Mucho se ha especulado sobre las
verdaderas razones que hicieron que Antonio Rouco Varela y Paco Clavel fueran
separados al nacer. Hay quien dice que como Rómulo y Remo, fueron arrojados a
la noche madrileña y sobrevivieron amamantados
por una camarera con fama de loba, en un garito de Malasaña. Eran los tiempos
de la Movida. Paco, farandulero y bohemio desde chiquitín, fue labrándose una carrera
en las medias de rejilla, y llegó a fundar un movimiento cultural conocido como
guarripop. Antonio, reservado y
prudente, también era noctámbulo. Permanecía despierto orando frente a sus
iconos, hasta la hora de los maitines.
Otros opinan que llegaron a la Tierra
en una nave procedente de un lejano planeta. Y la verdad sea dicha, viendo las
pintas que gasta uno, y las cosas que en ocasiones dice el otro, bien podríamos
pensar que se trata de alienígenas, deportados desde su galaxia de origen, por
el único delito de ser raros. Los biógrafos desautorizados dicen que Paquito
fue niño probeta, y que los experimentos, como obra humana que son, a veces
fallan. Por el contrario, don Antonio apuntaba a niño profeta desde que era
sólo Toñín.
El hecho innegable es que las
trayectorias vitales de ambos personajes se separaron, para seguir caminos
paralelos, es decir, tendentes al infinito, pero sin posibilidad de tocarse. No
hay más que verlos vestidos. Mientras Paco suele parecer el payaso de Micolor,
a Antonio no hay quien lo saque del negro cuervo excepto cuando oficia en la
Almudena o en El Pilar. Paco es el MacGyver de los complementos, y lo mismo te
hace un bolso de mano con una lata de atún de cinco kilos, que te diseña unos
pendientes con dos cajas de quesitos El Caserío. Si ponéis hortera en Google
imágenes, las cinco primeras fotos suelen ser suyas. Y si tecleais sieso, tristón
o borde, las cinco primeras páginas son de primeros planos de Rouco. Paco es la
Tierra Media, Antonio es Mordor. El primero es la alegría de vivir, el segundo
hace tiempo que olvidó el único chiste que se sabía. Uno tiene la voz atiplada
y campanuda, y suelta pluma como un pavo en Acción de Gracias; otro habla como
si Leonard Cohen estuviera ronco, y te mira como pensando: “Por el culo ni el
bigote de una gamba”.
Por ello, la noticia de que Antonio y
Paco se iban a reencontrar en un plató de televisión ha cogido por sorpresa a
propios y a extraños. El próximo domingo aparecerán en la franja horaria
estelar de la parrilla de Tele Circo. Isabel Gemido, la indiscutible reina del
prime time, recibirá a la extraña pareja en su programa "Lo que necesitas
es humor". Esta entrevista a dos bandas, supondrá una victoria segura en
la eterna guerra de las audiencias.
Otro éxito de la popular
presentadora, cuya carrera está jalonada por hitos televisivos como
"Hablemos de Chencho", o "Esta noche Chechu". Isabel ha
revolucionado el género periodístico de la entrevista. Inolvidable aquella
ocasión en que se enfrentó a Ramiro, el
mejillón de Pontevedra que se separó de su concha por incompatibilidad de caracteres. Por no
hablar de su cara a cara con Billy, la estantería lacada en blanco de Ikea, que
convivió toda su vida útil con muebles Luis XV en el comedor de un guionista televisivo
gafapasta. En su día, Isabel llamó varias veces a Rouco para que participara
en “Sor presa, ¡Sor presa!”, pero él declinó amablemente la invitación.
Antonio y Paco, Paco y Antonio. El
orden de factores no altera el producto. Son como dos gotas de agua. Pero, ¿De
qué pueden hablar dos personajes tan iguales y a la vez tan dispares? A ninguno
de los dos les gusta el fútbol. Y es hecho probado que ninguno de los dos ha
tenido novia. Por aquí vamos mal, porque si al españolito medio le quitas
el fúrgol y las titis, los temas de conversación quedan reducidos a la mínima
expresión. No me gustaría estar en la piel de Isabel Gemido, y no porque
parezca la membrana de un tambor, a punto de romperse después de tanto lifting, sino porque va a morder en
hueso. Rouco tiene la empatía de una tortuga, y Paco parece una tortuga,
escondido bajo el caparazón de sus tres estratos de maquillaje facial tsunamiproof.
Al final, no van a tener más remedio
que cascar de Benedicto XVI, y de su renuncia voluntaria a ocupar la silla de
Pedro. Desde luego, así no salimos de la crisis. Si dimite uno de los pocos
trabajadores en el mundo que tenía plaza fija, es que la cosa está mucho peor
de lo que pensábamos. Dicen los romanos que la cola de cardenales que quieren
echar la instancia para el puesto, llega hasta el río Tíber. Lógico. Es un
pastel muy goloso. En los tiempos de los contratos por obra, y de los seiscientoseuristas,
una relación contractual vitalicia, casa, coche, viajes, y línea directa con Él
de arriba, no es moco de pavo.
Menos mal que ya no estamos en la
Edad Media, cuando una mitra cardenalicia e incluso el cetro de Pedro podían
comprarse. Sería muy fuerte ver a un golfo millonario y putero impenitente como
Berlusconi, bendecirnos urbi et orbi
desde el Vaticano, mientras su corte de velinas le hace los coros celestiales
en el bajo vientre.
Gracias a Dios, la Iglesia es una
organización seria, y el sucesor del Papa Ratzinger será elegido
democráticamente por el colegio cardenalicio. Tras la fumata blanca, los
cristianos de todo el mundo conocerán la identidad de quien ha de guiarlos por
voluntad divina, a través de los inescrutables caminos de la fe. A ellos y sólo
a ellos correspondería opinar sobre el nuevo Papa. Porque si uno libremente
decide ser ateo, agnóstico, budista, musulmán o mediopensionista, qué coño le
debiera importar quién sea la cabeza de la Iglesia católica.
Seguro que algo tienen que decir a
este respecto Paco y don Antonio. Vanity Freak News, haciendo honor a su
acreditada fama de mosca cojonera, está en disposición de adelantar en primicia,
lo sustancial de las palabras de los dos protagonistas. Pero que no se asusten
nuestros sabios lectores, porque por una vez no les vamos a dar la brasa.
Todos nos imaginamos cómo les
gustaría a Paco y a Antonio que fuera el nuevo Papa, y como defenderían con
argumentos sus posturas enfrentadas e irreconciliables. En una elección de este
tipo, los fumetas nunca se pondrán de acuerdo con las fumatas. Incluso no
albergamos duda de que al propio cardenal Ronco
Varela le encantaría ser papable, aunque nunca lo vaya a reconocer públicamente.
Así que no le vamos a hacer perder el
tiempo a nadie. Respetemos, vivamos y dejemos vivir. Y por encima de todo, ¡Mucho amor y mucho humor!. VanityFreakNews.
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