sábado, 29 de marzo de 2014

Una boda civil acaba en criminal: Parte III.


El día de autos amaneció cubierto por oscuros nubarrones que anunciaban tormenta. No podía ser, no era posible que lloviera en la boda de Gema Nolillas. Como integrantes de una sociedad culturalmente avanzada, los familiares de Gema habían cumplido fielmente con todas las tradiciones ancestrales conocidas. Casi todo vale con tal de conseguir condiciones climatológicas favorables durante la celebración de un bodorrio.
 
 
 

         Clavaron una cruz de cal en el jardín de la casa, enterraron un cuchillo en una maceta, e hicieron cortes en el aire con unas tijeras, como si estuvieran recortando las nubes. Por último, ejecutaron otro ritual, también de sólida base científica: Cogieron una cacerola grande, metieron en ella todos los DVD de Penélope Cruz que había en el vecindario, y los llevaron a punto de cocción. Era factible que de todos modos lloviera, pero al menos los Nolillas habrían realizado una tarea de servicio público, limpiando la faz de la Tierra de la filmografía de esa cruz de actriz.

Y por supuesto, no podemos olvidarnos de la tradición más popular. La madre llevó huevos a las monjas clarisas. Siempre un número de docenas mayor de tres e impar. El problema fue que la buena señora buscó el protocolo en un foro de internet. Un gracioso, harto de que las monjitas tuvieran todo el año huevos por la patilla, había colgado que para que el ritual fuera efectivo, los huevos debían ser de los invitados. La madre de Gema de luces andaba en penumbra. Así que ni corta ni perezosa, emasculó a once docenas de varones: “Mejor que sobre que no que falte, y así le aseguro a la niña un día de sol espléndido”. Llover no llovería, pero aquella boda iba a parecer una convención de castrati.
 
 
 

 Menos mal que en cualquier casamiento, las asistentes añosas dominan el acervo popular y tienen un recurso para cada situación. Así las cosas, encontramos a la invitada negociadora, dispuesta a llegar a un pacto climatológico: “Que llueva antes o después lo que quiera, pero que respete la entrada y la salida de la iglesia”. La listilla: “Si van a ser dos gotas. Míralo. Por el oeste ya está abriendo”. La corresponsal de TVE en el evento: “Lástima que haya deslucido un poco cuando la niña se ha tenido que subir a la barca y remar calle abajo, pero por lo menos no ha habido que lamentar vidas humanas”. La tía solterona: “Una boda pasada por agua conlleva un torrente de lágrimas durante el matrimonio”. La optimista patológica: “No te preocupes bonita, que la lluvia es bendición, y en el casamiento trae felicidad y fortuna”. Y no puede faltar la invitada salidilla, amante del refranero más verderón: “Novia mojada, novia afortunada”.

Gema encendió su Samsung Galaxy VI Pronokal Atomic-resist de 25 pulgadas, de última degeneración. Mientras el teléfono le preparaba chocolate con porras, buscó el tiempo. Los meteorólogos pronosticaban gota fría con una probabilidad del ciento quince por ciento en Madrid capital y provincia. Al leer la predicción sonrió y se tranquilizó por completo: El pronóstico fallaba siempre. El cielo estaría totalmente despejado y luciría un sol radiante. Así fue.
 
 
 

Gema y Juanma (Gema) habían (había) elegido para casarse un lugar emblemático para ellos (ella). La boda se celebraría en el parking al aire libre del Ikea del centro comercial Plaza Norte 2 de Madrid. Allí, la Luna es testigo de cómo cada noche las parejas se entregan furtivamente a los pecados de la carne. En el maletero de su Mini Cooper rojo, Gema y Juanma lo habían hecho como conejos, no por la frecuencia e intensidad de los encuentros amatorios, sino por lo reducido del habitáculo.

Los invitados fueron llegando, y algunos aprovecharon la cercanía al Leroy Merlin, al Darty, o al propio Ikea, para realizar alguna compra de última hora. Gema y Juanma llegaron por separado. Como manda la neotradición, habían pasado la última noche de solteros en sus respectivas casas familiares, pese a llevar ya cinco años viviendo juntos. Todo por la superstición de que trae mala suerte que el novio vea el traje de la novia antes de la boda. Peor fortuna trae ver a la suegra después de la boda todos los putos días del resto de tu vida, y a ninguna mente lúcida se le ha ocurrido inventarse una tradición para evitarlo (Dicho queda, queridos lectores).

