sábado, 25 de enero de 2014

Record Guinness de fotos de boda para una pareja española.


        El matrimonio, al menos en la experiencia de quien esto escribe, es un gran invento, pero la boda y todo lo que conlleva, es un auténtico infierno. Muchas personas aseguran que fue el día más feliz de sus vidas, porque reunir a todos sus seres queridos a la vez es irrepetible. Afortunadamente, añado yo. Si hubiera que preparar una boda cada cierto tiempo, la salud mental de los contrayentes se resentiría de forma irreversible, y ya no digamos la salud económica.

         Las bodas son un negocio, pero no para los casaderos. Un porcentaje importante de los invitados hace un regalo que no cubre ni el cubierto, y algún cutre se escaquea incluso sin regalar nada, por lo que al final, acabas poniendo dinero. No fue nuestro caso. Nos casamos hace ahora nueve años, y de momento no hemos vuelto a trabajar. Seguimos viviendo del beneficio neto de la boda. Repartimos el tiempo entre la casa de Sotogrande y el palacete de Pedralbes. Jet privado, esquí en Aspen, y yate atracado en Puerto Portals.
 
 

         Pero no todo el mundo tiene unos invitados tan dadivosos como nosotros. Eso y que en nuestro caso no perdimos la cabeza. Una boda hoy en día consiste en pagar por todo cinco veces más de su precio real, y en invertir un remolque de ilusión que no suele verse recompensado. ¿Para qué gastarse un dineral en agasajar a la gente si luego no saben apreciarlo? Un menú pequeño del Burger King por pareja y van que chutan.

         Nosotros hicimos las cosas bien. Quedamos como el culo, y perdimos a gran parte de nuestros amigos, pero da igual, porque conocemos muchas parejas que se volcaron organizando el evento y también los han perdido. Además, podemos presumir de figurar en el Libro Guinness de los records, por ser los primeros novios que bajan de cien mil fotos el día de su boda. No fue fácil, porque tuvimos que ajustar mucho y quitar algunos miles que habían quedado francamente bien. Por ejemplo, cuando la perra de mi suegra, no ella, sino su mascota, se puso a llorar tras el “Sí quiero”. O cuando a mi tío Goyo le sacaron un ojo al tirar arroz a la salida de la iglesia. En el pueblo de mi mujer son muy suyos. Emplean arroz de grano gordo y le añaden metralla, consistente en pequeños y no tan pequeños cantos del río, con lo cual a veces ocurren estos accidentes sin importancia.
 
 
 

         Tuvimos que descartar algunos cientos de las de después de la boda, esas que protagonizan los novios en lugares supuestamente emblemáticos y hermosos del lugar donde se ha celebrado el enlace. Esas fotos suelen ser de traca: Pequeña escalera de acceso a los jardines del antiguo palacio de la localidad. Al fondo se adivina un estanque otrora habitado por peces de colores nadando bajo los nenúfares, y hoy lleno de latas de cerveza vacías y preservativos usados.

La novia, sentada en uno de los peldaños, con la cola del traje primorosamente pisoteada desde antes de entrar a la iglesia, y extendida escalera abajo a modo de alfombra blanca, mira hacia el horizonte con aire pretendidamente distraído, imbuida en el carrusel de sentimientos que está experimentando, y apretando la vejiga porque lleva haciéndose pis desde que salió de casa. Mano izquierda en el regazo, cabeza en leve escorzo, y brazo derecho proyectado hacia adelante, portando un ramo floral del tamaño de un escudo antimisiles, ofreciéndoselo al flamante marido.
 
 
Tomada de www.imagui.com
 

         Éste, personaje secundario y decididamente prescindible en el evento, una vez acabada esta sesión de fotos, aguanta el tipo como puede. Hace un calor de cojones. La camisa, el chaleco y la levita del chaqué alquilado no ayudan a sobrellevarlo. Está de pie, de medio lado, con la pierna izquierda apoyada en el último escalón y la derecha en el rellano de la escalera. Alarga un brazo hacia el ramo de su amada, mientras encaja la sonrisa, y mira arrobadamente a la ya esposa, pensando hacia sus adentros: ¿Pero qué coño estamos haciendo aquí?

En el encuadre de la foto sale una pintada en la pared del fondo, donde se puede leer “Iker Casillas titular”. El abuelo jubilata de turno (todos los sitios públicos de Madrid  tienen el suyo propio) les tranquiliza diciéndoles que ya la quitarán luego con photoshop. En ese momento, el fotógrafo dice las palabras mágicas: “Fotooo, naturaleees”. ¿Naturales? ¿A usted le parece que semejante escena es natural, pedazo de tontolculo?

Aunque todo es susceptible de empeorar. Nuestro fotógrafo nos llevó a la madrileña Plaza de la República Argentina, en la confluencia de las calles Serrano y Joaquín Costa. Lo más característico de la plaza es la popular Fuente de los delfines, que como su nombre indica, representa a una familia de koalas. No, en serio: La fuente está formada por tres delfines en actitud de salto sobre el agua. Aquel buen hombre pretendía que como el monumento no tenía agua aquel día, saltáramos y nos subiéramos novia y novio a lomos de los delfines, para fotografiarnos “surcando el mar en el trayecto hacia el país de la felicidad, ajenos al brutal oleaje de la vida”. ¿Surrealista, no? Pues eso.

         Lo mejor de las fotos y del video nupciales, es clavárselos de forma inmisericorde a la gente cada vez que viene a casa. Se hacen los remolones, pero en el fondo lo están deseando. Nosotros dedicamos un fin de semana cada mes a recordar nuestro casamiento. Hacemos una quedada con nuestros amigos, y vienen todos. Bueno, viene Patri que es el único que nos queda.

Patricio llega a casa el viernes por la tarde después del trabajo. Se pone el pijama, se tumba en su sitio del sofá y a disfrutar. Empezamos con el video. Como es nuestro mejor amigo, nada de un resumen de esos que enseñas a las visitas de compromiso. Le ponemos la versión del director. Doce horas, más extras y menú interactivo.
 
 
 

Luego un pequeño piscolabis para reponer fuerzas, y empalmamos con las fotos. Novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve. La gente, que es muy envidiosa, dice que nuestras fotos son el video de la boda fotograma a fotograma. ¡No es lo mismo, dónde va a parar! En el video corrido se pierden muchos detalles que en las fotos pueden apreciarse con mucha claridad.

Como Patri es muy cabezón, y se empeña en no dormir, a eso de las dos de la tarde del domingo, suele entrar en éxtasis, embargado por la emoción. En el fondo es un sentimental, el muy tonto. Ya ves tú sino podía parar una horita, para echarse una siestecita del carnero, y luego seguir viendo fotos, y hacer otra pasadita al video. Pero no, él erre que erre, que quiere seguir.

Ya a última hora de la tarde, le invitamos indisimuladamente  a que se vaya, pero a menudo se queda tan arreactivo que algún día hemos tenido que llevarlo a Urgencias, pensando que le había dado algo malo. Si se muere tampoco va a pasar nada, porque total, es un matado de la vida que sólo nos tiene a nosotros. Con la excusa de enseñarle las fotos, hacemos el favor de invitarle una vez al mes. Es una muestra de caridad hacia un desvalido, un deshecho humano que vive fuera de los estándares sociales. Aunque ahora que lo pienso: Si no viniera Patri, ¿Con quién compartiríamos nuestros megapíxeles de felicidad? VanityFreakNews.

No hay comentarios:

Publicar un comentario