“Me da morbo convertirme en poster de cabina de camionero”. Quien así verbaliza su deseo más íntimo no es Tamara Gorro, ni Sonia Monroy. Tampoco Nuria Bermúdez o Marlene Mourreau. Señoras y señores, ladies and gentlemen, la autora de esta frase es Terelou Fields. Sí, sí, la niña de la Campos , la mismísima Terelu. Ver para creer. Quién lo iba a decir de la conductora de tertulias del corazón de Telemadrid en los 90, y actual rostro de la campaña publicitaria de Ymea. ¿A qué luminaria creativa se le ocurrió poner ese nombre a un producto para la mujer menopáusica? Esto es olfato comercial y lo demás son tonterías.
Sin lugar a dudas, “Tetelu” ha sido el personaje de la semana. Su portada en la revista señera del despelote patrio, va camino de convertirse en el fenómeno mediático de la temporada, y de paso revitalizar una publicación que llevaba mucho tiempo en caída libre. Qué lejos quedan los días de gloria de Interviú, cuando sus cabeceras eran todo un acontecimiento. La más famosa de todas, en los albores de la democracia, fue protagonizada por la niña prodigio por excelencia del show business español: Marisol. Ella enseñó al mundo que la vida era una “Tómbola”, y a los españoles, que como cantaba Julio Iglesias, había pasado “De niña a mujer”. Todavía hoy se recuerda aquella primera página, que convulsionó una sociedad que amanecía en libertad, después de una oscura noche de dictadura de casi cuarenta años. Por el semanal fueron pasando todas las musas del destape, y poco a poco, también las actrices de verdad. Menos mal que en la pacata España de la época, nadie valoró la posibilidad de fotografiar al espejo masculino de Marisol, o sea, Joselito, vestido de Adán. Encontrar su micropene en las fotos hubiera sido como jugar a ¿Dónde está Wally?
Años después, desde Italia llegó Sabrina, la inolvidable (no) cantante del “Boys, boys, boys”, y la heredera natural de las maggioratas de la década de los 50. Su único talento era doble, y se empeñaba en mostrarlo con puntualidad británica en cada una de sus actuaciones televisivas. Comenzaba el playback, y pasado el primer minuto, decía como Afrodita A en Mazinger Z: “Pechossss fueraaaa”. Gracias a Dios, Sabrina se fue por donde había venido, y con ella, sus competidoras Samantha Fox y Danuta Lato. Así se cerró la etapa más negra del pop europeo, afortunadamente olvidada.
Luego nos invadió la moda de los posados robados, donde previo pago, la “estrella” de turno era retratada a la orilla del mar al natural, es decir, sin ropa ni maquillaje. Así nació el número de Marta Sánchez, el más vendido de la historia de Interviú. En aquellos días, la solista de Olé Olé salía y entraba con Sterling Campbell, batería de la banda Duran Duran. La buena de Marta fue cazada in fraganti en una playa, mientras se cambiaba de bañador. Cuentan, que las fotos no dejaban bien parada a la sex-symbol española del momento: michelines, cartucheras, y colgajos cutáneos varios, campaban por sus respetos. La revista acordó con Marta destruir los negativos, y a cambio realizar un reportaje en condiciones: hotel de lujo, fotógrafo prestigioso, y vestuario … inexistente. Resultado: Éxito sin precedentes, tirada millonaria, y quioscos yermos de ejemplares, al día siguiente de su salida a la calle.
Posteriormente, la decadencia del mundo del espectáculo español tuvo su correspondiente refrendo en Interviú, que se convirtió en reducto y cita obligada para las concursantes femeninas de los realities televisivos, principalmente Gran Hermano. Entre ellas y Belén Esteban, la mantuvieron a flote durante más de una década. Ni siquiera los semidesnudos masculinos de los ebúrneos Jesús Vázquez y Rafael Amargo, o el fingido rollo bollo entre Yola Berrocal y Malena Gracia, consiguieron escandalizar y en consecuencia, generar réditos pecuniarios.