Habían contratado invitados falsos para dar más lustre al acto. Perfectamente vestidos y peinados, los actores se movían con profesionalidad entre los distintos grupos, saludándose como si se conocieran de antes, y hablando de temas intrascendentes como el principio de incertidumbre de Heisenberg, o la influencia de la masonería en la política española del siglo XIX.
 
 
Tomada de www.telva.com
 

Desde chiquitita, Gema tenía la ilusión de que su boda saliera en la revista Telva, en la sección “Bodas con Estilo”. La única forma de conseguir  su objetivo era tener invitados de pega, que quedaran fenomenal en las fotos. Cuando se fijó en los invitados reales, se dio cuenta de que si estos salían en el reportaje gráfico, la había cagado. Ellos: Gichos con trajes de color beige o blanco roto, zapatos marrón mierda con punta estrecha y corbata a medio anudar con el botón de arriba de la camisa desabrochado. Pelo muy corto cortado a cepillo y engominado, y gafas de sol grandes con cristal de espejo. Ellas: Chonis vestidas para una entrevista de trabajo en un burdel de carretera. No daremos más datos, porque el avispado lector sabe perfectamente a qué nos estamos refiriendo. Aunque le cueste reconocerlo, es consciente de que ha asistido más de una vez en su vida, a un espectáculo de estas características.

La novia se acercó al fotógrafo, y le exigió la entrega de la tarjeta de memoria de la cámara, explicándole a quiénes fotografiar y a quiénes no, a partir de ese momento. El reportaje en Telva no estaba del todo perdido. Eso pensaba ella hasta que localizó con la mirada a Juanma. “Se jodió el invento, ya no salimos ni en el ¡Qué me dices!”, exclamó con resignación. Habían (había) decidido que Juanma llevaría un chaqué clásico, con chaleco oscuro y corbata gris. Alquilado, por supuesto. Primero, porque se habían gastado todo el presupuesto en el Yoryo Hermani de ella. Segundo: “En el novio no se fija nadie”. Y tercero porque: “A nosotras nos hace mucha ilusión conservar el traje al menos hasta el primer divorcio, y a ellos, como hombres que son, les da igual”.
 
 
Tomada de Facebook
 

El paciente lector que desee saber si al final Gema y Juanma salieron en Telva o en el ¡Qué me dices!, tendrá que visitar la semana próxima Vanity Freak News, el blog que una persona normal nunca leería. VanityFreakNews.

sábado, 22 de marzo de 2014

Una boda civil acaba en criminal: Parte II.


         Una vez colocadas en fuera de juego suegra y madre con el fármaco Animalstopforever® , la cordura volvía a imperar en los preparativos nupciales. Pero la alegría no  duró mucho tiempo. Desgraciadamente, Gema desarrolló el síndrome Muycomosoyyo. Se trata de una enfermedad priónica para la que no existe vacuna ni tratamiento. El cuadro suele debutar en los meses previos a la boda, y tiene su acmé durante las últimas semanas. Se apodera de todas las novias del mundo con independencia de raza, lengua y clase social. Aunque el proceso es autolimitado, existe un porcentaje importante de parejas donde los efectos son deletéreos, y las secuelas pueden ser devastadoras. Gema no fue una excepción, y padeció el síndrome de forma aguda, alcanzando el estadio VII de la clasificación de Hellhinhausen.
 
 
 

         La ilusionada joven presentó los primeros síntomas de forma abrupta: “Mi traje será sencillo, muy como soy yo”. ¿Sencillo? Hay testigos presenciales dispuestos a declarar en sede judicial, que hasta la novia de Farruquito, juró por sus muertos que ella iría al altar vestida muy ella, y con sencillez.

         A continuación, Gema empezó a dejar crecer su pelo (prueba irrefutable de que una mujer se va a casar próximamente) y la media melena estándar se transformó en la típica cortina arrastrasuelos preboda. Bien está que el peluquero tenga materia prima para esculpir uno de esos recogidos rotundos, a la par que discretos, pero todo tiene un límite. Y es que a menudo, en vez de una novia parecen dos siamesas.

