El equipo del doctor Cavadas ha alcanzado un nuevo hito en el
devenir de la cirugía moderna. Existían en la bibliografía mundial dos casos de
reimplante de amigo pelma, y otro de exnovia hipercelosa, pero todos ellos
fracasaron a las pocas semanas, debido a suicidio del receptor. Así las cosas,
el pasado dos de Julio, en el Hospital La Fe de Valencia, se consiguió
reimplantar a doña Adelina Antoñanzas en el seno de su familia.
El insigne cirujano español ha manifestado a Vanity Freak
News, que todavía es pronto para realizar un pronóstico definitivo, aunque lo
peor ya ha pasado. Los primeros días son cruciales en estos casos porque el
riesgo de rechazo, en forma de suegricidio, es más alto. El receptor deberá
estar sometido a tratamiento de por vida, consistente en fentanilo transdérmico
a dosis supraterapéuticas, y un abono anual para Gol TV, con un paquete que
incluye Liga BBVA, Liga Adelante, Champions, y Liga albanesa. Como terapia de
rescate para las situaciones más difíciles, se incluye el visionado repetido en
turnos de 24 horas de la versión del director de Verano Azul, sin cortes
publicitarios.
El equipo quirúrgico no puede ocultar su satisfacción, pese
a haber recibido amenazas de muerte por parte de Alejo Dido, el sufrido yerno
de doña Adelina. Alejo ya tolera líquidos con normalidad, y ayer inició la
dieta blanda, consistente en caldo de ave al propofol, y tortilla de
tranquimacines con setas del país. En el otro bando, Adelina se encuentra en
perfecto estado. Veinticuatro horas después de la intervención, ya malmetía con
total naturalidad, y se erigía de nuevo en lideresa de su unidad familiar. Nos
dimos cuenta de que mi suegra volvía en sí, cuando decidió unilateralmente que
Ángel José, nuestro primogénito, llevara al campamento de verano de la
parroquia, esquijama y calcetines de caña alta, “que por el día calienta, pero
a la noche refresca”. La muestra definitiva de su restablecimiento se hizo
presente, cuando le contó a la paciente de la cama de al lado, que para coche
bueno el de su hijo, “un ebrio de esos, que va igual con gasolina que a la red
eléctrica”.
“Fue bonito mientras duró”, repite sin cesar Alejo. Antes de
que ocurriera todo, teníamos un negocio propio de carpintería de aluminio y
toldos de exterior. Todo iba bien hasta que mi suegra se vino del pueblo a
vivir con nosotros. ¿Saben ustedes lo que es tener público hasta para cohabitar
con su legítima?. Recuerdo una noche en que me disponía a santificar el
matrimonio, cuando una voz seca y ruda intervino: “Alejo, hijo, eso que me
estás tentando, quiero sentir que no es
la ingle”. Me vine aún más arriba y le
espeté: “Ni esto es el termómetro, abuela”. La amputación fue traumática:
Vendimos todo, y nos fuimos a vivir a Ushuaia, la ciudad más próxima al Polo
Sur. A la vieja le dijimos: “Hay que deslocalizar la empresa, y aquella zona
está por explotar”. Y tanto, nadie tenía toldo de exterior cuando llegamos, y
así seguían cuando regresamos a España. El plan era que la abuela nos visitara
en Navidades, y darle esquinazo. Queríamos dejarla allí: Sóla, sin móvil, y sin
dinero. Nunca infravalores a tu enemigo. Al llegar a Barajas, sentí un golpe en
la espalda, con toda la mano abierta: “¿Qué pasa Alejo, es que no me habíais
echado de menos?”. Mi suegra se había
metido en un baúl, y la habían facturado como mercancía. Vino en la bodega del
avión, como una foca más, pero con más bigote.
Y aquí estoy, trabajando todo el año con la ilusión de ir de
vacaciones por fin a un sitio elegante y distinguido como Benidorm, hasta que la
abuela de Ángel José sentenció al
enterarse: “De eso nada, que el sol de Levante reseca la piel. Además, con la
mierda de coche que tenéis nos quedaríamos tirados antes de llegar a Albacete.
Si tuvieráis uno como el de mi hijo, todavía. Iremos a Loeches, como siempre”. En
ese momento me doy cuenta de mi miserable vida, abocada a un futuro aún peor. Y
pienso, ¿Quién cuidará de mi suegra cuando nosotros faltemos?. Loeches, puto
Loeches.
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