Gema había decidido que Juanma llevara un chaqué clásico.
Pero al final, la madre de Juanma se salió con la suya. Sometió al calzonazos
de su vástago a un chantaje emocional sin cuartel: “Hijo mío, para una vez en
la vida que voy a ser madrina, no me quites la ilusión. Con lo guapo que
estarías con un traje modernito… Si es por el dinero no lo hagas, yo te
lo pago”.
Juanma era un panoli, habitualmente manipulado tanto por su
prometida como por su madre. En esta ocasión, la fuerza de la sangre hizo que claudicara ante su
progenitora. Así nos lo cuenta Gema: “Juanma se presentó ataviado con un traje de
Nino Nuccio, a juego con el de mi suegra. Madre e hijo por separado, tenían un
tiro de mierda, pero juntos reunían delitos estéticos suficientes como para ser
condenados a cadena perpetua no revisable en una cárcel turca”.
Foto tomada de Facebook
Ella iba vestida de meretriz rusa prejubilada. Y su tinte
capilar hubiera llamado la atención por demasiado rubio hasta en Suecia.
Decir que Juanma iba hortera es quedarse corto, extremadamente corto. El traje
era digno de los modelos masculinos de “Noche de fiesta”, aquellos shows
televisivos míticos de nuestra adolescencia. El problema es que la percha de
Juanma poco tenía que ver con la de los azafatos apolíneos del gran Jose Luis
Moreno. Y lo que es peor, Juanma incumplía dos premisas básicas para aparecer
en “Telva: Bodas con Estilo”. Primero: El bigote y la perilla están proscritos tanto
en la novia como en el novio. Y segundo: El novio no puede llevar el vello
axilar o el cabello igual o más largos que la novia.
“Si hubiera mantenido el Animalstopforever®, esto
no hubiera pasado”. Pero la ingenua Gema se apiadó de su madre y de su suegra,
y les retiró el parche de cloroformo el día anterior, por lo que ambas señoras
pudieron acudir al evento. Visto lo visto, los dos carcamales se llevaron el
ascua a su sardina. Todavía bajo los efectos del fármaco, vagaban por el
parking descubierto, buscando la carpa habilitada para la cena. Deambulaban desnortadas,
como si se hubieran perfumado generosamente por dentro y por fuera. Bailando presentaban un déficit psicomotor evidente, típico de los efectos deletéreos de un tóxico
sobre el cerebelo. Se besaban y abrazaban con propios y extraños. Más de uno
comentaba lo mucho que le recordaban a Massiel en el postbanquete de la boda de
sus amigos Rocío Jurado y José Ortega Cano.
Foto tomada de www.bodas.net
El novio estaba nervioso. Sabía que le había hecho una
jugarreta a Gema, y que eso le supondría dormir en el sofá no menos de tres meses.
En el sexo ya ni pensaba, y se concentraba en prepararse psicológicamente para
la larga temporada de duchas frías que le esperaba. Cuando por fin llegó a la
altura de Gema, le espetó: “Hola señorita, soy el novio. No nos conocemos, así
que supongo que es usted invitada de Gema. ¿La ha visto? Creo que a
ella no le va a hacer ninguna gracia que usted vaya vestida de blanco. Pretende que ésta sea una boda con estilo, aunque de momento, vamos de truño en
truño y tiro porque me toca”.
“¡Soy yo,
gilipollas!”, le espetó Gema, con voz y mirada a lo Risto Mejide. Juanma se
quedó bloqueado durante unos breves ciento ochenta minutos, que se hicieron
eternos. ¿Era verdaderamente Gema o una usurpadora? Factores en contra: Las fundas dentales, el depilado
pancorporal, las uñas lacadas en bronce, las lentillas de color azul cala
menorquina, el bronceado a lo bonzo, y el maquillaje multiestrato, donde había
más capas que una excavación arqueológica. Factores a favor: La inconfundible
halitosis (Gema se empeñaba en poner ali-oli hasta en el café), y las botas de
trekking Salomon.
Era Gema, pero ¿Qué había sido de su esculpido capilar
resistente a tsunamis?, ¿Dónde estaba el recogido tipo satélite de órbita
estacionaria que iba a llevar? “No te lo vas a creer, Juanma, pero me ha tenido
que peinar mi vecina del quinto. Como lo mío ya estaba pagado, la peluquera me
ha dejado para el final, y ha hecho el agosto arreglando a todas mis tías y
primas del pueblo. Se ha hecho tarde y tenía que cerrar. Me ofrecía cortarme el
pelo a lo teniente O´Neil, o ponerme una peluca como la de Carmen de Mairena.
Juan Manuel, ésto no está comenzando bien, y lo que mal empieza, mal acaba. Mi
sueño de salir en Telva: Bodas con estilo, se aleja a la velocidad del Ferrari
de Fernando Alonso, o sea, despacito, muy despacito”.
Foto tomada de www.abc.es
Como el amor todo lo puede, al final la boda se celebró. Una
sencilla ceremonia civil presidida por el encargado de la sección “Iluminación
exterior” del Leroy Merlin de Plaza Norte, y a la sazón concejal en el
Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. El acto duró apenas cinco minutos,
para solaz de los invitados: “Menos mal que estos curas de paisano ya no son
como los de antes. Así de cortos tenían que ser siempre los sermones” decía un
primate de mediana edad, con más pelo en la cara que Chewbacca en su etapa
hippie. ¡Venga, tos pa´l restaurante,
que me han dicho que luego hay guarra
libre!”, aullaba un aborigen de la España profunda, oliendo a Eau d’Establo. Tenía en mitad de la frente, un cerco solar indeleble, señal inequívoca de
haber llevado boina noche y día trescientos sesentaicinco días al año desde el
bautizo.
No obstante, durante la breve celebración a Gema le dio
tiempo a emocionarse y a limpiarse el moquillo en la corbata-manta de Juanma,
quien por otra parte estaba viendo en el móvil como iba el partido de su Real
Madrid. Cumpliendo la tradición, Gema llevaba algo regalado (una pinza para el
pelo bañada en curare, obra de su cuñada), algo prestado (la virginidad de su
tía Francisca, la del pueblo), y algo propio (el contrato de la hipoteca a cien
años). Por su parte, Juanma estaba hecho polvo porque el Madrid perdía uno a cero en
el minuto 85 de partido, y el entrenador Carlo Ancelotti no se decidía a hacer
ningún cambio. Jodido pero contento, ya que su misión en aquella boda había
finalizado. Sus minutos de fama ya eran historia. Nadie se acordaría de que se
equivocó diez veces en el “Sí quiero”, o que gritó: “Árbitro, hijoputa”, justo antes
de intercambiar los anillos con Gema. Desde la entrada en escena de la novia, él era un
mero ectoplasma. Así sería hasta el final del evento, y de su ya de por sí,
triste y gris vida.
Foto tomada de www.hogar.fotocasa.es
Lo que no sabía aún es que acabaría su boda convertido en un
fantasma real, no en un zombie, sino en un fiambre humano. Pero esa es otra
parte de la historia que Gema nos contará otro día. Ahora mismo no puede porque
está alquilando en Bluespace dos mil metros cuadrados de trastero, para guardar
la primera parte de las fotos del bodorrio. VanityFreakNews.
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