Nos referimos al cuero cabelludo, claro está, porque en el resto, toda joven que se precie, desarrolla una aversión irracional hacia el vello corporal: “Me voy a hacer el laser”. En las fotos queda feo que la novia tenga más bigote que el padrino, y el pelito en los brazos es impropio, a no ser que la criatura trabaje vareando olivos. Pero alguna pierde el norte y se depila hasta los dientes. Se los depila, y por supuesto se los blanquea, que tú vas conduciendo por la noche y te cruzas por la carretera con una novia sonriendo, y crees que su coche lleva puestas las largas.
 
 
Tomada de www.zankyou.es
 
 

Paralelamente, la piel de la doncella Gema fue oscureciéndose, hasta tornar negra tizón: “Voy a ir como Beyoncé, pero en fino”. ¡Si es que perdemos la cabeza, novias de España! Una cosa es coger un poquito de color para no parecer el vampiro de “Crepúsculo”, y otra bien distinta acudir a una fiesta con Denzel Washington y que la gente pregunte: “¿Quién es ese chico blanco tan mono que va con Gema Nolillas?”

¿Y el peso? La obsesión que tiene cualquier novia por adelgazar es inexplicable. Gema decía que era por la tensión de los preparativos: “Me caso en siete días y tengo todo por confirmar”.  Para presión la del presidente Obama, cuyo trabajo consiste en levantarse cada mañana siendo el hombre más poderoso de mundo. Pero no vemos mucha tensión en el hecho de ir a una ceremonia colgada del brazo de un pingüino y disfrazada de merengue, e invitar a una macrocena donde todo te lo ponen por delante. Después, la única tarea es decir muchas gracias cada vez que te hacen un regalo y /o te dicen un cumplido, y sonreir para las fotos.

Además, en el fondo da igual, porque aunque la novia parezca un diminuto colibrí requemao, revoloteando en el interior de un traje blanco, otrora de su talla, todo el mundo dirá (con la boca pequeña y nariz de Pinocho) eso tan clásico de: “¡Mírala qué guapa, parece una princesa!”. Noo, noooo, noooooo. Que todas las novias están guapas es otro mito de nuestro tiempo. La que es hermosa continúa siéndolo ese día, y la que no lo es, no pasa nada. Los feos también tenemos derecho a casarnos. Menos mal que siempre está el típico invitado cateto pero sincero (en todas las familias hay por lo menos uno) que exclama: “Tá mu flaca”.
 
 

Una novia, al igual que las folclóricas, donde saca todo lo que lleva dentro es en el traje. Si en cada español hay un entrenador de fútbol, en cada española hay una diseñadora.  Gema Nolillas no era la excepción, y además tiró la casa por la ventana. Una expresión muy nuestra y muy cierta en el caso de nuestras diminutas viviendas, que cabrían perfectamente por un pequeño ventanal, llegado el caso.

Encargó el traje en Postnovias. Sobre una idea de Yoryo Hermani, Gema introdujo unos pequeños arreglos, que hacían que aquel trozo de tela reflejara perfectamente la personalidad de su creadora, sus anhelos y sus inquietudes: “Quería algo que expresara mi momento vital, sereno pero nervioso, blanco pero negro, sencillo pero complejo, muy como soy yo. Mantuve largas conversaciones con Yoryo por Skype, y aunque él no entiende ni papa de español, y yo en italiano sólo sé decir Eros Ramazzotti, daba lo mismo, porque el lenguaje de las bodas es universal.

Supo captar la esencia de mis peticiones, y el resultado final no se parecía en nada a mi proyecto inicial. Me confesó que nunca había tenido una clienta como yo, alguien con una sensibilidad artística tan marcada. Me animó a dedicarme a la moda, porque según él, tenía futuro aunque no especificó dónde ni de qué. Quedó en llamar para hacerme una propuesta formal. No he vuelto a tener noticias de Yoryo, pero es que está muy liado. Yo por si acaso dejo el móvil encendido todas las noches.

Yoryo me convenció para cambiar la tela de arpillera de yute por un chiffon organza divino de la muerte, y el color blanco roto pasó a ser blanco nuclear. Así resaltaba mi piel negra, visible casi en su totalidad gracias a un escote palabra de honor, que palabra de honor hizo las delicias de los mirones. Donde no di mi brazo a torcer, y mira el pedazo de brazaco que tengo, es en el calzado. O llevaba mis botas de trekking Salomon, o no me casaba.
 
