Que
levante la mano del teclado quien no haya vivido una escena como ésta: Primer día de vacaciones en una ciudad costera cualquiera
del Levante español. Atrás queda un duro año de trabajo, posiblemente el último,
dado que el paro se va extendiendo, y tú sabes que más pronto que tarde te
acabará alcanzando, a no ser que te llames Luis, te apellides Bárcenas, y
trabajes en el Partido Popular. Ésta pasa por ser la mejor empresa del mundo,
porque sigue pagando la nómina a alguno de sus empleados aunque teóricamente ya
no trabaje allí. Ejemplo: El mencionado Bárcenas.
Siete de la mañana. El puto despertador también suena en
vacaciones. ¿En vacaciones? Sí, porque este año la Yoli se ha plantado: “Ya
está bien de ir siempre a un apartamento alquilado como si fuéramos pobres.
Quiero ir a un resort en Levante con
todo incluido, como la Belén Esteban”. Todo sea por la felicidad de tu chica:
Alquilas por internet una minihabitación en un macrohotel por un macroprecio.
Jurarías que las fotos colgadas en la
web son del Palacio de Buckingham, y que la playa que sale es del Caribe, pero
no le das más mayor importancia, porque ya estás muy cansado: “Serán imaginaciones
mías”.
Tomada de www.que.es
Al llegar al resort
la noche anterior no reparaste en nada especial. Después de conducir diez horas
para recorrer un trayecto que en condiciones normales se hace en la mitad de
tiempo, estás muerto. Menos mal que en el atasco y su correspondiente caravana,
casualmente has coincidido con tus vecinos, familiares y compañeros de trabajo.
Vais todos al mismo sitio. Así somos de gregarios los humanos, tanto pobres como
ricos. La diferencia es que ricos hay pocos y van a lugares grandes, y no hay
recinto en el mundo lo suficientemente amplio como para albergar a tanto pobre.
El único que no estaba en la caravana era el listo de tu
cuñado (en todas las familias políticas hay uno), que como siempre, salió
después de tí, pero llegará antes. Sólo él conoce esas misteriosas carreteras
que no aparecen ni en Google maps ni
en la Guía Campsa. Caminos innotos que permiten que las almas y los cuerpos de
los ungidos se transmigren hasta el lugar de destino en un tiempo record, y con
un consumo de combustible despreciable. Hay tanto gilipollas en el mundo, que
por pura ley estadística, al menos uno caerá en tu familia.
Cuando te despiertas al día siguiente, dispuesto a disfrutar
de tus vacaciones de pobre venido a más, te das cuenta de varias cosas que te
devuelven a la realidad de forma brusca. Primero: Efectivamente, el despertador
ha sonado a la misma hora que un día laboral. ¿Motivo? El desayuno se sirve a
las ocho, y aunque el restaurante está abierto hasta las once, a los ocho y
cuarto no queda ni pan duro. Segundo: La publicidad de la habitación que te
alquilaron rezaba: “Casi con vistas al mar”. Cuando te asomas a la ventana
dispuesto a impregnarte de brisa marina te topas con un patio interior, y una
pintada en la pared de enfrente: “Detrás de este muro está el mar”. Tercero:
Una cosa es que el hotel no esté en primera línea de playa, y otra que las
distancia sea tan grande que no compartan meridiano.
Ocho menos diez minutos. Familia en perfecto estado de
revista, dispuesta a asaltar el buffet
del desayuno. Según vas acercándote al comedor se va escuchando cada vez con
más claridad un run-run ambiental, parecido a los tambores de guerra. Al llegar
a la puerta, dudas por un momento que aquello no sea la línea de salida de la
Maratón de New York. Ocho en punto: Se abren las puertas y una horda de
vándalos invade el local. Hacen acopio de alimentos para ellos y para varias
generaciones venideras. “El Apocalipsis va a llegaaaar”, exclama un abuelo de
mirada extraviada, mientras realiza con esmero una torre de suizos y croissant,
que sobrepasa el límite de altura que la Ley de Urbanismo fija para
construcciones nuevas en el litoral español.
Tomada de www.cineycine.com
Miras tu plato y te das cuenta de que estás haciendo lo
mismo que ellos. Has caído en las redes de la secta. Hasta has cogido cinco
porciones de tarta de brevas con nata, siendo alérgico a las primeras, y
odiando la segunda desde que ibas al parvulario. Miras a tu alrededor y
observas que en todas las mesas hay personas dormidas. Preguntas al camarero,
quien te explica la causa con displicencia: “Sí hombre, eso es típico en los buffet. Es el Síndrome de la Anaconda.
Como si fuera uno de esos reptiles, el cliente hambrón desencaja su mandíbula
para poder engullir entera, una presa de tamaño mucho mayor que él mismo.
Después dormita durante varias semanas, mientras va haciendo la digestión. Mire
aquel de allí, todos los años hace lo mismo. Llega el primer día, se atasca de
comida, y se queda en standby hasta
tiene que regresar a casa, feliz como una perdiz, sin aguantar a la suegra
durante todas las vacaciones.
Tomada de lavidademerchi.blogspot.com
Diez de la mañana: Por fin llegas a la playa. No sabes si es
de arena fina, blanca o negra. No puedes saberlo porque entre el paseo marítimo
y el agua, hay una interfase sólida compuesta por una multitud de entes
informes y semivestidos que pudieran ser humanos. Encuentras un centímetro
cuadrado libre para clavar la sombrilla, y cuando lo consigues, te sientes como
Armstrong al llegar a la Luna. Piensas
como él, que esto es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la
humanidad. Y para salto el que vas a tener que dar, si quieres llegar al agua
para darte un baño.
