Hoy a medio día, los teletipos escupían
la confirmación de la mala nueva: Ángel de Baño se está quedando calvo. No hablamos
de las típicas entradas y la tonsura parietoccipital, sino de una calvicie
regional que lleva camino de ser nacional, y a poco que no se remedie, terminará
siendo universal. La noticia no tendría más recorrido de no ser porque con el
pelo craneal de este mocetón, se fabrican los populares pasteles de hojaldre
con cabello de ángel.
El propio Ángel se sincera a Vanity Freak News: “Yo lo
achaqué a un efluvio telógeno pasajero, derivado del shock emocional que me
produjo que el presidente Zapatero no se presentara de nuevo a las elecciones. En
su día, me pasó lo mismo con Aznar. Se pasan el día puteándonos, y al final les
cojo cariño. Luego, cuando se van de la política, lo paso fatal. Ya me lo decía
mi madre: Mira Angelín, que tu eres muy sentido, y eso te va a hacer mucho de sufrir en la vida. Qué razón tenía la
mama. En este mundo deshumanizado, los
machos viriles tenemos socialmente vetado expresar nuestros sentimientos.”
Así nos abre su corazón este aguerrido burgalés. En pocos
meses ha pasado de ser propietario de un manglar craneal, a parecer una réplica
del helipuerto de Playmobil: “¡Manda huevos! Después de la vida de sacrificio
que he llevado, es injusto acabar como una bola de billar. La peña piensa que
esto es muy fácil, cortas un poquito de flequillo por aquí, y ensaimada
mallorquina al dente, un poquito de las patillas por allá, y tarta recién
hecha. ¡Y una mierda! Esto es vocacional. Yo tengo una disciplina espartana, vivo y pienso como un deportista de
élite.
Por ejemplo, en verano no me puede dar el sol en la cabeza
porque se me abren las puntas, y se resentiría la calidad del producto. Extremo
la higiene al máximo. De Marzo a Diciembre, me lavo la cabeza cada quince días,
pero como un reloj, eh. En invierno me relajo un poco porque total, como hace
frío, no se suda. Durante los meses invernales me voy a la friolera de una
lavada cada veintiún días. Eso sí, sólo utilizo productos naturales, que hay
que cuidarse. Desde el escándalo de los parabenos, ya no me fío ni de
Mercadona.
¿Alcohol? Lo normal. No digo yo que no caiga un carajillo a primera
hora, tres cervezas antes del almuerzo, y un litro de vino en la comida. Pero fuera
de eso, prácticamente nada. Algún cubatilla los fines de semana, y un whisquito
corto de hielo, sólo las noches que ponen fútbol en la tele. ¿Tabaco? Por
convencionalismo social, es decir, lo que gorroneo al pardillo de mi vecino.
¿Sexo? Siempre con la misma, con mi chica, la Conchi Maru.
Mi media semanal de contactos carnales es como la de cualquier español de bien:
Entre uno y ninguno. Caliqueño completo en posición de misionero y sin
prolegómenos amatorios, que eso es una mariconada que se han inventado los de
las películas francesas. ¿Caricias y besitos?¡No te jode! Me bastan cinco
minutos para dejar servida a la Conchi, y nunca me ha pedido el libro de
reclamaciones”.
Cuando le preguntamos a Ángel si no ha pensado en un implante
capilar, salta como una pantera: “Hubo un dermatólogo que me propuso un
transplante autólogo de vello escrotal. Caí en la trampa, pero el tema no cuajó.
Me miraba en el espejo y parecía el de en medio de los Jackson Five. La gente
no es tonta, caballero. Mi seña de identidad es el pelo liso, y el consumidor
medio español está muy preparado. Los compradores detectaban el sucedáneo,
porque lo que viene siendo el sabor del pastelito, no era el mismo.
Después, me tentaron para probar con pelo axilar. Sus características
organolépticas son similares a las del tupé, pero no me atreví porque hubiera
supuesto una quiebra irreparable en la confianza depositada por mis clientes, así
como una violación unívoca del código deontológico de la sociedad internacional
de fabricantes de cabello.”
Lo que tiene claro nuestro otrora hirsuto entrevistado, es
que hay alguien detrás de todo esto. “Más que mano negra, creo que hay una mano
gitana. La competencia desleal en este negocio es brutal. A mí alguien me está
echando algo en la comida, o me han contaminado el agua. Sospecho de los
Heredia, la familia que controla la producción de brazos de gitano, en todo el
área metropolitana de Aranda de Duero. Mira tu por donde, que las ventas de mis
pasteles han caído a mínimos históricos, y mientras, ellos han mandado a la
niña a estudiar a Suiza, la abuela se ha puesto los dientes, y la madre las
tetas. Además se ha pasao de talla y
parece la fea de las Azúcar Moreno, mire usted”.
Ángel parece estar dispuesto a todo, en su lucha por
esclarecer los hechos. “En casa siempre cenábamos sopa. Y una noche, mi padre
casi se ahoga al tragarse un pelo del belfo de mi madre. Tras el susto inicial,
mi viejo solicitó que a partir de entonces, siempre se le echara un manojillo
de pelos a la comida, porque según él, la queratina del cabello le daba un
gusto especial. Así empezó el negocio familiar. Hoy formamos una empresa que da
de comer directa o indirectamente a mil familias. Somos proveedores oficiales
de la Casa Real, y patrocinadores de Río 2016.
El gobierno no puede dejar caer esta industria. No descarto
ninguna medida de presión. Si hay que ir hasta Madrid, marcharemos a peluquín quitao hasta el Congreso de los
Diputados. Eso sí, que no me pidan los compañeros que me encadene a las
estatuas de los leones, porque tengo alergia al bronce. No quiero subvenciones,
quiero soluciones”. VanityFreakNews.
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