Foto tomada de www.guara.mascun.com
 

Y así llegó el gran día, mi día, o eso pensaba yo. Porque Juanma y su decapitación, en vivo y en directo, me robaron parcialmente el protagonismo. Se rompió así una tradición ancestral: El novio es un actor episódico cuya única misión es decir “Sí quiero” cuando le pregunta el cura, y portar del brazo a la flamante esposa, estrella indiscutible del evento.

 Pero esa es otra historia, y os la contaré la semana que viene, porque en diez minutos llega un camión de mudanzas. No, no nos mudamos. Es el fotógrafo que viene a traernos parte de las fotos que me hizo, para que yo elija las que más nos gustan a Juanma y a mí". VanityFreakNews.
 
 
Foto tomada de www.transmoble.com
 

sábado, 15 de marzo de 2014

Una boda civil acaba en criminal.


         Lo de Gema Nolillas y Juanma Carra fue un auténtico flechazo. Una tarde de primavera, coincidieron en una competición de tiro con arco. Todo se desarrollaba con normalidad hasta que una flecha lanzada por Gema hizo blanco en la pierna de Juanma. La ambulancia los llevó con celeridad a las urgencias de un hospital de titularidad pública con gestión externalizada, o sea, privatizado. Allí, durante el tiempo en que tardó Juanma en ser atendido, les dio tiempo a conocerse, leer la bibliografía completa de Dan Brown, enamorarse, dejarlo un tiempo, y retomar la relación. Al salir del hospital la primavera siguiente, ya no se separaron.

 
Foto tomada de www.expansion.com
 

         Años más tarde, una noche cualquiera, el reloj biológico de Gema interrumpió el sueño de la pareja. Quería ser mamá, y para ello necesitaba la inestimable colaboración de Juanma. Se acogieron a la modalidad de embarazo express, así que a la mañana siguiente ya estaban de diez semanas.

         Como casi toda española que ha vivido en pecado, a Gema le entraron las prisas por casarse en cuanto se quedó embarazada. Juanma, haciendo honor a su condición de homo erectus hispanicus, no se inmutó. El tema le traía al pairo, siempre y cuando la boda no coincidiera con un partido de su Real Madrid.

 
Foto tomada de www.vavel.com

         Doña Concha y doña Pura, a la sazón madres de los novios, se pusieron a disposición de los contrayentes: “No seremos nosotras quienes os digamos cómo tenéis que hacer las cosas. Es vuestro día. Eso sí, para las flores hemos pensado…” Concha y Pura fijaron la fecha del enlace, y prepararon un dossier de cinco mil páginas con la información básica para el evento: iglesias con escalinatas más vistosas para las fotos, curas de homilías resumidas,  agencias de modelos para contratar invitados falsos, empresas de catering con productos de marcas blancas, tiendas de flores robadas en otros eventos, etc.

         Hicieron la lista previa de invitados: “Para ahorraros tiempo, que vosotros estáis muy ocupados con el trabajo”. Entre las dos sumaban ciento catorce mil ochocientas cincuenta y nueve asistentes: “Hemos recortado todo lo que hemos podido, porque las dos queremos que sea una celebración íntima, no como esas macrobodas que se ven por ahí”. La relación personal con algunos miembros de la lista estaba en punto muerto: “¡Como es la gente, de verdad! Se mueren y no son para anular su perfil del Facebook”. Menos mal que con el resto el contacto era fluido: “Creía que mi amiga Maite Tuda no había tenido hijos, y acaba de colgar una foto con sus nietos. Sí, sí, claro que la tengo agregada en el Face, pero es que nunca entro”.

 
Foto tomada de www.catai.com
 

         Gema contempló con estupor que sus invitados ocupaban dos mesas (veinte personas en total), y el resto era gente traída por sus padres: “Hija, si es necesario, te pagamos el menú de los que invitemos, pero no podemos quedar mal con nuestros compromisos”. ¿Compromisos? Seguro que Stellan Arvinius sigue siendo un excelente guía turístico, y que el viaje a los Fiordos en 1982 fue inovidable, pero de ahí a que vengan él,  sus cinco exesposas, y sus correspondientes familias políticas, hay más distancia que de Madrid a Oslo. ¡Puto Facebook, encuentras a todo el mundo, y si no, es el mundo quien te encuentra a ti!

