sábado, 26 de enero de 2013

El orgasmómetro llega a España.


El españolito medio, esa especie sufrida y esforzada que puebla lo que queda de la Península Ibérica, ve como de un tiempo a esta parte, su poder adquisitivo disminuye mes a mes. Lo peor de todo es la absoluta ausencia de indicios de que esta tendencia se pueda invertir en algún momento. A la subida del IRPF y del IVA, se ha sumado la reducción reiterada de los salarios tanto en el sector público, como en el privado.

 

Siempre queda el consuelo de ver que la clase política se solidariza con el pueblo. El ciudadano recibe con agrado los continuos gestos de coherencia que los políticos de todo signo y condición, anuncian cada día: Supresión de coches oficiales a la mínima expresión, afloramiento voluntario del dinero casualmente depositado en paraísos fiscales, renuncia sistemática a sueldos vitalicios y planes de pensiones blindados, permuta de las dietas de desplazamiento por dietas hipocalóricas,  abolición y devolución de los regalos, prebendas, mamandurrias, cohechos propios e impropios …

 

Un punto especialmente sensible para el vampirizado contribuyente es la racionalización de las subvenciones públicas. Y es que jode, y jode mucho, que te chupen hasta la última gota de sangre, y luego con el dinero de todos, se pague a una tal Amy Martin para que escriba un artículo sobre la actualidad del cine nigeriano, o para que realice un corto sobre su propio grupo musical. Algún ingenuo dirá que mejor esto que los estudios sufragados en su día por ZP y ahora por Mariano sobre “Adaptación psicosocial y reagrupación familiar de la dalia silvestre en la estepa siberiana”, o “Conflictos bioéticos de la reproducción asistida del cangrejo de río oriundo de la cuenca del Nilo”. Pues no, no es mejor. Es la misma mierda.
 
 
 
 

 

Una ciudad como Madrid no es ajena a esta situación. El centro de estudios estratégicos del ayuntamiento, dirigido por Carmentxu Pando, trabaja cada día para implementar un nuevo impuesto municipal, que venga a ahogar un poco más, las ya maltrechas economías familiares.

 

Descendiente directa por vía materna de Vlad Dracul, y conocida por su equipo como la “vampira de Entrevías”, Carmentxu anuncia con entusiasmo las nuevas iniciativas: “A las ya conocidas tasa de recogida de residuos urbanos, y tasa de estacionamiento regulado de vehículos, se añade una que penalizará aquellos orgasmos femeninos que sobrepasen los 80 decibelios (dB) en la hora de la siesta. Durante el resto del día y de la noche, la restricción se aplicará a partir de los 100 dB, 90 si es en verano, porque al dejar las ventanas abiertas por el calor, se oye todo, y la agresión acústica es mayor.

 

Cada unidad familiar dispondrá de un orgasmómetro de última degeneración. Un técnico municipal especialmente adiestrado para su misión, registrará cada mes la sonoridad amatoria acumulada. Si la señora de la casa tiene amante o en su defecto follamigo, debe consignarlo, porque será considerado como un elemento eximente parcial. Y es que científicos del Barrio Chino de Calatayud, han demostrado que la intensidad sonora del clímax, se eleva considerablemente cuando la pareja sexual no es el compañero habitual.

 

La primera falta se sancionará, colocando en la puerta de acceso a la vivienda de la infractora, una pegatina de grandes dimensiones con el texto: “Ay, guarrilla”, y un apercibimiento de sanción económica. La segunda falta, con una pegatina aún más grande que rece: “Puta, puta, mas que puta”, y una multa de 3000 euros. La tercera, irá a la raíz del problema: Extirpación quirúrgica de las cuerdas vocales, o en su defecto, el compromiso formal ante notario para  someterse a un tratamiento con Libidonoton finish complex forte, durante seis meses. En los ensayos clínicos realizados en burros extremeños, este fármaco ha demostrado disminuir el apetito sexual un 90%, con alta significación estadística. Y en los estudios preliminares llevados a cabo en otros animales, concretamente en toreros españoles, se han obtenido resultados esperanzadores (conste que esta vez y sin que sirva de precedente, no estaba pensando en Fran Rivera, o al menos, no en exclusiva).

