sábado, 27 de abril de 2013

La sequía obliga a cerrar el campus de verano de un futbolista.

         Si en la centuria pasada, el Olimpo estaba habitado por las estrellas del mundo del espectáculo, en el siglo XXI, los dioses son los futbolistas. Multimillonarios con veintitantos años, se han coronado como los nuevos reyes del mambo. Conducen deportivos de lujo, viven en mansiones de ensueño, y se calzan pibones de yate, un día sí y otro también. La mayoría son de procedencia humilde, y en cuanto rascas un poco, se les ve el pelo de la dehesa. Cuánto han cambiado las cosas desde aquellos futbolistas de toda la vida que parecían sacados de un biopic de El Lute a los fashion victim de ahora.
 
 
 
          Paletos, poligoneros, subdesarrollados, y sobre todo, horteras. En el caso improbable de que uno de ellos sea capaz de construir una frase con sujeto, verbo y predicado, y no se tire pedos en público, inmediatamente es marginado por el resto del colectivo. Y si en algún momento de su corta vida, hubiera comenzado a leer algún libro de la colección infantil Barco de Vapor, inmediatamente es encumbrado a la categoría de intelectual.
 
Tal fue el caso en su día de Jorge Valdano, atildado sabelotodo empeñado en demostrar que además de planta, tiene neuronas. Mucho ha evolucionado desde su etapa de pelotero pelopolla, hasta la actual de corbata y gomina. Ostenta el record Guinness de estar más tiempo hablando  (o escribiendo) sin decir absolutamente nada. Ha hecho creer a muchos que es madridista, cuando lo único que ha sido siempre es valdanista. Pero ahí está, ganándose la vida divinamente sin dar un palo al agua. ¡Ole tus huevos, Jorge, ole! Eres el puto amo. Ya nos gustaría a muchos seguir tu ejemplo.
 
 
El futbolista tipo autóctono maneja un vocabulario de cincuenta-sesenta palabras, y le sobran la mitad. Da igual la naturaleza de la pregunta que se le haga. La respuesta siempre será una de las siguientes: "No hay enemigo pequeño", "Lo importante es el equipo", "Estamos con el entrenador a muerte", "Tenemos que ir partido a partido", "El mister sabe lo que tiene que hacer", "Yo nunca hablo de los árbitros". Con cualquiera de estas seis frases, el periodista de turno tendrá que darse por satisfecho, más que nada porque no va a conseguir más, ni encañonando a su interlocutor con un pistolón a la altura de los huevos (localización anatómica donde está radicado el vestigio de cerebro que tienen los  futbolistas, habitualmente).
Siempre hay excepciones, y no nos referimos al filósofo políglota originario de un “Pequeño país de ahí arriba”, ese que ahora disfruta de su condición de emigrante VIP durante un año sabático, después de cuatro años selváticos de ganarlo absolutamente todo, ese que se reconoce ateo pero asume muy a su pesar que es el enviado de Dios en la Tierra, ese que es tan buen entrenador como falso humilde, ese que nunca habla de los árbitros excepto cuando empata o pierde (cuatro veces en otras tantas temporadas).
Efectivamente, no estábamos pensando en Jose Mourinho, sino en algunos futbolistas, en general sudamericanos y en particular argentinos. Qué placer da siempre escuchar una rueda de prensa de gente como Javier Mascherano. El jefecito, además de gran jugador, es un comunicador nato, y cada vez que habla sienta cátedra. Qué diferencia con las entrevistas de los raúles o iniestas de turno, y no digamos ya de los butragueños.
De unos años a esta parte, cualquier estrellita del balompié que se precie, tiene su campus de verano, en el que la chavalería intenta aprender de sus ídolos el secreto del éxito. Tal es el caso de Juanjo Diendo, lateral izquierdo suplente de la Ponferradina. Ya ha perdido la cuenta de las supermodelos y guarrillas varias que se ha cepillado, no porque sean muchas, sino porque no sabe contar.
Diendo nos cuenta su experiencia en primera persona: “Padre me dejó unos terrenos a las afueras del pueblo, y me dijo: Juan José, hijo, no vas a ser tu menos que el Cristiano Ronaldo. Tienes que tener tu propio campus de verano. Luego durante el invierno, ya te lo cuidaremos entre madre y yo”.
Dicho y hecho. El primer año se apuntaron quince chavales, cuyos padres pagaron la módica cantidad de seis mil euros por quince días de estancia. Entre desbrozar las malas hierbas y aprender los fundamentos del regadío se les fué la primera semana. Al caer la tarde, después de una interminable jornada de trabajo, los zagales degustaban un bocadillo de torreznos en pan de hogaza y un tazón de leche recién ordeñada y sin pasteurizar.  
 
