sábado, 2 de febrero de 2013

Obama destiñe.

         Aunque en los mentideros de Washington era un secreto a voces, la última aparición pública del presidente, ha acabado por disipar todas las dudas: Barack Obama destiñe.
 
 
         Todo empezó cuando al poco tiempo de ser proclamado Presidente de los Estados Unidos de América, conocimos que había sido designado Premio Nobel de la Paz. No dudamos que el reconocimiento sea merecido, pero quizás fue algo prematuro. Que Messi es el mejor futbolista del mundo no lo discute ni el más acérrimo forofo del Real Madrid, pero de ahí a que La Pulga hubiera ganado el Balón de Oro antes de nacer, va un trecho. Pues más o menos lo mismo ocurre con Mister President.
 
         Que te hagan santón en vida obliga a tener una trayectoria inmaculada, y eso no siempre es fácil. Cierto es que el listón estaba muy bajo respecto a sus predecesores. Obama iba a tener el éxito asegurado, si conseguía evitar que por esas casualidades que tiene la vida, su miembro viril fuera succionado rítmicamente por una becaria en el Despacho Oral.
 
De igual forma, tendría a la opinión pública a su favor, a no ser que entre resaca y resaca le diera por invadir países del Tercer Mundo, donde supuestamente existe tecnología para fabricar armas de destrucción masiva, aunque el burro siga siendo el medio de transporte habitual de la población. Barack es fiel a Michelle, esa mujer con fenotipo de quarterback de la NFL, y con cara de haber roto muchos platos. Obama sólo bebe agua de Vichy sin gas y orina colonia, como nuestro Pep Guardiola, así que por ahí, el reconocimiento del pueblo americano estaba casi conseguido.
 
 
 
         No obstante, si era cazado en la primera situación, podía recurrir a la consistente argumentación del presidente Clinton: “Una felación no es una relación sexual”. Hace falta tener la cara muy dura a parte de otras regiones anatómicas. Lo peor es que los americanos son tan crédulos, que al día siguiente había colas interminables de clientes en todos los burdeles de la Unión: “Yo pagué cien dólares por tener sexo, y vive Dios que aquí una señorita me comió lo que viene siendo el rabo. Pero si mi presidente dice que eso no es una guarredida americana, quiero que me devuelvan el dinero”, declaraba a las cámaras de la CBS un tarugo de Wichita, todavía con sus invernales calzoncillos pulgueros a media asta.
 
         Mal, maaaal, muy maaaal… lo tenía que hacer Obama para no mejorar el legado de sus antecesores. Alto, distinguido, guapo, y sobre todo mediático. La aparición en la escena pública de Barack Obama adquirió desde el principio tintes mesiánicos. Los mítines de campaña se asemejaban a las apariciones marianas (no de la Virgen, sino de Rajoy), donde una multitud extasiada ve imágenes donde no hay nada y escucha mensajes donde sólo hay silencio.
 
El archimanido “Yes, we can” invadió el orbe. No había pin, valla publicitaria, programa de televisión, cola del supermercado, u homilía religiosa, donde no apareciera la frasecita. Y todos como borregos, desde Sri Lanka hasta Alaska, desde Fuenlabrada a Miami repitiendo “Yes, we can”. Podemos, podemos, ¿Podemos qué? ¿Atropellar viejas?, ¿Pisotear hormigas?, ¿Reciclar vidrio?. La aldea global hace que seamos panpaletos. Uno piensa, y los demás repetimos su pensamiento.
 
         Antes de que Obama existiera políticamente, Bin Laden ya estaba en busca y captura. Otra cosa no, pero Estados Unidos sí tiene conciencia de país. Los americanos están orgullosos de serlo, y se comportan como uno sólo ante el enemigo exterior. ¡Vamos, igualito que en España! La sed de venganza de América sería saciada tarde o temprano, pero había curiosidad por ver como lo resolvería la Administración Obama, en caso de producirse durante su mandato, la captura del satán islámico. Estaba claro que la Casa Blanca no iba a nombrar a Bin Laden embajador de la ONU, y no iba a alquilarle a precio de amigo un loft en Manhattan, pero de ahí a capturarlo, matarlo y tirar el cuerpo al mar … hay una distancia. ¡Joder con el Nobel de la Paz!
 
 
 
         Suponemos que no fue una decisión fácil para el Presidente. Todos los medios publicaron una foto donde se ve a Barack Obama con Hilaria Clinton, a la sazón Secretaria de Estado, y otros altos cargos de Washington, siguiendo en tiempo real la caza de Bin Laden. Véase en el ángulo superior derecho de la fotografía a un personaje cariacontecido que parece el primo yankee calvo de nuestro Rajoy. Obama, con el cuerpo flexionado sobre sí mismo, como intentando hacer de vientre, y la Clinton cubriéndose el rostro con las manos. Hilaria es fea es aprisa, pero tampoco es para burkanizarse manualmente cuando te van a hacer una foto. Además, da igual que se tape, porque los cuernos que le puso el serialputero de su marido, la hacen fácilmente reconocible.
 
La imagen tiene una carga visual tremenda, y se quiso trasladar a la opinión pública mundial la idea de que sus protagonistas asistían a la ejecución del enemigo público número uno de los Estados Unidos. Luego la CIA desclasificó el episodio, y se supo que lo que de verdad estaban viendo era un video de como ha quedado Robert Redford después de su enésima cirugía desestética. Un par de visitas más al quirófano, y acabará siendo un clon de la popular periodista Chelo García Cortés.
 