 

De igual forma, se van a extremar las medidas para no cometer errores como los ocurridos en otras ciudades españolas. Así las cosas, en Soria ha sido multada una congregación de monjas clarisas. Durante el boom inmobiliario, la abadesa vendió unos terrenos anexos al actual convento. Hace dos años, un empresario construyó en ellos un macroprostíbulo. El edificio está situado sobre un pequeño altozano, por lo que cuando sopla viento de poniente, se produce eco. En esos momentos, el sonido ambiente de la casa de lenocinio llega con total nitidez hasta la residencia de las religiosas. Y mientras las monjitas llevan a cabo sus píos quehaceres cotidianos ajenas a todo, el orgasmómetro, que mide el sonido sin identificar su procedencia, se pone a registrar gemidos como un loco. Resultado: El aparato dictamina que la casa está habitada por auténticas máquinas sexuales, y la correspondiente sanción no se hace esperar.
 
 
 
 

 

Otro caso lamentable ha sido el de un grupo de amigas solteronas que se fueron a pasar un fin de semana a Onteniente. Aficionadas al porno duro desde que estaban en bachillerato, alquilaron el clásico del género “El fontanero, su mujer, y otras cosas de meter”. Querían hacer un video forum el viernes por la noche. El problema es que una de ellas está sorda como una tapia, y no soporta perderse los diálogos, porque dice que disminuye la carga dramática. En resumen, tuvieron que subir el volumen del reproductor al máximo para contentar a la cinéfila purista y a la sazón amiga, llegando en la secuencia final a sobrepasar los 150 dB a pelo, con el consiguiente multazo.”

 

Las asociaciones vecinales se han puesto en pie de guerra. Desde la plataforma “Ya nos gustaría a nosotras”, hablamos con su portavoz Maika Lentorra: “Como colectivo de frígidas crónicas, estamos serenas y tranquilas. Desgraciadamente, no tenemos ninguna posibilidad de ser penalizadas ni penelizadas. No obstante, vamos a elevar a la administración, una solicitud, para que nuestra condición sea reconocida, y nos den algún tipo de minusvalía. Ya que no nos funciona el tema ni bien ni mal, que al menos podamos desgravar en hacienda. Por otra parte, no estamos de acuerdo con la medida sancionadora, y nos solidarizamos con todas las compañeras que se enteran de algo cuando cohabitan con sus parejas, aunque vaya por delante que son todas unas perracas”.
 
 
 
 

 

Sin embargo, la nueva tasa se está haciendo muy popular entre los caballeros, como nos cuenta Kepa Jillero: “En Baracaldo y en toda Vizcaya estamos encantados. Nos dejamos el sueldo en multas, pero es un dinero que da gusto gastar.  Que se vea que somos todos muy machos, y le damos a nuestras pericas lo que necesitan. Entre nosotros está muy mal visto que una hembra sea silenciosa, pero no hay cuidado. Aquí grita hasta la del Patxi, que tiene afonía crónica”.

 

Como esto es España, no han tardado en salir a la luz, varios casos de corrupción y de picaresca. Desde el clásico sobrecito con el que “premiar” al técnico municipal encargado de la lectura del orgasmómetro, y que casualmente siempre se equivoca a la baja; pasando por liberar el aparato en un chino; hasta trucar los dispositivos en talleres clandestinos, para que midan solamente sonidos incluidos dentro de los límites legales.
 
 
 
 

 

Menos problemas para esquivar la ley tienen los ricos. Tal es el caso de Eloy Follo, conocido productor musical de grupos pop en los ochenta. Eloy vive en una mansión en La Moraleja, y en el sótano mandó construir un completo estudio de grabación perfectamente insonorizado para poder trabajar desde casa. Así que cuando su cuarta mujer y él se ponen juguetones, no tienen que más que bajar al sótano, y vivir su amor. Eloy le da salami previa ingestión masiva de Viagra, y su joven esposa puede fingir sin temor a ser castigada, mientras piensa en George Clooney.

 

Y es que por mucho que ahora seamos uropeos, no hay cosa que más nos guste en España que incumplir las leyes y no pagar las multas. Al fin y al cabo, aquí se acuñó y se hizo célebre la frase: “Quien hace la ley hace la trampa”. ¿Tenéis ya orgasmómetro?. VanityFreakNews.

 

 

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