 
Luego, todos los días veían el vídeo del debut de Diendo con el primer equipo, a la tierna edad de cincuenta y tres años: “Fueron los diez últimos minutos del partido de vuelta de una eliminatoria de la Copa. En la ida habíamos perdido ocho a cero. No toqué el balón y nos marcaron dos goles entrando  por la banda que cubría yo, pero tuve muy buenas sensaciones. Aunque perdimos uno a siete, me sentí futbolista: El olor a choto del vestuario, nuestro estadio abarrotado por cincuenta aficionados rugiendo, el míster insultándome desde el banquillo... Ahh, qué momentos.
 Pero lo que recuerdo con más cariño fue cuando le abrí la cabeza al árbitro. Ahí los chavales flipan. Siempre se lo pongo a cámara lenta, y paro la imagen cuando empieza a sangrar como un cerdo. Luego me dirijo a él y ahí reconozco que me gusto un poco. Es cuando le digo eso de: No tienes vergüenza. Llevas todo el partido jodiéndonos. A ver si tienes cojones de pitar el final ahora que vamos a remontar. Me cayeron veinte partidos de sanción y me parecieron pocos. Si lo sé, le atizo más fuerte y me cago en su madre. Hasta recibí un telegrama de felicitación de Pepe, el del Real Madrid. El texto era muy cariñoso. Me decía que ya tenía sucesor en el fútbol español, y me daba el teléfono de su psicoterapeuta. Un crack, el Pepe ese, un crack”.
 
 
Los niños se miraban extrañados y no entendían por qué siendo aquello una escuela de fútbol, todavía no habían visto un balón. Jeremy, el más espabilado de todos, que a sus diez años iba a comenzar segundo de Infantil el curso siguiente, tranquilizaba al resto: “Me ha dicho mi padre que así entrenaba Messi a nuestra edad, que lo importante ahora es coger los conceptos, y luego ya vendrá el resto”.
“Cualquier tiempo pasado fue mejor”, recuerda con un punto de nostalgia Diendo. “Eran chicones de asfalto, y les venía muy bien para su formación, vivir en un pueblo durante unos días. Aprendían a trabajar la tierra, y a cuidar a los animales. Conocían como vive una estrella del fútbol durante las vacaciones, cuando acaba la vorágine de viajes, concentraciones  y entrenos diarios. Los padres nos entregaban un puñado de niños urbanitas, y nosotros devolvíamos a la ciudad un grupo de hombres para el mundo.
Pero todo tiene un final. La Unión Europea dejó de conceder los fondos de cohesión territorial al campo español, y la pertinaz sequía hizo el resto. Y ya ve usted, lo que hace unos años era un vergel que daba dos cosechas al año con la ayuda de los chavales, hoy es un erial yermo donde no crecen ni los cardos.
Así que con todo el dolor de nuestro corazón, y de nuestro bolsillo, porque esto era un negocio buenísimo, tuvimos que echar el cerrojo. Hoy, el Campus Diendo ya es historia. Lo que no me explico es como los demás compañeros, mantienen sus campus abiertos, si en España lleva sin llover dos años. A ver si un día llamo a la Sara Carbonero y le pregunto cómo le riega su campus el Iker. VanityFreakNews.
 
 
 
 
 

sábado, 20 de abril de 2013

Belén Rueda protagonizará una película dramática.


         La reina de la comedia española ha decidido cambiar de registro, “No quería encasillarme en películas para adolescentes con acné”, y va a participar en una producción dramática por primera vez. El título provisional de la cinta es “Cuando sólo te queda el suicidio”.
 
