con seis millones de parados y una tasa del 50% de paro juvenil. ¿Para qué voy a volver, para joder aún más las estadísticas?” VanityFreakNews.
 

P.D.: “Madrileños por el mundo” es seguido por millones de telespectadores en todo el planeta. Tanto es así que el programa ha cambiado uno de los tópicos españoles por excelencia. Fuera ya no somos flamenco y toros. En las tiendas de souvenirs de la Plaza Mayor madrileña han desaparecido las tradicionales muñecas gitanas con traje de faralaes, y los toreros con traje de luces. Han sido sustituidos por muñecos unisex vestidos de profesor universitario. En la solapa de la chaqueta llevan un pin que reza: “Soy de Majadahonda”.

 

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