         “No te quejes, hija, que tú has invitado a tus amigos, y a tus compañeros de la empresa y nadie te ha dicho nada. Además, ya que te pones en ese plan, tengo que confesarte que he sido yo la que ha convencido a tu padre para que no avise a los del trabajo. Teniendo en cuenta que está en el paro, iban a ser seis millones de españoles y sus familias. Y así me lo agradeces”.

 
 

         Gema Nolillas no pudo más. Fue a la clínica veterinaria de la esquina y compró Animalstopforever® parches, un producto de liberación retardada compuesto por cloroformo ultraconcentrado,  que se emplea en los parques zoológicos para calmar a las fieras. Así mantendrían en fuera de juego a su madre y su suegra hasta el día después de la boda. Quizá el método era moral y éticamente reprobable, pero la salud mental de Gema estaba amenazada seriamente, y el futuro de la pareja pendía de un hilo.

 Si queréis saber cómo terminó la historia, tendréis que esperar hasta la próxima semana. Gema está citada para la decimoquinta prueba del traje, y ahora no tiene tiempo para nosotros. VanityFreakNews.

sábado, 8 de marzo de 2014

Un camarero se limita a ejercer de camarero.


Al entrar en cualquier negocio de hostelería de la geografía española, nos encontramos con una figura imprescindible: El camarero. Se trata de un ser vivo, generalmente homínido, cuyo objetivo en la vida es tocarnos los cojones, y en sus ratos libres, traer a nuestra mesa algo remotamente parecido a lo que le hemos pedido.
 
Hay tantos tipos de camareros que resulta muy difícil sistematizarlos en orden, especie y subespecie, pero todos ellos comparten algún denominador común. Por ejemplo, es universalmente conocida su predisposición a consumir bebidas espirituosas sin medida y a cualquier hora del día. Pero que nadie piense mal, por favor. El camarero común no es un alcohólico impenitente, sino un profesional que vela por la salud de sus clientes. Prueba el género una y mil veces, hasta el punto de acabar con las existencias, y verse obligado a dispensar garrafón. Prefiere desarrollar cirrosis en carne propia antes que servir productos en mal estado. Digámoslo alto y claro pese a quien pese: El hostelero es un héroe anónimo. Veamos los rasgos característicos de algunos ejemplares autóctonos de la piel de toro:
 
 
Foto tomada de www.estoyradiante.com
 
 
Camarero siervo. Es un ser vivo autóctono de los restaurantes de lujo, donde habita desde tiempo inmemorial. Su rasgo distintivo respecto a otras subespecies de su entorno es el sonido que emite de forma incesante cuando acecha a una presa: “Los señores”. Estas dos palabras son repetidas a modo de mantra, combinadas con otros vocablos para formar frases del tipo: “¿Está todo del gusto de los señores?, ¿Deseaban algo más los señores?, ¿Molesta el aire acondicionado a los señores?” Ejemplo real: Mauro. Zalacaín. Calle Álvarez de Baena. Madrid.
 
Camarero diminutivo. Es el mindundi de su género. Generalmente de aspecto tosco, frecuenta el humor cuartelero, y acaba todas las frases con un comentario supuestamente gracioso y a menudo fuera de tono. Se adorna con diminutivos de forma y manera constante: “¿Cuántas cervecitas van a ser?”, “Hoy tenemos un pescaíto buenísimo”, “¿Les traigo ya el arrocito con las gambitas, o toman antes unas croquetitas y una patatitas bravas?”. Ejemplo real: Jesús. Hotel Alcázar. Calle Diego de León. Madrid.
 
Camarero tuteador. Cuando un naturalista lo encontró en un recóndito lugar, y lo trajo a la civilización, el camarerus tuteadoris no sabía relacionarse con los humanos. Ahora tampoco. Algún gurú de recursos humanos, le enseñó que era importante mostrarse cercano al cliente, porque eso beneficiaba al negocio. Desde entonces, se aplica el cuento en cada caña de ceveza que tira y en cada tiramisú que sirve, pero a menudo se pasa de frenada. Porque entre un “Nos complace sobremanera recibirlo de nuevo, don Federico”, y un “¿Qué pasa Fede, el mismo pelotazo de siempre, no?”, hay más distancia que entre el programa electoral del Partido Popular y lo que está haciendo desde que está en el Gobierno. Ejemplo real: Ramón. Restaurante Pedro Larumbe. Calle Serrano. Madrid.
 