 

Belén dará vida a Flor de Presiva, una taquillera del Metro de Madrid, con contrato en prácticas, exadicta al chorizo ibérico, y víctima del cirujano plástico de Belén Esteban. “Mi personaje es un bombón, pero no sé cómo va a reaccionar el público al verme en un papel serio”.

Flor padece el síndrome de Okoakapuchi, una extraña enfermedad neurodegenerativa de la que sólo se conocen tres casos en el mundo. El día que se le acaba el contrato, vuelve a casa temprano y se encuentra en la cama a su chico y a su única amiga jugando al “Tú soplas nuca, yo muerdo almohada”. Tras escuchar el clásico: “Cariño, esto no es lo que parece”, abandona entre sollozos el domicilio familiar. Pero la mala fortuna se ceba con Flor. En su huida, rueda escaleras abajo, fracturándose cincuenta y dos vértebras, las tres piernas y los cuatro brazos, amén de una sección completa del ligamento occipitocalcáneo, que viene a hacer más difícil una situación ya de por si complicada.
 
 

Después de tres meses en estado de coma inducido, rodados en tiempo real, Flor despierta un día y sólo recuerda dos cosas: Que España está en la tercera legislatura de Zapatero, esta última ya sin Zapatero, y que una semana antes del accidente, perdió un boleto de lotería premiado, al meter en la lavadora el pantalón donde lo guardaba.

Una película española que se precie de serlo, debe incluir una buena dosis de sexo explícito. “Es que si no, la gente no va al cine”. Para ser sinceros, al público le repele tanto el cine español, como a Rajoy una rueda de prensa, presencial y con preguntas de los periodistas. En el guión inicial de “Cuando sólo te queda el suicidio”, sólo aparecía la secuencia del adulterio, y apenas duraba veinticinco minutos. Los productores obligaron al director a incluir la argucia argumental de los tres meses de coma inducido. Así se daba pie a que Flor tuviera un montón de secuencias sexuales oníricas con un mandingo. Como esto no es Hollywood, a falta de un negrazo real, se recurrió a Kuale, un inmigrante ilegal zaireño, que recolectaba fresas en Lepe. “Está bastante esmirriado y apenas mide un metro setenta, pero si le ves de perfil, es como una letra ele mayúscula tumbada. Va sobrado para el papel. Nos vale”.

Al principio, se pensó para Flor de Presiva en Maribel Verdú, pero la gran actriz rehusó participar en el proyecto: “No me he desnudado nunca, y no lo voy a hacer a estas alturas de mi carrera. Prefiero seguir manteniendo ese aura de misterio que envuelve mi anatomía nunca mostrada en la pantalla”. Belén Rueda aceptó sin reservas: “No tengo problemas si es por exigencia de guión”. Ese tal Guión debe ser un salido de tomo y lomo. Se empeña en despelotar a todo bicho viviente bajo cualquier pretexto, y encima, siempre lo consigue.
 
 

Belén abandona así el género que la encumbró como estrella con tan solo tres títulos. Comedietas intrascendentes, dirigidas a un público juvenil, que sólo busca echarse unas risas, y si se tercia, unas pajillas. Todos recordamos su alegre y dicharachero papel en “Mar adentro”, donde interpretaba a Julia, una abogada que asiste legalmente a un tetrapléjico, cuando éste solicita que alguien le ayude a morir dignamente. La propia letrada desarrolla una extraña enfermedad cerebral, que pocos años después de la muerte de su defendido, acabará por sumirla a ella en el abismo de la demencia. ¡Vaya guasa!

O su rol desternillante y completamente loco en “El orfanato”, donde se pone en la piel de Laura, una joven que regresa al hospicio donde pasó su infancia. Con ella viaja su hijo adoptivo, portador del VIH. Laura causa accidentalmente la muerte del niño, y acaba suicidándose para poder reunirse con él eternamente. El título de la cinta iba a ser “El jolgorio”, pero el director decidió cambiarlo, porque hubiera desvelado la trama de antemano, sin dejar nada a la imaginación.
 
