sábado, 23 de marzo de 2013

El cadáver incorrupto de un político es expulsado de su partido.

            Si hemos de ser sinceros, hasta los cerebros siliconados más infravalorados como el de Yola Berrocal, son conscientes de que los partidos políticos se financian de forma irregular. Oficialmente se nutren de las cuotas de sus afiliados, y de una partida anual recogida en los Presupuestos Generales del Estado.

Pero las cuotas son el chocolate del loro, y la asignación presupuestaria, con ser generosa, no daría nunca para pagar esas costosísimas campañas electorales, ni el tren de vida del que disfrutan sus dirigentes. Sueldo, casa, chófer, coche, escolta, etc. Todo va a cargo del partido. Pero, ¿De dónde sale la pasta? Porque detrás de las siglas PP, PSOE, CiU, o las que el lector quiera poner, no hay ninguna empresa que fabrique un producto y posteriormente lo comercialice, con la consiguiente producción de un beneficio económico.

Los españolitos mirábamos de soslayo, (no a las ubres naturales y sobrevaloradas de la Berrocal), sino diciendo: ¿Y a mí qué de dónde venga el dinero? Lo jodido ha sido cuando nos hemos dado cuenta de que financiación irregular es un vil eufemismo. La palabra correcta es latrocinio, sustracción, hurto, pillaje, mangancia, depredación, expolio, en definitiva, robo. Y lo peor de todo es que los apandadores son ellos y los apandados nosotros.
 
 

Cuando dices esto en un foro, rápidamente sale alguna luminaria intelectual y te espeta eso de: “Estados Unidos es la cuna de la democracia, y allí pasa lo mismo”. Primer punto: En América también se atropellan viejas, y se maltratan animales, y eso no significa que esté bien hecho. Segundo: En USA, los lobbies que apoyan a tal o cual partido son perfectamente reconocibles: La Asociación Nacional del Rifle, la comunidad judía de Hollywood, etc, aflojan sus dólares con un marcado sesgo ideológico. Todo el mundo sabe quién apoya a quien y en qué cantidad, y después cada palo aguanta su vela, y apechuga con las consecuencias.

En España, los únicos lobbies reales son los que viven en nuestros montes y están en peligro de extinción. Aquí lo que hay son políticos (da igual el partido) que al día siguiente de llegar al poder, deciden hacer una obra pública para mejorar su ciudad. La sacan a concurso público, y por esas cosas que tiene la vida, la licitación va a parar a una empresa que ni es la más barata ni es la que mejores condiciones ofrece. Pero casualmente, ese industrial es el que mejor se aviene al “interés general”.

 El “interés general” consiste en que si la obra pública cuesta “X” miles de euros, el empresario paga “X” + “Y” + “Z” cientos de miles de euros. “Y” va para el partido, y “Z” se reparte religiosa (PP, PNV, CiU) o laicamente (PSOE, IU) entre la camarilla del político. Como resultado, el precio final se encarece muchísimo. A cambio, el sufrido y esforzado contribuyente disfrutará de una placita dotada con un banco cojo, una papelera de plástico, y una fuente de la que mana un hilillo de agua no potable. Con el dinero que ha costado se podría haber hecho una réplica de Times Square a tamaño natural, pero no pasa nada. El político ordena y el “agradecido” ciudadano calla y paga.
 
 

Puede que ésto haya sido siempre así, y que cualquier tiempo pasado no fuera necesariamente mejor, pero hay sucesos que invitan a pensar lo contrario. Don Cristóbulo Urbano, preeminente político de la Segunda República, manifestó en vida su deseo de descansar eternamente en su localidad de origen, Malillos de la Presa. Llegado el momento, el hijo pródigo volvió a su pueblo para quedarse. El alcalde de la época expropió la mejor casa de la plaza, y mandó construir en ella el Pabellón de los Hombres Ilustres. Allí han descansado durante décadas los restos de don Cristóbulo, en espera de que la villa alumbrara y viera morir a otro hombre o mujer, que fueran dignos acompañantes del malogrado prócer.
 
