La
coyuntura económica actual plantea nuevos retos, y trae consigo la necesidad de
racionalizar los recursos materiales y humanos, no sólo en el sector público, sino
también en el privado.
En esta línea se enmarca la iniciativa
del prestigioso bufete de abogados Nogueres&Menauer. “Yo soy de ascendencia
alemana, y traslado mi disciplina de vida a la empresa. Los trabajadores saben
que aquí se viene desayunado, meado y cagado. En consecuencia, tenemos los
servicios del bufete infrautilizados”. Quien así habla es Durry Menauer, socio
de la firma.
“¿Quién no ha tenido en plena calle, un apretón de los que te vas por las
trancas? El instinto impele al ciudadano a bajarse la ropa y
defecar junto a un árbol, como hacían nuestros ancestros en los núcleos rurales.
Pero nos hemos alejado de la vida natural, y los convencionalismos biopsicosociales
coartan el comportamiento libertario de nuestro tránsito intestinal. Hemos
llegado a defender posturas extremistas, que nos llevan a situaciones
absolutamente surrealistas. Por ejemplo,
la sociedad reprueba un hecho consustancial al ser humano como es el expeler
gas por el ano en una vía pública. Esto es demencial, señores. ¿Qué tiene de
malo un pedo al aire libre? Si es por contaminación acústica y/o ambiental, más
lo hacen los coches, y nadie los ha prohibido. Y si es por educación, más
adiestrado que un perro no hay nada, y se tiran unos cuescos del demonio”.
Hemos tocado un tema capital para Menauer, pedorro
domiciliario confeso desde primero de carrera, en el colegio mayor, donde ganó
varios certámenes en esta materia. “Como profesional del Derecho, creo que por
este camino vamos mal. Estamos conculcando derechos fundamentales. Se han
detectado los primeros brotes de xenofobia fascista, en los que se estigmatiza
a las personas que eructan por la calle y a las que tiran papeles al suelo. El
otro día en El Ejido, un ciudadano de origen rumano, reo de las circunstancias,
se vió obligado socialmente a usar una papelera, después de consumir un
refresco de lata. Afortunadamente, había cerca un grupo de librepensadores, que
no sin dificultad, rescataron la lata del cubo amarillo, y pudieron devolverla
al suelo, como se ha hecho toda la vida. El pobre inmigrante aprendió la lección
y nunca olvidará que las cosas se tiran, y ya las recogerá el barrendero, que
para eso le pagamos”.
Nuestro interlocutor se ha ido por las ramas, pero
espontáneamente vuelve al tema principal. “Vas por la calle y debutas con unas
imperiosas ganas de orinar: Primero te enfadas, porque piensas que hace diez
minutos en casa lo intentaste preventivamente y no salía nada. Después buscas
el primer bar que tengas a mano. Entras y no revelas tus verdaderas
intenciones, porque te da un palo tremendo. Pides una consumición que no te
apetecía. No obstante te la bebes, porque te van a cobrar un huevo. Ya venías
meándote con lo que después de echarte dentro el cocacolo
con hielo, estás a punto de reventar. Quieres preguntar dónde está el baño,
pero el camarero de la barra está adiestrado para no contactar visualmente
contigo a no ser que le vayas a pedir una nueva bebida, o en su detrimento
la cuenta. Después de mucho rato consigues que te diga el consabido “Al fondo a
la derecha”. ¡Los cojones! Entras en un laberinto de pasillos, escaleras y más
pasillos donde en cualquier momento te puede aparecer el minotauro.
Por fin ves
la pancarta de “Último kilómetro para meta”, pero estás muerto porque el
cerebro es traicionero, y cuanto más cerca intuye el momento, más incentiva el
deseo miccional. Llegais a la puerta, henchidos tú de felicidad y tú vejiga de
orina. Como ya nunca pone simplemente señoras o caballeros, sino que hay un
código cifrado, o si el local es muy pijo, una secuencia numérica, echas mano
de tus rudimentarios conocimientos de lenguaje de símbolos. No puedes más, así
que te la juegas a pito pito gorgorito. Abres la puerta de la derecha, y cuando
localizas visualmente un meódromo, aparece la señora de la limpieza, que te
espeta un cortante: “Está mojado. Vuelva en cinco minutos”. Ni de coña. Te
metes en el baño de mujeres. Tres puertas cerradas, y detrás de ellas el
paraíso en forma de pertinente inodoro. Tocas en la primera, y una voz tan
varonil como la tuya te dice. “Ocupado”. Das en la segunda, y en medio de una
sinfonía de lascivos gemidos, traduces un sonido entrecortado: “Ocu … pa …
doooooo”. Tercera y última. Dos golpes. No hay respuesta. Para dentro. Aquello
parece el retrete de Trainspotting, pero … no hay dolor. Como es el de señoras,
al menos hay papel. Bajas la cremallera, te acomodas el miembro y … no sale
nada. Se te han pasado las ganas. Hay que joderse. Imposible pero cierto. Te
vas cabreado y sin dejar propina”.
Durry Menauer sonríe y empieza a hablar como un abogado: “En
Nogueres&Menauer somos sensibles a esta problemática, y aportamos soluciones
acordes a nuestro tiempo. Contamos con un servicio de señoras, uno de
caballeros y otro adaptado para discapacitados, totalmente amueblados, interiores
pero muy luminosos. El de señoras tiene vistas al mar. Todos llevan de serie, tecnología
domótica de última generación. Cualquier viandante podrá disponer de ellos de
forma absolutamente gratuita. El inodoro cuenta con un dispositivo de
hidromasaje y secador de pelo, de lo más útil en clientes con hemorroides. En
cada habitáculo hay quiosco de prensa y tienda de recuerdos. La comercial es
ciega, así que usted puede aliviar sus necesidades fisiológicas sabiendo que su
privacidad está a salvo. En la puerta hay una pantalla táctil donde el cliente
potencial puede acceder a la web del bufete, e informarse acerca de nuestros
productos mientras está “a lo suyo”. Buscamos una experiencia única, facilitada
por un sutil hilo musical en el que destaca una versión instrumental del celebérrimo
tema de los Toreros Muertos, “Mi agüita amarilla”. Entre los acordes de esta
pieza clásica, nuestro equipo de psicólogos ha intercalado mensajes
subliminales, todos ellos pertenecientes al imaginario colectivo: “Si te la
meneas, te saldrán granos”, “Después de la faena, tira de la cadena”, “Esto es
un bufete, caga y vete”, o el clásico “Mea feliz, mea contento, pero por favor
hazlo dentro”.
Ojalá cunda el ejemplo entre los emprendedores españoles, y
el caso de Nogueres&Menauer sea sólo el primero de muchas historias tan
sencillas y humanas como esta.
VanityFreakNews.
Y después de tomarte algo, llegas al baño.y hay código en la puerta, otea vez a la barra a preguntar el código, sale mejor.buscar un rincón y hacerlo allí
ResponderEliminarJa, ja, ja. Cierto, muy cierto.
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