 

Por último, “Los ojos de Julia” otra muestra de humor desaforado y sin pretensiones, para pasar una tarde de verano comiendo palomitas, mientras dejas tu mente de quinceañero en modo standby. Aquí Belén es Julia, una mujer que presiente que algo muy chungo le ha pasado a su hermana gemela. Decide ir a visitar a la pobre cieguita, encontrándola más tiesa que la mojama. La causa aparente es el suicidio. Tras este simpático arranque, Julia intentará desvelar la verdad, y su periplo se torna en un rosario de muertes extrañas que van cerrando un macabro círculo en torno a ella. Para colmo, la protagonista también padece la misma enfermedad degenerativa que tenía su hermana. Comienza a perder visión progresivamente, y acaba la película viendo menos que un pez por el culo.
 
 

Con estos antecedentes en la alta comedia, es lógico que Belén Rueda lleve meses preparando su primer personaje dramático. Según ha podido saber Vanity Freak News, la actriz ve una y otra vez el capítulo de “Verano Azul” donde moría Chanquete, “Porque es imposible no llorar”. Además, escucha sin parar discos de Lana del Rey, esa joven lánguida con aspecto de bacalao en salazón, que tiene menos gracia que una inspección de Hacienda.

Deseamos a Belén toda la suerte del mundo. Primero porque es buena gente y se lo merece. Segundo, porque es una excelente actriz, desaprovechada en subproductos de medio pelo. Estamos convencidos de que el público no le dará la espalda, y no descartamos que incluso llegue a ganar algún Goya. Por eso nos atrevemos a decir: ¡Ya era hora de que a Belén Rueda le dieran un drama! VanityFreakNews.
 
 

sábado, 13 de abril de 2013

Una mierda pinchada en un palo triunfa en la Feria ARCO.

          La primera y última vez que mi mujer y yo visitamos la Feria ARCO, lo pasamos fatal. No porque fuera aburrida, (que lo era), sino por el papelón que supone profanar el santuario del arte contemporáneo español, siendo manifiestamente agnósticos.



Entramos con fingida decisión, para intentar ocultar nuestra condición de aldeanos. Enseguida nos dimos cuenta de que cantábamos a kilómetros. No íbamos disfrazados de nuevos ricos con ese puntito característico de pseudointelectual progre. Y es que el visitante habitual de ARCO expresa fenotipo.

Pasábamos de unas salas a otras como el que lee hojas de un libro en blanco, hasta que de repente, un hedor insoportable se adueñó de nuestro cerebro olfatorio. En una estancia lóbrega, un grupo numeroso de personas contemplaba extasiado una masa informe de dimensiones considerables, dispuesta sobre un pedestal lacado en tonos grises. Desde esa distancia, no podíamos ver con claridad la supuesta obra de arte. La megafonía repetía machaconamente un clic musical compuesto por lo que parecía una salva de ventosidades, seguida del sonido atronador de una cisterna de inodoro, que se vaciaba una y otra vez.
 
 

Perplejos, y tapándonos la nariz con la mano, nos acercamos lo suficiente. La leyenda de la obra decía: “Trozo de naturaleza ensartando residuo urbano. Autor: Gertru Ñacos”. Yo nunca he entendido ni de arte ni de nada, pero lo que allí veía era una mierda de descomunal tamaño, pinchada en un palo, y una panda de zombies que la observaban con expresión transida, supongo que por el olor.

Se acercó a nosotros un hombre de mediana edad. Botines de ante azul, vaqueros pitillo azules gastados, con el dobladillo vuelto un palmo y medio. Chaqueta larga de lana gruesa totalmente desabrochada. Por debajo, asomaba una camiseta blanca con un gran punto negro dibujado hacia la mitad del pecho, y bajo él un sencillo mensaje: “Fóllame o déjame”. Gafas rojas de pasta, barba de dos días (como la de una abuela de pueblo), y peinado a lo Sergio Ramos (versión Marzo de 2013).

Se dirigió animosamente a mi mujer y le dijo: “Epata, ¿Verdad?”. “Apesta”, acertó ella a contestar. “Bongiorno, pareja. My name is Rubén Panao, artista conceptual frustrado, bloguero caquéctico, y crítico en la revista DecoVanguardias. ¿A vuestro barrio proletario llega Twitter? Me podéis encontrar como @trendyrupanao: cien mil followers, una media de doscientas menciones y ciento cincuenta retuiteos por semana. Ese soy yo. Me encantan vuestros outfit, guapos. El rural chic va a ser in la próxima temporada, y os estáis adelantando. Sois divinos, nenes. ¿Venís mucho por aquí?
 
