sábado, 21 de julio de 2012

Cirujanos españoles realizan, con éxito, el primer reimplante de suegra en el mundo.


   El equipo del doctor Cavadas ha alcanzado un nuevo hito en el devenir de la cirugía moderna. Existían en la bibliografía mundial dos casos de reimplante de amigo pelma, y otro de exnovia hipercelosa, pero todos ellos fracasaron a las pocas semanas, debido a suicidio del receptor. Así las cosas, el pasado dos de Julio, en el Hospital La Fe de Valencia, se consiguió reimplantar a doña Adelina Antoñanzas en el seno de su familia. 

   El insigne cirujano español ha manifestado a Vanity Freak News, que todavía es pronto para realizar un pronóstico definitivo, aunque lo peor ya ha pasado. Los primeros días son cruciales en estos casos porque el riesgo de rechazo, en forma de suegricidio, es más alto. El receptor deberá estar sometido a tratamiento de por vida, consistente en fentanilo transdérmico a dosis supraterapéuticas, y un abono anual para Gol TV, con un paquete que incluye Liga BBVA, Liga Adelante, Champions, y Liga albanesa. Como terapia de rescate para las situaciones más difíciles, se incluye el visionado repetido en turnos de 24 horas de la versión del director de Verano Azul, sin cortes publicitarios.


                                              

   El equipo quirúrgico no puede ocultar su satisfacción, pese a haber recibido amenazas de muerte por parte de Alejo Dido, el sufrido yerno de doña Adelina. Alejo ya tolera líquidos con normalidad, y ayer inició la dieta blanda, consistente en caldo de ave al propofol, y tortilla de tranquimacines con setas del país. En el otro bando, Adelina se encuentra en perfecto estado. Veinticuatro horas después de la intervención, ya malmetía con total naturalidad, y se erigía de nuevo en lideresa de su unidad familiar. Nos dimos cuenta de que mi suegra volvía en sí, cuando decidió unilateralmente que Ángel José, nuestro primogénito, llevara al campamento de verano de la parroquia, esquijama y calcetines de caña alta, “que por el día calienta, pero a la noche refresca”. La muestra definitiva de su restablecimiento se hizo presente, cuando le contó a la paciente de la cama de al lado, que para coche bueno el de su hijo, “un ebrio de esos, que va igual con gasolina que a la red eléctrica”.

   “Fue bonito mientras duró”, repite sin cesar Alejo. Antes de que ocurriera todo, teníamos un negocio propio de carpintería de aluminio y toldos de exterior. Todo iba bien hasta que mi suegra se vino del pueblo a vivir con nosotros. ¿Saben ustedes lo que es tener público hasta para cohabitar con su legítima?. Recuerdo una noche en que me disponía a santificar el matrimonio, cuando una voz seca y ruda intervino: “Alejo, hijo, eso que me estás tentando, quiero sentir que  no es la ingle”.  Me vine aún más arriba y le espeté: “Ni esto es el termómetro, abuela”. La amputación fue traumática: Vendimos todo, y nos fuimos a vivir a Ushuaia, la ciudad más próxima al Polo Sur. A la vieja le dijimos: “Hay que deslocalizar la empresa, y aquella zona está por explotar”. Y tanto, nadie tenía toldo de exterior cuando llegamos, y así seguían cuando regresamos a España. El plan era que la abuela nos visitara en Navidades, y darle esquinazo. Queríamos dejarla allí: Sóla, sin móvil, y sin dinero. Nunca infravalores a tu enemigo. Al llegar a Barajas, sentí un golpe en la espalda, con toda la mano abierta: “¿Qué pasa Alejo, es que no me habíais echado de menos?”.  Mi suegra se había metido en un baúl, y la habían facturado como mercancía. Vino en la bodega del avión, como una foca más, pero con más bigote.

   Y aquí estoy, trabajando todo el año con la ilusión de ir de vacaciones por fin a un sitio elegante y distinguido como Benidorm, hasta que la abuela de  Ángel José sentenció al enterarse: “De eso nada, que el sol de Levante reseca la piel. Además, con la mierda de coche que tenéis nos quedaríamos tirados antes de llegar a Albacete. Si tuvieráis uno como el de mi hijo, todavía. Iremos a Loeches, como siempre”. En ese momento me doy cuenta de mi miserable vida, abocada a un futuro aún peor. Y pienso, ¿Quién cuidará de mi suegra cuando nosotros faltemos?. Loeches, puto Loeches.

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