Entramos con fingida decisión, para intentar ocultar nuestra
condición de aldeanos. Enseguida nos dimos cuenta de que cantábamos a kilómetros.
No íbamos disfrazados de nuevos ricos con ese puntito característico de
pseudointelectual progre. Y es que el visitante habitual de ARCO expresa
fenotipo.
Pasábamos de unas salas a otras como el que lee hojas de un
libro en blanco, hasta que de repente, un hedor insoportable se adueñó de
nuestro cerebro olfatorio. En una estancia lóbrega, un grupo numeroso de
personas contemplaba extasiado una masa informe de dimensiones considerables,
dispuesta sobre un pedestal lacado en tonos grises. Desde esa distancia, no
podíamos ver con claridad la supuesta obra de arte. La megafonía repetía
machaconamente un clic musical compuesto por lo que parecía una salva de
ventosidades, seguida del sonido atronador de una cisterna de inodoro, que se
vaciaba una y otra vez.
Perplejos, y tapándonos la nariz con la mano, nos acercamos
lo suficiente. La leyenda de la obra decía: “Trozo de naturaleza ensartando
residuo urbano. Autor: Gertru Ñacos”. Yo nunca he entendido ni de arte ni de
nada, pero lo que allí veía era una mierda de descomunal tamaño, pinchada en un
palo, y una panda de zombies que la observaban con expresión transida, supongo
que por el olor.
Se acercó a nosotros un hombre de mediana edad. Botines de
ante azul, vaqueros pitillo azules gastados, con el dobladillo vuelto un palmo
y medio. Chaqueta larga de lana gruesa totalmente desabrochada. Por debajo,
asomaba una camiseta blanca con un gran punto negro dibujado hacia la mitad del
pecho, y bajo él un sencillo mensaje: “Fóllame o déjame”. Gafas rojas de pasta,
barba de dos días (como la de una abuela de pueblo), y peinado a lo Sergio Ramos
(versión Marzo de 2013).
Se dirigió animosamente a mi mujer y le dijo: “Epata,
¿Verdad?”. “Apesta”, acertó ella a contestar. “Bongiorno, pareja. My name is
Rubén Panao, artista conceptual frustrado, bloguero caquéctico, y crítico en la
revista DecoVanguardias. ¿A vuestro barrio proletario llega Twitter? Me podéis
encontrar como @trendyrupanao: cien mil followers, una media de doscientas
menciones y ciento cincuenta retuiteos por semana. Ese soy yo. Me encantan
vuestros outfit, guapos. El rural chic va a ser in la próxima temporada, y os estáis adelantando. Sois divinos,
nenes. ¿Venís mucho por aquí?
Sin tiempo para contestar, me espetó: “Te fallan el peinado
y las gafas, rey. El look seminario
está totalmente out”. El cuerpo me
pedía coger prestado el vástago de madera de la “escultura”, y metérselo a
Rubén por su agujero negro poco a poco, hasta convertir a aquel cretino
integral en un espeto humano. Eso sí que hubiera sido arte conceptual, y no
aquella mierda. Mi obra se hubiera llamado “Brocheta gafapastada al atardecer”.
Pero lo que tiene haber ido a un colegio de curas es que además de educación,
te da contención, así que sólo le dí una certera patada en los cojones.
“Perdona Rubén, es que tengo bajo el potasio y me dan unos calambres malísimos
en las piernas, por sorpresa”.
“Pues haz como yo, criatura, come mucho plátano. ¡Qué golpe
me ha dado el paleto, por Dior!”,
decía con voz todavía ahogada. Rubén se recompuso y nos dio su visión
profesional de aquella obra de arte: “Estáis contemplando el culmen artístico
de un talento sobrenatural. Gertru Ñacos en España estaba infravalorada, pero
en Estados Unidos era una auténtica celebrity.
Justin Bieber es su mayor coleccionista privado. Tiene aproximadamente treinta gertrus expuestos en su mansión de
Beverly Hills. “Estas esculturas son lo más parecido a mis discos que existe en
el mundo”, ha manifestado el ídolo adolescente.
En la fiesta por la reelección de Obama, Gertru fue la invitada
especial. Realizó una performance que
le hizo ser trending topic dos días
seguidos. Se tomó allí mismo una carretilla de fresones de Aranjuez con nata
cortada. A continuación se metió los dedos en la boca, y emitió un vómito
semisólido con tropezones. Partiendo de esa materia prima, modeló una réplica
de la Estatua de la Libertad en vivo y en directo. La ovación de los presentes
puestos en pié duró diez minutos. El presidente Obama se fundió en un abrazo
con ella, y después de darse un piquito con sabor a fresa, le dijo: “Yeltru Neicos, su obra es la mejor
embajadora de los valores que América y Occidente defienden en nuestros días”.
“Ñacos es una adelantada a su tiempo. Sólo las generaciones
venideras podrán valorarla en su justa medida”, prosiguió Rubén, ya con el tono
de voz completamente recuperado. “Lástima que nos haya dejado precozmente a los
veintisiete años, como Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Kurt Cobain y
Amy Winehouse. En el caso de Gertru Ñacos las drogas no han tenido nada que ver
ni directa ni indirectamente. La culpa ha sido de los recortes en sanidad.
Gertru se sintió indispuesta y acudió al Servicio de Urgencias de un hospital
público madrileño. Allí ya no hay médico. La primera evaluación la hace la jefa
de los servicios de caballeros, y ya si la cosa se pone chunga, se avisa a
algún celador. La señora de la limpieza en cuestión le dijo que no tenía nada,
que hiciera unos gargarismos con Don Limpio y se tomara un paracetamol.
Pero paradojas
de la vida, Gertru tenía una obstrucción intestinal. Las paredes de su intestino
se rompieron, y las heces allí acumuladas invadieron sus tripas, desencadenando
un shock infeccioso que acabó con su vida. La pobre limpiadora fue condenada
por negligencia, ya que en estos casos, las guías de práctica clínica
recomiendan Fairy en vez de Don Limpio. Y el Excelentísimo Señor Presidente de la
Comunidad, como cualquier politicastro en estos casos, otorgó a la artista la
Medalla de Oro a título póstumo”.
Rubén Panao no pudo contener la emoción, y las lágrimas
cubrieron sus gafas de pasta: “En Gertru Ñacos confluyen el yo y el superyó,
hasta conseguir una disociación del ser metaanalítico no contemplada hasta
ahora. Imbrica la soledad participativa del principio de este milenio con la
rutina existencial de la vida cosmopolita en cualquier gran ciudad. Es un
crisol transcultural donde tierra, fuego, mar y aire se amalgaman sin ambages.
La mezcla resultante ataca la sensibilidad del espectador, hasta herirlo en lo
más profundo de su alquimia espiritual. El intelecto da bandazos, en una lucha
desesperada por llegar a tierra firme, mientras el imperio de los sentidos
sojuzga la realidad corpórea, hasta hacerla consciente de su vulgar
temporalidad. Las creaciones de Gertru Ñacos son una disgresión cinegética
donde los lares y los manes del alma pugnan por alcanzar la metempsícosis redentora.
La obra de Gertru es … es una puta mierda”. VanityFreakNews.
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