 

Sin tiempo para contestar, me espetó: “Te fallan el peinado y las gafas, rey. El look seminario está totalmente out”. El cuerpo me pedía coger prestado el vástago de madera de la “escultura”, y metérselo a Rubén por su agujero negro poco a poco, hasta convertir a aquel cretino integral en un espeto humano. Eso sí que hubiera sido arte conceptual, y no aquella mierda. Mi obra se hubiera llamado “Brocheta gafapastada al atardecer”. Pero lo que tiene haber ido a un colegio de curas es que además de educación, te da contención, así que sólo le dí una certera patada en los cojones. “Perdona Rubén, es que tengo bajo el potasio y me dan unos calambres malísimos en las piernas, por sorpresa”.

“Pues haz como yo, criatura, come mucho plátano. ¡Qué golpe me ha dado el paleto, por Dior!”, decía con voz todavía ahogada. Rubén se recompuso y nos dio su visión profesional de aquella obra de arte: “Estáis contemplando el culmen artístico de un talento sobrenatural. Gertru Ñacos en España estaba infravalorada, pero en Estados Unidos era una auténtica celebrity. Justin Bieber es su mayor coleccionista privado. Tiene aproximadamente treinta gertrus expuestos en su mansión de Beverly Hills. “Estas esculturas son lo más parecido a mis discos que existe en el mundo”, ha manifestado el ídolo adolescente.
 
 

En la fiesta por la reelección de Obama, Gertru fue la invitada especial. Realizó una performance que le hizo ser trending topic dos días seguidos. Se tomó allí mismo una carretilla de fresones de Aranjuez con nata cortada. A continuación se metió los dedos en la boca, y emitió un vómito semisólido con tropezones. Partiendo de esa materia prima, modeló una réplica de la Estatua de la Libertad en vivo y en directo. La ovación de los presentes puestos en pié duró diez minutos. El presidente Obama se fundió en un abrazo con ella, y después de darse un piquito con sabor a fresa, le dijo: “Yeltru Neicos, su obra es la mejor embajadora de los valores que América y Occidente defienden en nuestros días”.

“Ñacos es una adelantada a su tiempo. Sólo las generaciones venideras podrán valorarla en su justa medida”, prosiguió Rubén, ya con el tono de voz completamente recuperado. “Lástima que nos haya dejado precozmente a los veintisiete años, como Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Kurt Cobain y Amy Winehouse. En el caso de Gertru Ñacos las drogas no han tenido nada que ver ni directa ni indirectamente. La culpa ha sido de los recortes en sanidad. Gertru se sintió indispuesta y acudió al Servicio de Urgencias de un hospital público madrileño. Allí ya no hay médico. La primera evaluación la hace la jefa de los servicios de caballeros, y ya si la cosa se pone chunga, se avisa a algún celador. La señora de la limpieza en cuestión le dijo que no tenía nada, que hiciera unos gargarismos con Don Limpio y se tomara un paracetamol.
 
Pero paradojas de la vida, Gertru tenía una obstrucción intestinal. Las paredes de su intestino se rompieron, y las heces allí acumuladas invadieron sus tripas, desencadenando un shock infeccioso que acabó con su vida. La pobre limpiadora fue condenada por negligencia, ya que en estos casos, las guías de práctica clínica recomiendan Fairy en vez de Don Limpio. Y el Excelentísimo Señor Presidente de la Comunidad, como cualquier politicastro en estos casos, otorgó a la artista la Medalla de Oro a título póstumo”.
 