Camarero altivo. Su hábitat natural son los establecimientos de medio pelo. Te mira, te habla, y te trata como si fueras una bosta seca de vaca tuberculosa. Considera que no tienes el nivel suficiente para “su” negocio. No es el dueño, pero se reserva el derecho de admisión. Con su sueldo no podría pagarse ni el menú del día de un bar de carretera, pero considera que no eres digno de ser servido por él, y actúa en consecuencia. Se permite recomendarte un determinado plato, tan exquisito como caro, pero siempre después de que hayas pedido, como diciendo: “No tienes ni idea eligiendo, paleto”. Ejemplo real: Fernando. Restaurante La Taberna del Puerto. Calle Diego de León. Madrid.
 
Camarero chuzo. Habita en cualquier continente, con independencia de la estación del año. No es que ese día haga calor y haya bebido más de la cuenta de forma accidental. Lleva tanto alcohol en sangre, que si le acercas un mechero, empieza a arder como un pebetero olímpico. Con él has de ser precavido. Si el primer día te mancha al derramar la bullabesa sobre tus pantalones es culpa suya, pero si la escena se repite al día siguiente, es culpa tuya por no sentarte a la mesa con traje de neopreno y escafandra. Ejemplo real: Francisco. Asador Donostiarra. Calle Infanta Mercedes. Madrid.
 
Camarero propinero. Se trata de un espécimen pancultural. El primer día que te adentras en su ecosistema te trata de maravilla. Atento, simpático y rápido de reflejos. Pero el momento de la verdad con el camarerus propinatus llega a la hora de abonar la cuenta. Aquel que ose limitarse a pagar religiosamente lo que debe, sin dejar una respetable propina, puede darse por cliente muerto. Que no pierda el tiempo. Es mejor no volver a pisar ese local, sopena de ser ninguneado e ignorado. Ejemplo real: Ángel. El Jardín de la Leyenda. Las Rozas de Madrid.
 
 
Foto tomada de www.vuelosagalicia.es
 
 
Camarero becario. Se caracteriza por una ausencia absoluta de los rudimentos básicos de su profesión. No suele conocer los productos que ofrece. Lees en la carta: “Croca al punto sobre lecho de boletus. ¿Qué clase de carne es la croca, por favor?”, “Crocaaa, crocaaa, pues la croca es lo que viene siendo… carne de croca”. En general, no sabe lo que tiene, pero si sabe positivamente que no dispone de algo, te lo ofrece igual: “¿Qué helados hay de postre?”, “Pues… Chocolate, leche merengada, vainilla, turrón, limón, fresa y nata”, “Traígame uno de chocolate, por favor”, “No me queda”, “Entonces uno de vainilla”, “Tampoco me queda”, “Pues uno de fresa”, “No, de ese tampoco”, “¿Queda alguno?”, “Leche merengada”. Ejemplo real: Antón. Hotel Gran Talaso. Sanxenxo. Pontevedra.
 
Por todo esto y mucho más, a veces puedes llevarte sorpresas. Viajas a Burgos un fin de semana con tu mujer y tus hijos. Ya sabíais que es una de las ciudades más bonitas de España. Pero los niños no la conocen, y con treinta y cuarenta años respectivamente, van teniendo edad de empezar a hacer turismo cultural. Es la hora de comer. Posiblemente, el mejor restaurante es Ojeda, y el mejor asado es el que se puede degustar en Los Trillos. ¡Lástima! Al ser los niños todavía pequeños, no tenéis más remedio que ir a una pizzería o a una hamburguesería. Llegáis a la majestuosa Plaza de la Catedral. Contemplando absortos esta maravilla, os dáis cuenta de las cosas tan fantásticas que podemos hacer los españoles cuando trabajamos juntos.
 
 
 
 
Tu hija pequeña, la de treinta años, te tira de la chaqueta mientras dice con desgana: “Daddy, I'm hungry. How far to the Burger King?”. Te teletransportas de nuevo a la actualidad desde la Edad Media, y piensas: “Hay que joderse con la niña. Estamos en la cuna de Castilla, tierra de cordero lechal, queso de oveja, morcilla de arroz, y vino Ribera de Duero, y esta criatura, que es carne de mi carne, quiere una hamburguesa de vaya usted a saber qué”.
 
