domingo, 15 de junio de 2014

Cuando La Roja nos hizo felices.


Como cada sábado desde hace casi tres años, ayer me levanté pronto para escribir el post semanal de este modesto blog, cuyo único propósito es el de pasar un buen rato haciéndolo y luego compartiéndolo con quien tenga a bien acercarse a él.
Estaba tan hundido que no me salía nada, ni malo, ni peor, ni mediopensionista. La razón no era otra que la derrota de España por 1 a 5 contra Holanda en el primer partido del Mundial de Brasil. Soy madridista hasta la médula, pero cuando pierde mi Madrid lo sobrellevo con tranquilidad. Otra cosa es La Roja, el equipo que representa a España. Amo a mi nación por encima de todas las cosas. Me siento español y estoy orgulloso de pertenecer a uno de los países más importantes del mundo. Vaya tontería dirán algún@s. Qué inmaduro, pensarán otr@s. E incluso, qué pedazo de gilipollas está hecho el del Vanity Freak.
 
 Foto tomada de www.hoyenfutbol.com
 

Sí, ya sé que no parece razonable deprimirse por un resultado adverso en una competición de fútbol, teniendo seis millones de parados, una deuda económica que supone el 96% del  producto interior bruto, un régimen podrido por la corrupción de la clase política, y la amenaza firme de independizarse de una parte importante del país.

Pero el deporte en general, y el fútbol en particular es un elemento importante en la vida de las personas y de los pueblos. Un éxito deportivo hace más por la cohesión territorial, que cien discursos políticos. Muchos opinarán que es el opio del pueblo, el famoso “Pan y circo”. Que cada uno piense lo que quiera, y que nos dejen penar una derrota que supone el principio del fin del ciclo deportivo más largo y glorioso de la historia del fútbol español.

Porque esto se ha terminado, amig@s. Se equivocan Xabi Alonso y Sergio Ramos (y lo saben) cuando manifiestan: “Es una locura hablar de fin de ciclo”. Hierran (y no se quieren convencer) los que proclaman: “También se perdió el primer partido en Sudáfrica y luego fuimos campeones”.
 
 
Foto tomada de www.rasdehierba.com
 

La victoria tiene muchos padres, y la derrota siempre es huérfana.  Desde casa es muy fácil encontrar culpables: Iker Casillas, Piqué, Ramos, Del Bosque. Muchos nos enfadamos el día que el marqués dio la lista definitiva para el Mundial. No entendimos la arbitrariedad y la falta de criterio, con la que había sido confeccionada.

Y muchos nos enfadamos aún más cuando oímos en boca del entrenador: “Hay 16 jugadores de los 23 de Sudáfrica, porque no tenía fuerza moral para dejar fuera a algunos”. ¿Fuerza moral? Don Vicente a lo mejor piensa que un Mundial es un viaje de incentivo, como los de las empresas para premiar a sus trabajadores por los servicios prestados. A la selección deben acudir los mejores y los jugadores más en forma … en el momento actual. En la primera parte de la temporada, Diego Costa era el mejor nueve de Europa, pero en el último tramo ha ido de lesión en lesión, y su rendimiento ha disminuido exponencialmente. Mientras tanto, el olvidado Llorente ha ido de menos a más en una liga tan difícil como la italiana, y ha acabado siendo decisivo en la Juventus. Javi Martínez ha hecho un temporadón en el Bayern, y ahora es suplente del gran Piqué, a día de hoy, un jugador renqueante. El mejor tándem de mediocampistas del continente durante toda la temporada ha sido Koke-Gabi. El primero va de suplente de un Busquets que no he tenido su mejor año. El segundo ni siquiera ha viajado. Carvajal, el lateral derecho más en forma del fútbol español está disfrutando de una merecidas vacaciones, porque al parecer no reúne méritos ni para ser suplente de ¿Azpilicueta? Sin embargo, Casillas, segundo portero del Real Madrid desde hace año y medio, sigue siendo titular indiscutible para el seleccionador.
 
 
Foto tomada de www.elgoldigital.com
 

Sigo diciendo que desde el sillón de casa todo se ve muy fácil, pero esto se veía venir. La columna vertebral del Barça glorioso de Guardiola lo fue también de la selección nacional. Y el Barça este año no ha carburado como los anteriores, por lo que resultaba sencillo deducir el futuro que nos esperaría en Brasil.

Por eso hoy cuando me he levantado he pensado: “¡Pero qué coño!”. Da igual que perdamos ante Chile el próximo miércoles, y nos eliminen a las primeras de cambio. Hemos tenido la suerte de vivir una etapa gloriosa. Todo se acaba y lo bueno suele durar muy poco. En cuatro años hemos ganado dos Eurocopas y una Copa del Mundo, algo que no había conseguido nadie hasta ahora.  Hemos dominado el fútbol mundial y lo hemos hecho con un estilo de juego que ha dejado impronta. Atrás quedaron la furia, el patadón y los balones a la olla, para dar paso al famoso tiki-taka, y al falso nueve. Una generación irrepetible de jugones maravillosos: técnicos como brasileños, pragmáticos como argentinos, trabajadores como alemanes y descarados como croatas.

El no gol de Cardeñosa, el gol fantasma de Michel, el autogol de Zubizarreta, el penalti fallado por Eloy, el errado por Raúl, la torpeza eterna de Julio Salinas, el arbitraje contra Corea, etc. pertenecen a la infancia y adolescencia de los que ya hemos cumplido los cuarenta. Un pasado que se antoja remoto, un tiempo de desilusión y de frustración en el que nunca pasábamos de cuartos de final. Jugábamos como nunca y perdíamos como siempre.
 
 
Foto tomada de www.dentrotele.com
 

Por eso quiero dar las gracias a Fernando Torres, por aquella carrera de galgo culminada con un magistral remate cruzado que nos dió la Eurocopa de 2008 contra la todopoderosa Alemania. Y a Iniesta de mi vida, por aquel gol solitario y postrero que valió la Copa del Mundo de 2010, nuestro mayor éxito internacional. Y a todos los finalistas de la Eurocopa de 2012, aquellos que ganaron a Italia, en el que posiblemente ha sido el mejor partido de fútbol jugado nunca por España.

Gracias a Josep Guardiola, independentista catalán que  creó el mejor Barça de la historia con jugadores españoles, y por tanto seleccionables. Gracias a Vicente, marqués del Bosque, que heredó una fortuna y supo administrarla, al menos durante algún tiempo. Y sobre todo gracias a Don Luis Aragonés, el padre del invento. Supo adaptar el sistema a los jugadores, y no al contrario, como es norma habitual en los entrenadores. El sabio de Hortaleza no tenía título nobiliario, pero vivió y murió Grande de España, porque la nobleza de un hombre no viene dada por su cuna, sino por sus obras. 
 
 
Foto tomada de www.cadenaser.com
 

Gracias a todos los jugadores campeones, por habernos hecho felices.  Retiraos de la selección con honores, tened una larga y provechosa vida fuera del fútbol. Dentro de muchos años, cuando seais viejos, id y contadles a vuestros nietos lo que un día hicísteis. Yo se lo contaré a los míos, y entonces como ahora, volveré a emocionarme. ¡Viva España! Vanity Freak News.

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