 

Rubén Panao no pudo contener la emoción, y las lágrimas cubrieron sus gafas de pasta: “En Gertru Ñacos confluyen el yo y el superyó, hasta conseguir una disociación del ser metaanalítico no contemplada hasta ahora. Imbrica la soledad participativa del principio de este milenio con la rutina existencial de la vida cosmopolita en cualquier gran ciudad. Es un crisol transcultural donde tierra, fuego, mar y aire se amalgaman sin ambages. La mezcla resultante ataca la sensibilidad del espectador, hasta herirlo en lo más profundo de su alquimia espiritual. El intelecto da bandazos, en una lucha desesperada por llegar a tierra firme, mientras el imperio de los sentidos sojuzga la realidad corpórea, hasta hacerla consciente de su vulgar temporalidad. Las creaciones de Gertru Ñacos son una disgresión cinegética donde los lares y los manes del alma pugnan por alcanzar la metempsícosis redentora. La obra de Gertru es … es una puta mierda”. VanityFreakNews.
 
 
 
 

domingo, 7 de abril de 2013

Un millar de personas en la celebración del Día del Orgullo.

         Un año más, la localidad madrileña de Beceruelas de Lozoya, ha acogido la celebración del popular Día del Orgullo Pay. La Delegación del Gobierno calcula que el acontecimiento ha reunido  aproximadamente a mil personas, mientras el consistorio municipal, organizador del evento, sostiene que han sido dos millones, tirando a la baja.

         Según el alcalde, Críspulo Tarimas: “La cifra oficial es de 1.999.985 y la posibilidad de error es mínima, porque contamos a los participantes desde el aire, como en la capital. Aquí no tenemos helicóptero, pero Fermín, el de la tía Dominga, se encarama al campanario, y desde allí no se le escapa ni uno. Tiene vista de lince y además, entiende de números porque empezó a hacer un curso de Contabilidad por fascículos, de esos que venden en los quioscos”.

         Al conocer nuestro interés por el origen del Orgullo Pay, el animoso político local se presta a explicarnos los pormenores: “Me alegro de que me haga esa pregunta. Fue por casualidad, como todas las grandes cosas de la vida. Resulta que nos llamaron del “Grand Pis”, aquel programa tan simpático que presentaba Ramón García. Dos pueblos se enfrentaban entre sí, bueno más bien, cuatro mozos y mozas de cada población, que competían en una serie de pruebas físicas y de habilidad, consistentes en ver quien meaba más lejos. Nosotros teníamos muchas posibilidades de conseguir la victoria final, porque íbamos a mandar al Josete, el hijo de Angelina “la Tapona”. No es muy alto, pero tiene un caño de la orina de cincuenta centímetros de largo, en posición de quieto parao. Pero al bueno de Josete no se le ocurrió otra cosa que irse de guarrillas dos días antes del concurso, por lo que el día de la grabación de despertó con la berenjena que parecía una coliflor. Tenía una venérea, una enfermedad de esas de las venas. Mala suerte.
 
 

Nuestro rival era Marinaleda. Allí se presentaron cuatro de sus mejores zagalones, con el alcalde Sánchez Gordillo a la cabeza. Desde el primer momento congeniamos bien. Previamente a la grabación del programa, celebramos la tradicional comida de alcaldes. Gordillo me contó un montón de cosas, como por ejemplo, que era comunista y maoísta. Ahí me ganó, porque para mi no hay cerveza como la Mahou, y si es la Cinco estrellas, ya es que se caga la perrilla.

Cuánto hablaba aquel hombre. No parecía mala gente, pero tenía pinta de estar iluminado. Decía cosas muy raras, y bueno, yo no entendía la mitad, pero asentía a todo. Sufría por él, porque era el primer fin de semana de Julio, y entre las barbazas, y el trapo ese que siempre lleva liado al cuello, sudaba hasta por las cejas. Yo pensaba: Estoy comiendo con el alcalde más mediático de España, se me va a deshidratar y vamos a acabar en un hospital, ingresados de urgencias.

La cosa se torció cuando llegó el momento de pagar. Dijo que se negaba a soltar un euro porque sería ceder ante el capitalismo salvaje, y que el camarero tenía cara de fascista, que comer es una necesidad, y que la tierra para el que la trabaja, etc. ¡Joder! Ahí tienes al tonto de Críspulo pagando la cuenta del Gordillo, que había comido como cuatro españoles hambrientos y había bebido como cinco cosacos alcohólicos.
 
