“Madrileños por el mundo” es el programa estrella de
TeleMadrid. Un formato audiovisual apto para todos los púbicos, que ha dado origen
a un remake a nivel nacional, el
también exitoso “Españoles en el mundo” de Televisión Española. Tiene buena
factura, es muy entretenido, y su producción es asequible, hecho muy importante
en los tiempos de penuria económica que padecemos.
Francamente, me gusta este programa. Permite viajar a lugares
lejanos sin moverse del sofá, que es el sueño de todo vago redomado como yo. El
problema es que lo reponen tantas veces que ya nos sabemos hasta el nombre de
pila y los dos apellidos de los protagonistas. Lleva tanto tiempo en antena,
que alguno de los “Madrileños por el mundo” ya ha muerto de viejo, y eso que
era un pipiolo preadolescente cuando grabó su capítulo.
El otro pero que se le puede poner a este producto es que no
es un reality documental, sino más
bien una saga de ficción científica. No llega al nivel de la celebérrima
“Médico de Familia”, obra cumbre del género en España, pero poco a poco se va
acercando. Cómo olvidar a aquel santón médico de familia, viudo y con tres
hijos como tres botijos, resignado a cepillarse a su nuera cañón sólo
tántricamente. Cómo no acordarse de aquella familia irreal donde los niños
respetaban la autoridad de sus mayores, los adolescentes no consumían psicotrópicos,
y los señores compartían mesa y mantel con el servicio doméstico. En esta serie
no había efectos especiales, pero era pura ciencia ficción.
Volvamos al tema de este post,
porque como de costumbre, nos estamos yendo por las ramas. Si tomáramos al
pie de la letra el mensaje que transmite “Madrileños por el mundo”, podríamos
elevar varias hipótesis a la categoría de leyes universales. Primero:
Majadahonda es una ciudad fantasma, porque todos sus habitantes están
madrileñeando por esos mundos de Dios. Pozuelo y Las Rozas llevan el mismo
camino que Majadahonda, y también acabarán semidesiertas, a poco que se esmeren.
Segundo: No todos los profesores de las universidades
extranjeras son españoles, pero todos los españoles que viven en el extranjero
son profesores en la universidad, aunque sean analfabetos funcionales. Hasta en
la minúscula isla de Tapaté, en pleno Pacífico Sur, hay Escuela Superior de
Ingenieros Aeronáuticos, y el decano, por supuesto, es madrileño.
Tercero: Aunque seas un craco universal, si te vas a vivir a
cualquier país del mundo, te ligarás a un pibón de yate, que incluso se casará
contigo y te acompañará eternamente, porque en “Madrileños” no existen los
gatillazos, ni las nativas feas, ni las rupturas sentimentales.
Cuarto: Por ahí fuera no hay racismo. Todo el mundo te trata
bien, y basta que sepan que eres español, para que la vecinita de al lado, te
traiga pastel casero los domingos, y se ofrezca a tener sexo contigo si te ve
decaído. En el trabajo, en la calle y en las tiendas, los lugareños siempre te
sonreirán, aunque después de veinte años no se te entienda un carajo en el
idioma del país en cuestión.
Quinto: En todos los países (menos en España), el alquiler
está por los suelos. De hecho, un “Madrileño por el mundo” no paga, sino que su
casero le pone un sueldo si tiene la gentileza de ocupar una mansión de su
propiedad. Si el madrileño de turno se cansa del casoplón y lo quiere cambiar
por otro, el Estado le indemniza, y tiene la obligación de encontrarle un acomodo
de similares características, en menos de veinticuatro horas.
Sexto: Si vives fuera de España, sólo echas de menos El
Corte Inglés, el jamón serrano, salir de cañas por La Latina, y la tortilla de patata con cebolla de tu
señora madre.
Séptimo: En el extranjero nunca llueve y siempre es verano,
hasta en invierno. Las calles están limpias, y los mendigos no existen, porque
las prestaciones sociales llegan a todas las capas de la población.
Octavo: Todas las playas del planeta son paradisíacas y
siempre están vacías. El concepto “Niño dando por culo llenándote de arena
mientras pisa tu toalla” no existe, y el del “Cuñado gicho escuchando el
Carrusel Deportivo a tope en el smartphone”
es un atavismo hispánico no extrapolable a otras culturas.
Noveno: Los madrileños emigrados siempre tienen varios
coches, todos de alta gama. Si son de Majadahonda y viven en USA, en el garaje
de la vivienda unifamiliar, no pueden faltar un Ferrari y un Lamborghini.
Décimo: Por ahí fuera la vida es de luz y de color, pero los
madrileños son tan sacrificados, que pasados unos años en el paraíso, reconocen
que su mayor deseo es volver a Madrid, a la vida de miseria y privaciones que
dejaron tiempo atrás.
Por estas cosas y algunas más, el otro día se me cayó una
lágrima cuando apareció en el programa Elpidio Pena, “Madrileño por el mundo”
en Panamá. Natural de Carabanchel, y recriado en Prosperidad. Cuarenta años muy
mal llevados. Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad
Carlos III: “Había acabado la carrera y no tenía trabajo, así que me pasaba las
horas muertas haciendo zapping. Solía ver vuestro programa, y flipaba porque
mientras España se iba a la mierda, veía que en el resto del mundo ataban los
perros con longanizas. No tenía novia ni ataduras familiares, así que me lancé
a la aventura. Elegí Panamá porque era un país emergente, porque no tendría la
dificultad del idioma, y qué coño, porque oí que todas las panameñas estaban
buenas, y que en cuanto veían a un macho español, se ponían calientes como
perras.
Me di un plazo de un año para estar dirigiendo una
multinacional, pero pasados seis meses desde mi llegada, seguía sin encontrar
ningún trabajo. Los ahorros traídos de España se acabaron, y no tuve más
remedio que agarrarme a empleos poco cualificados, de forma temporal, por
supuesto.
Pues bien. Llevo cinco años en Panamá: Sigo sin novia. No
tengo coche. Vivo en una habitación alquilada que me cuesta la mitad de lo que
gano. Sólo me puedo permitir comer una vez al día. No he podido volver a España
para ver a la familia, porque no tengo dinero para el pasaje. Estudié para
dirigir empresas, y me gano la vida construyéndolas ladrillo a ladrillo. Ah, no
tengo televisión por lo que ya no puedo ver su programa.
Usted me pregunta que qué echo de menos de mi ciudad. Pues
todo señorita, todo. Cuánto más lejos estás de tu tierra y de tu gente, más las
añoras. Pero no, no regresaré nunca a Madrid. Aquí no es que me vaya
precisamente de puta madre, pero dejé España con seis millones de parados y una
tasa del 50% de paro juvenil. ¿Para qué voy a volver, para joder aún más las
estadísticas?” VanityFreakNews.
P.D.:
“Madrileños por el mundo” es seguido por
millones de telespectadores en todo el planeta. Tanto es así que el programa ha
cambiado uno de los tópicos españoles por excelencia. Fuera ya no somos
flamenco y toros. En las tiendas de souvenirs de la Plaza Mayor madrileña han
desaparecido las tradicionales muñecas gitanas con traje de faralaes, y los
toreros con traje de luces. Han sido sustituidos por muñecos unisex vestidos
de profesor universitario. En la solapa de la chaqueta llevan un pin que reza:
“Soy de Majadahonda”.