Medionublado, temperatura 40 grados. Sensación térmica en la
arena: 70 grados. El de al lado te está clavando el codo en los riñones, y tus
brazos ya no pueden más soportando el peso de la paisana que se te ha subido a
la chepa, por más que jure y perjure que ella hizo la Operación bikini antes de
venir. Tu sombrilla comienza a moverse y un grito ahogado de dolor delata que
la habías clavado en un veraneante, que estaba dormido con la boca abierta. Empiezas
a sentir un escozor creciente en la espalda y piensas: “Cagonlaputa, ya me quemao”.
Miras para arriba intentando ver el cielo: "No, si
todavía llueve". Se levanta una brisa gélida que hace que la sensación
térmica baje de golpe a 17 grados. Es ahí cuando tu suegra (que ha venido de
polizón en la maleta grande) espeta: "Que airecito más agradable. Yoli,
ponle la rebeca al niño que se va a enfriar". Y es que toda suegra o en su
defecto toda madre, es capaz de defender que algo es blanco y es negro en la
misma frase, con total naturalidad.
Tomada de hipocondriamods.mforos
En ese momento aparece él, el macho español. Alto o bajito,
hirsuto o lampiño, mazado o escuálido, da igual. Es un prehomínido autóctono de
la Península Ibérica y con eso basta. Ajeno al desinterés manifiesto que genera
su presencia, se despoja de la camiseta y de los pantalones. Bañador turbo dos
tallas por debajo de la necesaria. Brazos en jarras. Tripa metida. Mira con
desgana a derecha e izquierda, pensando: "Sé que os gusta lo que veis
nenas, pero este material es high quality
y está de vacaciones. Llamadme a la vuelta". Naturalmente, ni la perra de
la familia de al lado, había reparado en la existencia de nuestro amigo.
Enfoca hacia el horizonte, buscando alguna teta furtiva,
preferiblemente extranjera, con la que alegrarse la vista. El agua está vacía,
porque el día no invita al baño. Nuestro anónimo protagonista se encamina hacia
la orilla. Da dos pasos dentro del agua y se zambulle con decisión. Un grito
sobrenatural emerge a la superficie y tras él, lo que queda del otrora macho
español. Se recompone, y mira hacia la orilla donde sus familiares lo observan
estupefactos. Si pudiéramos adivinar sus pensamientos, no diferirían mucho de
estos: "Vaya gilipollas. Si la niña me hubiera hecho caso, se había casado
con el hijo de la Paca, la de los ultramarinos y otro gallo nos hubiera
cantado", piensa la suegra, con un gesto de desaprobación. "Así de
gallito te quería yo ver por las noches, que luego en la cama te quedas en
nada", deja traslucir la mirada azul de su mujer. "Como buen calvo
con melena, mi papá da mucha pena", parece querer decir Samantha Jessica,
el bebé de ocho meses de la pareja.
Es entonces cuando el
machus hispanicus pronuncia LA FRASE: "Está buenísima". Son sólo
dos palabras, pero encierran toda una filosofía de vida. Esta frase es
transcultural y atemporal. La pronuncia igual un head hunter en Manhattan que un recolector de fresas en Lepe.
Cuando este desharrapado intelectual grita: "Está buenísima", no está
pensando en la sueca ajamonada del minibikini de cuadros, que se tuesta al sol,
dos tumbonas más allá. Este pedazo de tarado se está refiriendo a la
temperatura del agua. El líquido elemento está tan frío que incluso los
pingüinos emigrarían en busca de zonas más cálidas.
Llega la hora de comer, y ante tanta innominia, le dices a
la Yoli que aunque tengáis un todo incluido, hoy coméis fuera. Total, de todos
es sabido que en los lugares de vacaciones, las mariscadas están tiradas de
precio, y por diez euros, te ponen en el plato una fuente de frutos del mar,
que tú los ves, y aquello parece la película Bogavante versus Buey de mar: La
batalla final. Eso es en el restaurante donde come el listillo de tu cuñado,
que casualidades de la vida, sólo él conoce: “No hombre no. Si me hubieras
preguntado yo te habría dicho cuál era el bueno”.
En el tuyo, pides un surtido de marisco y te traen dos
percebes calvos, un carabinero sin licencia de armas, un langostino viudo, dos
cangrejos mutantes que en vida caminaban hacia adelante, y cinco gambas mutiladas,
que tú piensas: “Si yo comprendo que las gambas se peleen entre ellas, pero
¿Por qué me traen siempre las que han perdido?”. Factura: Ciento veinte euros
más propina de diez euros. Exclamas: “¡Coño, como en Madrid!”.
Tomada de cge.pages.tcnj.edu
Pides el libro de reclamaciones, te sinceras y acabas
gustándote: “1º El marisco es caro en Madrid, en Oropesa y en Tegucigalpa. 2º Cuando
te vas de vacaciones te gastas un huevo y por lo general te dan pollo a precio
de solomillo. 3º Una suegra es una suegra y seis media docena. 4º Vendo cuñado
en buen estado, precio a convenir. 5º Sí, estoy blanco, y no, no me gusta
ponerme moreno. 6º El agua no está buenísima. Está fría de cojones, y por muy
macho español que se sea no está el día como para bañarse. 7º Yoli, coge a los
niños, que volvemos a casa”. VanityFreakNews.
No hay comentarios:
Publicar un comentario