 

Volvíamos al pueblo en el autobús, y yo iba rumiando lo ocurrido. En el fondo, me sentía orgulloso de haber pagado. Detrás de ese filete y de esas patatas fritas, había un montón de gente que había hecho un trabajo, y vivía de un sueldo.  Si yo no pagaba hoy, la cadena se rompería mañana. Ya no habría más filetes, porque si el camarero, el transportista, el mayorista, y el ganadero, no cobraban, evidentemente, dejarían de trabajar.

Así nació el Orgullo, y como quería que fuera internacional, se me ocurrió llamarlo Orgullo Pay, así, en inglés, con dos cojones. Esta edición ha sido la mejor. Aparte de los veraneantes, se han sumado a la marcha gentes de los pueblos de la comarca, e incluso de Madrid. Y hasta ha venido un despistado de Roma, un tal Luca Paganini.
 
 

Un carnaval de luz y de color ha recorrido las principales calles del municipio, al ritmo de la canción oficial, que todos los años es “La bien pagá”, en la inolvidable voz de Miguel de Molina. Contamos con cinco tractores y sus correspondientes remolques. Debidamente tuneados, se han convertido en cinco carrozas, que representan a cada uno de los comercios del pueblo: la cantina del tío Justo, el contramarinos del Aniano, la pescatería de la Julia, la carnecería de los Bolingas, y la panadería del Tinín. Además, este año hemos invitado a Mercadona, que nos ha mandado una carroza elegante, en plan profesional, como las que salen por la tele. Las carrozas van engalanadas con adornos artesanales en ganchillo, y con pancartas caseras con los lemas más variopintos: “Compra y deja comprar”, “A plazos o al contado, pero siempre pagado”, “Sánchez Gordillo retrógrado”.
 
 

Dejamos un momento al alcalde y salimos al encuentro de Luca Paganini, que nos cuenta su experiencia: “El Orgullo Pay es una marcha por la libertad. Somos un colectivo de personas normales. ¿Acaso no sangramos si nos pinchan? ¿Es que no reímos si estamos felices o lloramos cuando estamos tristes? No hacemos esta reunión para diferenciarnos de nadie, no queremos vivir en un gueto. Sólo pretendemos aumentar nuestra visibilidad ante el mundo. Hemos estado escondidos durante muchos siglos, por vergüenza, y por temor a los prejuicios de una sociedad hipócrita y maniquea.

Los armarios están llenos de pagadores, pero no queremos obligar a nadie a que salga de ellos y reconozca públicamente su condición de pagador. Eso es algo que pertenece a la esfera íntima de la persona. Por ejemplo, tenemos vídeos y testimonios de amigos que han visto como gente del entorno de Sánchez Gordillo, paga el pan cuando va a la panadería. Es una muestra de fariseísmo e incoherencia sin precedentes, pero allá cada uno con su conciencia. Incluso existe la leyenda urbana de que el mismísimo Gordillo abona la factura de la conexión de internet que tiene en casa. Yo particularmente no me creo esta historia, porque la maledicencia de la gente no tiene límites.
 
 

Mire a su alrededor. Las carrozas van abarrotadas de pagadores, orgullosos de mostrar su condición, y con ganas de gritarle al mundo: Soy así, y no tengo que pedir perdón por serlo. Fíjese en la multitud que sigue la marcha a pie, o que simplemente la observa. La mayoría no son como nosotros, pero simpatizan con nuestra causa, y simplemente, nos respetan. Viva la compraventa libre”.

El alcalde está exultante: “Esta fiesta popular va a dejar más dinero en el pueblo que si hubiera caído el gordo de Navidad. No vamos a salir de pobres, pero nos va a servir para tapar algunos agujeros. Como no todos los días, un humilde edil tiene la oportunidad de hablar con un medio de comunicación masivo como es Vanity Freak News, voy a hacer otro anuncio: Los mozos y mozas de Beceruelas de Lozoya llevan meses sin ducharse ni bañarse. No es por la sequía. La razón es que vamos a concursar en el “¿Qué apestamos?”. El hedor se extiende por toda la comarca. Ganamos seguro, ya lo verá. El nombre de Beceruelas volverá a estar en lo más alto”. VanityFreakNews.