sábado, 8 de febrero de 2014

Se rueda la primera película española sobre la Guerra Civil.


Hoy, veinticinco de Julio de 2236, festividad de Santiago Apóstol, ha comenzado el rodaje de “Vencedores vencidos”.  Han transcurrido trescientos años hasta que un cineasta español se ha atrevido a realizar una película sobre nuestra Guerra Civil.

Existen leyendas urbanas, e incluso rurales, sobre las causas de este hecho inexplicable. Ramón Anista, crítico cinematográfico y director de la revista especializada “La fila de los mancos”, expone las claves de esta deuda secular de nuestro cine con la historia: “En primer lugar, no se quería herir la sensibilidad de ningún español contemporáneo a la guerra. Pero tras el luctuoso óbito de la incombustible Marujita Díaz, esto ya no supone un problema.
 
 
 

Por otra parte, en España no hay tradición de cine bélico, a diferencia de otras cinematografías como la norteamericana, donde se ruedan tres cintas por semana sobre Vietnam o Pearl Harbor. Los cineplastas españoles tienen una creatividad desbordante y no necesitan recurrir a acontecimientos históricos para filmar películas deslumbrantes. Prodigan el intimismo y la introspección trascendente. Desde el primer fotograma de una peli española, afloran los sentimientos, los conflictos psicológicos y el pubis de la protagonista.

Tienen tanto talento que en un film sobre San Juan de la Cruz recluido en una celda de monasterio, recurren a una supuesta ensoñación mística del santo, para justificar que una fémina enseñe cacha. ¡Manda huevos! O preparan una biografía de Teresa de Jesús y le dan el rol estelar a Paz Vega, que con eso ya te están diciendo que se va a ver más carne que en un anuncio de Campofrío.

Por eso existían muchas reticencias respecto a un film ambientado en la Guerra Civil. No era cuestión de llenar las trincheras de tías en pelotas pegando tiros, porque no resultaría creíble, y en nuestro cine la credibilidad es un principio inviolable. En aquella época, en el frente de batalla básicamente había hombres. Además, los varones en el cine español no enseñan, insinúan, con excepción del gran Mario Cachas, digo Casas, que sólo ha salido con algo de ropa en aquella del accidente aéreo en Siberia, donde los supervivientes permanecieron aislados un año a -50º C. Menos mal que siempre hay un guionista salidorro que piensa: “La guerra no da juego en el tema sexual. Pero la retaguardia es otra cosa, con una Úrsula Corberó o una Amaia Salamanca haciendo de doctoras calentonas, que curan a los heridos con el escote a falta de antibióticos”.
 
 
 

Y luego estaba el problema del lobby gay y el de las minorías étnicas. Nosotros no podemos ser menos que los americanos, así que toda película debe incluir el personaje de un gay bueno y guapo (los homosexuales malos y feos en el cine no existen). Suele ser una persona muy querida en la comunidad, cuya opción sexual nunca supone un problema ni para sus compañeros de trabajo, ni para sus ancianos padres, porque la viven con absoluta normalidad. Nadie hace chistecitos infantiles y de mal gusto a sus espaldas. ¡Real como la vida misma!

El guionista de una película española sobre la Guerra Civil soluciona el entuerto poniendo al gay protagónico en el bando de los buenos. Aunque el malo, un machote homófobo a más no poder, se pase todo el metraje puteando al pobre hombre, el bien siempre vence. Y el malo, que para eso es malo, tiene que expiar su culpa. Morirá enfermo de sífilis, infección contraída por irse de guarrillas a un club de carretera, y acabar en la cama con un travestido.
 
 
 

También debe figurar por contrato un miembro de las minorías étnicas, uno de esos que en Hollywood llaman afroamericano, y en los telediarios españoles se conocen como subsaharianos. ¿Y qué coño pinta una persona de color en la batalla de Brunete de 1936? Si al menos fuera musulmán, tienes el recurso de decir que un despistado de cuando la Reconquista, o si es un oriental, puedes inventarte que viene de Telechino a traer refrescos y bocatas para los soldados.

Al final, el guionista le echa un par, y argumenta que el moreno es el rey Baltasar. Su Majestad pidió asilo político las últimas Navidades, y vive como un rey, gracias a una pensión no contributiva, mientras le da mandanga de la buena a Kira Miró todas las noches.

Un productor español que se precie de serlo, lo que busca es ahuyentar a los espectadores de las salas de cine. Y a buena fé que lo consiguen año tras año. Cero de las diez películas más vistas siempre son españolas. Algo tendrá la comida de Ikea, cuando hasta los controles sanitarios dicen que es mierda.
 
 
 

La gran novedad de este largometraje, contextualizado en la Guerra Civil, es que estará dividido en dos partes. La primera se llamará "Vencedores vencidos: Fachas de mierda", una versión ecuánime desde la óptica del bando republicano, donde se presenta a los nacionales como meapilas que se pasan todo el día en misa. Cuando regresan a sus mansiones, se dedican a acosar sexualmente a las chicas del servicio doméstico. Éstas son jóvenes comunistas, y en consecuencia, buenas, inteligentes y bellísimas. Viven sojuzgadas por sus déspotas señores, en una relación que roza el feudalismo. Mientras realizan sumisamente sus labores, siempre encuentran un rato para leer de forma furtiva poesía conceptual, y para estudiar una carrera por la UNED.

La segunda parte llevará el título "Vencedores vencidos: Mierda de rojos", una visión también hiperrealista desde la perspectiva del bando nacional. Aquí, los adeptos a Franco aparecen como personas observantes de la ley divina, garantes de la ética y de la moral. Su máxima es el bien común, incluso cuando se trata de herejes y ateos. Permanecen en actitud orante en aras de que los comunistas tengan acceso a la fe, como si también ellos fueran personas. Éstos son caracterizados como salvajes entregados a la molicie, analfabetos descerebrados cuya única ocupación reconocida es quemar iglesias, y matar religiosos. En sus ratos libres se dedican a fornicar compulsivamente entre ellos, no buscando procrear, sino entregarse al hedonismo vacío y ganarse el fuego eterno a través de los pecados de la carne.

Las dos partes del film contarán con abundantes escenas de desnudos, una vez resueltos los problemas de guión. Primero, porque hay que ser fiel a una de las señas de identidad por antonomasia del cine español de la democracia, y segundo, porque la carnaza es el único reclamo conque atraer y engañar a unas cuantas decenas de espectadores.

Las dos partes de la película se exhibirán de forma simultánea en los cines. Así se hará posible que las dos Españas puedan insultarse mutuamente in situ, evitando incómodos desplazamientos. Los "conservadores" acudirán con sus puños americanos, sus cuchillos jamoneros y el ABC bajo el brazo; y los “progresistas” irán a la cita provistos de puños americanos, cuchillos jamoneros y un ejemplar de El País. En cada sala de proyección saldrá a la luz la España cainita, ese gran país empeñado en autodestruirse, y que sólo es capaz de unirse ante un enemigo exterior.
 
 
Tomada de www.abc.es
 

Quien diga que el cine español aburre, miente como un bellaco. Nuestros largometrajes relajan, confieren paz (aunque sean de guerra), sedan. De hecho, en algunos hospitales de la red pública madrileña, donde hace tiempo se acabó lo que sedaba, se ha sustituido la anestesia por una buena película española”. VanityFreakNews.

 

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