 

Los tiempos cambian, pero las personas no. El alcalde actual, sobrino nieto del que enterró a don Cristóbulo, recibió la semana pasada la visita de un directivo de Inditex. Al parecer, el conocido grupo empresarial considera a Malillos de la Presa un punto de interés estratégico, de cara a implantarse en la cuenca del río Lubierna, y desde allí, extenderse por todos los confines de Hispania. Después de Zara, Zara Home, Pull & Bear, Massimo Dutti, Stradivarius, Bershka, Uterqüe y Oysho, Inditex quiere lanzar Zara Rustic. El objetivo es renovar el vestuario de los lugareños de la España profunda, para que de una vez por todas, las boinas caladas y las batas con zapatillas desaparezcan del campo español.
 
 

El primer edil de Malillos acogió con gran alegría la propuesta de Zara, que supondría para el pueblo una tenue inyección económica aún por cuantificar, y la creación de un puñadillo de puestos de trabajo temporales y tres o cuatro fijos. Naturalmente, la mejor casa de la plaza albergaría la futura tienda de Zara Rustic, y esa no era otra que la actual sede del Pabellón de los Hombres Ilustres. “Don Cristóbulo lo entenderá, él sabe que esto es bueno para el pueblo”, repetía el alcalde a modo de mantra autoexculpatorio.
 

 

Dicho y hecho. Mientras el alcalde cambiaba su utilitario por un coche de alta gama, se compraba un casoplón en la ciudad y mandaba a las niñas a estudiar a un internado extranjero, el cadáver de la mayor gloria  que ha dado Malillos de la Presa en sus setecientos años de historia, fue trasladado al cementerio municipal. “En el siglo XXI, los ciudadanos demandan que sus políticos vivan holgadamente, para que no tengan la tentación de robar, y esta corporación es sensible a las demandas de la gente llana”. Así comenzaba el bando municipal donde se anunciaba la exhumación de don Cristóbulo.

Hasta aquí todo normal dentro de lo anormal de la situación. El problema vino cuando los técnicos municipales abrieron el féretro y se encontraron con el cuerpo incorrupto del político local. Como si el óbito hubiera ocurrido ayer, se mantenía en un perfecto estado de conservación. Tenía los ojos abiertos, y el gesto serio. Parecía que en cualquier momento fuera a gritar: “Vaya panda de hijos de puta que estáis hechos”. Pero no dijo nada. Permaneció impasible, como si fuera un ciudadano actual: Manso, sumiso, adocenado, acostumbrado a vivir siempre en el lado estrecho del embudo.

El muerto no podía defenderse, pero los vivos tampoco levantaron los brazos, ni tan siquiera alzaron la voz. Siguieron en sus quehaceres, laborando los pocos que aún tenían trabajo, y callejeando el resto. Pasó un día más, en espera de que llegara la noche para ver el fútbol en la tele del bar o a Falete tirándose desde un trampolín en la tele de casa. Qué macabra metáfora: Un país entero corriendo en calzoncillos detrás de una pelota, o lanzándose al vacío, confiado en la vana promesa de que debajo hay agua.
 
 

El primer edil ordenó la expulsión inmediata de don Cristóbulo Urbano del partido político al que ambos pertenecían, con el irrebatible argumento de que el finado llevaba muchos años sin pagar su cuota mensual. Esa fue la versión oficial. La oficiosa fue la que confesó a sus allegados: “¿Un político incorrupto? ¿Dónde se ha visto eso? Imaginaos en qué lugar nos deja al resto. Yo no digo que robar esté bien, pero me limito a repetir lo que hace todo el mundo. Una cosa es ser hermanos, y otra bien distinta ser primos. Así que desde este mismo instante, el viejo ya no pertenece al Partido Anaranjado, el único que defiende los intereses de los trabajadores y los parados (afines al partido)”. VanityFreakNews.

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