Lo pregunta en inglés porque es su primera lengua, y porque apenas sabe español. Su madre y tú os empeñásteis en hablar con ella en inglés desde pequeña, “Es muy importante que sea bilingüe”, y ahora resulta que es unilingüe. Va vestida con deportivas, vaqueros gastados y rotos, camiseta con la leyenda UCLA University, gafas de sol retro y gorra de los New York Nicks. Masca chicle compulsivamente y mientras camina va viendo en el iPad la última temporada de Prison Break (en inglés, por supuesto). Tú miras a Macarena del Carmen, y te das cuenta de que podía ser perfectamente Jessica Kate, y de que estamos colonizados política, económica y culturalmente por los Estados Unidos de América.
 
 
Foto tomada de www.viajes.es
 
 
Asumido esto, seguís recorriendo el casco histórico. Google maps dice que estáis muy cerca del Foster´s, pero la realidad es otra. Pasáis bajo el imponente Arco de Santa María, una de las antiguas entradas al burgo, que luce impoluto tras su restauración. Recorréis el Paseo del Espolón, epicentro de la vida social, donde el todo Burgos se deja ver a la hora del aperitivo. A vuestra derecha queda el río Arlanzón, de aguas gélidas incluso durante el período estival. Un año echaron al cauce una pareja de pingüinos para ver si procreaban, y se murieron de frío.
 
La estatua ecuestre de Don Rodrigo Díaz de Vivar marca la frontera entre el Espolón y su continuación natural, la exclusiva calle Vitoria, feudo natural de la burguesía de la ciudad. El Cid, jubilado de guerrear contra el moro, ahora se dedica a contemplar el devenir vital de lugareños y turistas. Os mira desde su pedestal, espada en ristre, como queriendo decir: “Estáis más perdidos que Belén Esteban en el Círculo de Bellas Artes. Seguid la dirección que marca mi acero y comeréis como Dios manda”.
 
 
Foto tomada de www.hemofilia.com
 
 
Se os cae una lágrima cuando pasáis por la puerta del mencionado Ojeda, mientras el maldito Foster’s sigue sin avistarse. En la confluencia con la calle San Lesmes, al mirar a la izquierda puede adivinarse la preciosa iglesia del mismo nombre. Propones visitarla, y como respuesta encuentras la negativa encendida del resto de la unidad familiar. Es entonces cuando tu pueril vástago de cuarenta añazos grita: ¡Richisssss! como si de tierra firme se tratara cuando navegas en un barco a la deriva. Richis se anuncia en la puerta como La Casa de las costillas, especialidad en hamburguesas y comida tex mex. Tu mujer y tú, sabedores de que puede que sea la última oportunidad de comer caliente, accedéis a entrar, no sin cierta precaución.
 
Ahí empieza la grata sorpresa a la que antes nos referíamos. Qué bien hicimos en seguir la espada del Cid Campeador. Se trataba de un local decorado al estilo de las tabernas tradicionales irlandesas. Sin tiempo para reaccionar, apareció Ricardo, origen del nombre en Spanglish de su local. Era una montaña humana de mirada clara y sonrisa franca: “Sentaos donde queráis chicos. Si queréis algo que no esté en la carta, me lo decís, y veré que podemos hacer”.
 
Lo que vino después fue una de las mejores hamburguesas que he comido en mi vida. Carne de vacuno tan fresca que casi mugía, tomate madurado en la huerta, queso de cabra, y patatas fritas de patata de verdad. Todo ello regado con Coca Cola de botellín bien fría y con una rodaja de limón recién partida. De postre, tres bolas de helado del tamaño de pelotas de fútbolsala. “Si queréis repetir de algo, estáis a tiempo. La cocina todavía está abierta”. Ni una palabra de más ni una de menos. Amable, cortés, un verdadero señor, y un auténtico profesional.
 
 
Foto tomada de www.restalo.es
 
 
Por costumbre, jamás dejo propina en un local, pero aquel día lo hice muy a gusto. Este tipo de gente se merece un monumento tan grande como el de El Cid. Ellos son los que hacen país. Crean pequeñas empresas con las que dan trabajo a unas cuantas familias. No llevan traje y corbata, no veranean en Sotogrande, ni juegan al golf en el Club Puerta de Hierro. Sus bodas no salen en el Hola, y no frecuentan las fiestas de sociedad. Me da igual. Yo salí de Richis con ganas de gritar: ¡Vivan todos los Ricardos de España y la madre que los parió!” VanityFreakNews.