Así llegamos a Noviembre de 2011. En una España a punto de ser rescatada por sus socios de la Unión Europea , y en plena campaña electoral, por una vez hemos cambiado el tópico del pan y toros, por los panes de Terelu. Ella responde al canon de belleza del Renacimiento, profuso en carne y pobre en vegetales (básicamente las hojas de parra conque se cubrían las partes pudendas de las/los modelos). Dice bien cuando evoca esa intención de convertirse en musa de los obreros españoles, especialidad taller mecánico, fontanero instalador, o mamporrero ajustador. De hecho, no la imaginamos protagonizando los sueños eróticos de los adolescentes de la madrileña calle de Serrano, lugar donde por cierto, residió durante algún tiempo. Los efectos que este reportaje gráfico tendría sobre la libido de los cachorros del pijerío capitalino, serían comparables a los de un convoy de vagones de bromuro.
Si la frase de comienzo de esta crónica era fuerte, no lo es menos esta otra, también alumbrada por el intelecto pluscuamperfecto de Terelu: “Una ya tiene cierta edad: esa edad de decir ahora o nunca”. Amiga mía: la respuesta era nunca. Esto no es lo tuyo. Tu eres una periodista de raza (sin pedigree), un talento por explotar (yo cedería gustosamente la dinamita), una mujer de bandera (a media asta), una hembra neumática (de repuesto y con el dibujo gastado). No eres una vulgar guarrilla capaz de hacer cualquier cosa con tal de saltar a la fama. Y qué decir del disgusto de mamá Teresa, viendo a su hijita del alma vestida solamente con el traje del amor, un ropaje que por cierto, está bastante ajado, y parece comprado en el outlet de Saldos Arias. Ni cuerpo, ni edad, ni sex-appeal, ni photoshop, ni puñetas. Además, los tiempos del marketing, rama mar-teting, pasaron a la historia. Actualmente, la noticia es salir vestido. Un cuerpo desnudo no impresiona a nadie (excepto que sea el de Karmele Marchante), y por tanto ya no es fructífero económicamente. Terelu, a no ser que te montes en la máquina del tiempo, y aparezcas en el tardofranquismo o en los primeros años de la Transición , tu photocall naked ha sido en balde.
Y otra perla vocal para coronar la entrevista que acompaña a las fotos: “Me gusta el sexo a deshoras”. En tu caso, lo de sábado, sabadete … es imposible, porque ese día acompañas en directo a “Gordi” González en “La Escoria ”, y estaría mal visto que te lo montaras delante de la cámara. Tampoco los viernes por la noche, donde a menudo apareces en “Sálvame Del-pús”. Pero lo que no sabíamos es que hay horas fijas para la cohabitación. ¿A qué se refiere la diosa Adipocita?, ¿A hacerlo fuera del horario comercial?, ¿A no practicarlo sólo el primer domingo de mes y algunos festivos, como El Corte Inglés?, ¿A realizarlo en los after hours?. Vamos, que ella es más como los “chinos”, que se pasan la normativa municipal por La Gran Muralla , y abren cuando se les pone en los mandarines. Pues muy bien Terelu, tu misma con tu mecanismo.
Al fin y al cabo, siempre ha sido un espíritu libre. Después del tradicional matrimonio de blanco y por la Iglesia , con un atildado joven, el amor caducó, y cada uno se fue por su lado. Terelu volvió al regazo de mamá, porque una madre lo perdona todo. Pasó el tiempo, y un día, en una fiesta, conoció a Pipi Estrada, el popular periodista deportivo reconvertido en tertuliano televisivo. Este hombre es un panoli integral, no porque no engorde, sino porque es tonto de cuerpo entero. Cupido unió sus vidas, y durante una temporada fueron una de las parejas de moda del mundo del colorín. Para el recuerdo quedará aquella pillada antológica en una conocida discoteca madrileña, donde se veía a nuestra heroína restregar profusamente sus posaderas contra el pipón de Pipi. Las Campos consiguieron meter en el redil a este prestigioso pichabrava, pero la cabra siempre tira al monte, y él acabó metiendo la pata y lo que no es la pata, en agujero equivocado. Vuelta a empezar. Pobre Terelu, hay quien nace con estrella y hay quien nace estrellada.
Reconozco que he escrito esta crónica sin ver las ya famosas fotos. Teta arriba, ubre abajo, no me interesan. Pero lo más curioso es lo que mis fuentes me revelan: Ni siquiera sale desnuda. Mucha alfombra, mucha piscina, y mucho peep toe, pero menos carne que en el catering de un concurso de misses. Ahora soy yo el que se descubre ante ti, Terelu. Te había minusvalorado. Insinuar siempre es más rentable que enseñar, y sobre todo, más inteligente. Te respeto.