sábado, 15 de septiembre de 2012

Un bufete oferta sus servicios profesionales a los ciudadanos con apretón.


          La coyuntura económica actual plantea nuevos retos, y trae consigo la necesidad de racionalizar los recursos materiales y humanos, no sólo en el sector público, sino también en el privado.

         En esta línea se enmarca la iniciativa del prestigioso bufete de abogados Nogueres&Menauer. “Yo soy de ascendencia alemana, y traslado mi disciplina de vida a la empresa. Los trabajadores saben que aquí se viene desayunado, meado y cagado. En consecuencia, tenemos los servicios del bufete infrautilizados”. Quien así habla es Durry Menauer, socio de la firma.

“¿Quién no ha tenido  en plena calle, un apretón de los que te vas por las trancas? El instinto impele al ciudadano a bajarse la ropa y defecar junto a un árbol, como hacían nuestros ancestros en los núcleos rurales. Pero nos hemos alejado de la vida natural, y los convencionalismos biopsicosociales coartan el comportamiento libertario de nuestro tránsito intestinal. Hemos llegado a defender posturas extremistas, que nos llevan a situaciones absolutamente  surrealistas. Por ejemplo, la sociedad reprueba un hecho consustancial al ser humano como es el expeler gas por el ano en una vía pública. Esto es demencial, señores. ¿Qué tiene de malo un pedo al aire libre? Si es por contaminación acústica y/o ambiental, más lo hacen los coches, y nadie los ha prohibido. Y si es por educación, más adiestrado que un perro no hay nada, y se tiran unos cuescos del demonio”.

Hemos tocado un tema capital para Menauer, pedorro domiciliario confeso desde primero de carrera, en el colegio mayor, donde ganó varios certámenes en esta materia. “Como profesional del Derecho, creo que por este camino vamos mal. Estamos conculcando derechos fundamentales. Se han detectado los primeros brotes de xenofobia fascista, en los que se estigmatiza a las personas que eructan por la calle y a las que tiran papeles al suelo. El otro día en El Ejido, un ciudadano de origen rumano, reo de las circunstancias, se vió obligado socialmente a usar una papelera, después de consumir un refresco de lata. Afortunadamente, había cerca un grupo de librepensadores, que no sin dificultad, rescataron la lata del cubo amarillo, y pudieron devolverla al suelo, como se ha hecho toda la vida. El pobre inmigrante aprendió la lección y nunca olvidará que las cosas se tiran, y ya las recogerá el barrendero, que para eso le pagamos”.

Nuestro interlocutor se ha ido por las ramas, pero espontáneamente vuelve al tema principal. “Vas por la calle y debutas con unas imperiosas ganas de orinar: Primero te enfadas, porque piensas que hace diez minutos en casa lo intentaste preventivamente y no salía nada. Después buscas el primer bar que tengas a mano. Entras y no revelas tus verdaderas intenciones, porque te da un palo tremendo. Pides una consumición que no te apetecía. No obstante te la bebes, porque te van a cobrar un huevo. Ya venías meándote con lo que después de echarte dentro el cocacolo con hielo, estás a punto de reventar. Quieres preguntar dónde está el baño, pero el camarero de la barra está adiestrado para no contactar visualmente contigo a no ser que le vayas a pedir una nueva bebida, o en su detrimento la cuenta. Después de mucho rato consigues que te diga el consabido “Al fondo a la derecha”. ¡Los cojones! Entras en un laberinto de pasillos, escaleras y más pasillos donde en cualquier momento te puede aparecer el minotauro.
Por fin ves la pancarta de “Último kilómetro para meta”, pero estás muerto porque el cerebro es traicionero, y cuanto más cerca intuye el momento, más incentiva el deseo miccional. Llegais a la puerta, henchidos tú de felicidad y tú vejiga de orina. Como ya nunca pone simplemente señoras o caballeros, sino que hay un código cifrado, o si el local es muy pijo, una secuencia numérica, echas mano de tus rudimentarios conocimientos de lenguaje de símbolos. No puedes más, así que te la juegas a pito pito gorgorito. Abres la puerta de la derecha, y cuando localizas visualmente un meódromo, aparece la señora de la limpieza, que te espeta un cortante: “Está mojado. Vuelva en cinco minutos”. Ni de coña. Te metes en el baño de mujeres. Tres puertas cerradas, y detrás de ellas el paraíso en forma de pertinente inodoro. Tocas en la primera, y una voz tan varonil como la tuya te dice. “Ocupado”. Das en la segunda, y en medio de una sinfonía de lascivos gemidos, traduces un sonido entrecortado: “Ocu … pa … doooooo”. Tercera y última. Dos golpes. No hay respuesta. Para dentro. Aquello parece el retrete de Trainspotting, pero … no hay dolor. Como es el de señoras, al menos hay papel. Bajas la cremallera, te acomodas el miembro y … no sale nada. Se te han pasado las ganas. Hay que joderse. Imposible pero cierto. Te vas cabreado y sin dejar propina”.
 
                 

Durry Menauer sonríe y empieza a hablar como un abogado: “En Nogueres&Menauer somos sensibles a esta problemática, y aportamos soluciones acordes a nuestro tiempo. Contamos con un servicio de señoras, uno de caballeros y otro adaptado para discapacitados, totalmente amueblados, interiores pero muy luminosos. El de señoras tiene vistas al mar. Todos llevan de serie, tecnología domótica de última generación. Cualquier viandante podrá disponer de ellos de forma absolutamente gratuita. El inodoro cuenta con un dispositivo de hidromasaje y secador de pelo, de lo más útil en clientes con hemorroides. En cada habitáculo hay quiosco de prensa y tienda de recuerdos. La comercial es ciega, así que usted puede aliviar sus necesidades fisiológicas sabiendo que su privacidad está a salvo. En la puerta hay una pantalla táctil donde el cliente potencial puede acceder a la web del bufete, e informarse acerca de nuestros productos mientras está “a lo suyo”. Buscamos una experiencia única, facilitada por un sutil hilo musical en el que destaca una versión instrumental del celebérrimo tema de los Toreros Muertos, “Mi agüita amarilla”. Entre los acordes de esta pieza clásica, nuestro equipo de psicólogos ha intercalado mensajes subliminales, todos ellos pertenecientes al imaginario colectivo: “Si te la meneas, te saldrán granos”, “Después de la faena, tira de la cadena”, “Esto es un bufete, caga y vete”, o el clásico “Mea feliz, mea contento, pero por favor hazlo dentro”.

Ojalá cunda el ejemplo entre los emprendedores españoles, y el caso de Nogueres&Menauer sea sólo el primero de muchas historias tan sencillas y humanas como esta. VanityFreakNews.

 

2 comentarios:

  1. Y después de tomarte algo, llegas al baño.y hay código en la puerta, otea vez a la barra a preguntar el código, sale mejor.buscar un rincón y hacerlo allí

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