 
 
Obama tenía que lavar su imagen. Y aquí entra en escena nuestra protagonista. Josefina Peces del Río, natural de Lugo, y  gobernanta jefa de la Casa Blanca. Emigró a los Estados Unidos, como tantas otras, en busca del sueño americano. Entró a trabajar en la Casa, como oficiala de lavandería, siendo presidente Carter, pero su carrera despegó cuando Michael Jackson la eligió para dejar de ser negro: "El resultado a la vista está. Entre las múltiples cirugías y mi tratamiento cutáneo, el señor Micael quedó más blanco que Sissi Emperatriz". Luego saltó el escándalo de la presunta pedofilia del rey del pop y también ahí Josefina tiene algo que decir: "No le digo yo que no se tirara pedos, porque sería faltar a la verdad, pero de ahí a ser pedófilo hay mucha diferencia. Nunca pasé veinticuatro horas seguidas con él, pero estoy convencida de que jamás le haría daño a un niño. Los quería demasiado. Fueron a por él de forma premeditada, querían sacarle las perras.”
 
La consagración definitiva de Josefina vino con el escándalo Lewinsky: "Me entregaron el famoso vestido azul de Mónica, manchado de esperma presidencial, y me dijeron que la seguridad nacional dependía de mi buen hacer. La responsabilidad no pudo conmigo. Como madre de cinco adolescentes pajilleros, acostumbrados a aliviarse en los calcetines blancos que se ponen con las tenis, la tarea fue muy sencilla. En peores plazas he toreado, mire usted. No es que devolviera al vestido su apresto y esplendor originales. Es que me dieron un harapo del outlet de Zara y lo transformé en un Carolina Herrera.
 
Muy a mi pesar, me convertí en una cerebriti, como dicen aquí. Si hasta fui portada en el Newsweek y en el Rolling Stone. Desde entonces no he parado. Me ofrecieron escribir un libro donde contara mis experiencias profesionales e hiciera un retrato psicológico de los presidentes a través de sus penes. Al fin y al cabo, he tenido que ver a todos como Dios los trajo al mundo en infinidad de ocasiones. “La Casa Tranca” se convirtió en un best seller desde su lanzamiento, y se ha traducido a cien lenguas, incluida la de Monica Lewinsky. Ustedes los periodistas son muy morbosos, y en todas las entrevistas me preguntan por el tamaño. El tamaño no importa, exporta. No voy a entrar en detalles, pero le diré que Carter era similar a su mandato, ni frío ni calor. Reagan había sido actor de westerns en su juventud, y se notaba. Parecía el Séptimo de Caballería: Era último en llegar, y el primero en irse.
 
Luego vino Bush padre, conocido entre nosotros como “El Trípode”. No pudieron con su hombría ni los malos momentos pasados cuando la “Primera Guerra de los Golfos”. Y de tal palo, tal astilla, porque Bush hijo fue apodado cariñosamente desde el principio “El Almendrita”. Había que buscar y buscar, a veces en vano. Dicen que el alcohol cuando se toma en exceso adelgaza la virilidad. Visto lo visto, a mi Indalecio le he obligado a hacerse abstemio.
 
 
 
De Clinton qué quiere que le diga. Él es un firme defensor del postulado lamarckiano: “La necesidad crea el órgano, y su inactividad lo atrofia”, y se aplica esta máxima varias veces al día. Respecto a don Obama sólo voy una cosa: El mito negro no es un mito, y a mi me parece que a la señora Michelle le dan lo suyo.
 
Estoy multiempleada, pero mi primer trabajo siempre es la Casa Blanca. Hace unos meses me pidieron que limpiara la imagen del señor Barack. Doña Michelle siempre me dice: ¡Ay, Josefina! Si hubieras estado aquí en época de los Kennedy, cuántos disgustos hubieras ahorrado al país. Hemos cogido mucha confianza. La señora me trajo a su marido y me dijo: Josefina, a ver que puedes hacer con él. Nos liamos a hablar de lo divino y lo humano, y me distraje. Metí al presidente en un programa a 90º, con suavizante y con lejía.
 
Una no es perfecta y hasta el mejor escribano echa un marrón. No reparé en la etiqueta: “Sólo a mano. Lavar por separado. Colores fuertes”. Qué disgusto. Cómo iba a pensar yo que siendo mulato desteñía. Madre mía, el pingajo que saqué de la lavadora parecía un dálmata. Tuve que recurrir al secreto mejor guardado de mi repertorio. Volví a meter a don Obama en un programa corto sin centrifugado, y añadí dos vasos de vino blanco de Rueda. Salió más pálido que el vampiro de la saga Crepúsculo, pero salvé los muebles. Ahora, de lejos y con el maquillaje no se nota mucho, pero si te acercas y lo miras a trasluz, en la cara hace aguas.
 
 
 
Y ahí tiene usted al señor Barack, desteñido pero reelegido presidente cuatro años más. A mi también me han renovado el contrato, así que con la que está cayendo, sólo puedo dar gracias a Dios. Tengo salud y tengo trabajo. Últimamente, recibo muchos encargos de España, banqueros y políticos sobre todo. La mayoría son casos perdidos, así que los devuelvo por donde han venido. Una tiene ya un caché y puede seleccionar la clientela. Por cierto, ¿Ha traído el jamón serrano que le encargué cuando concertamos la entrevista? Me dijo usted que un tal Luis Bárcenas me lo haría llegar, y él lo único que trajo fue un maletón lleno de papeles muy sucios, con la intención de que se los lavara”. VanityFreakNews.

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